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El Telégrafo
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Primeros moldes para caretas se hicieron con arcilla del Guayas

La tradición de los Cruz ya tiene casi un siglo

La tradición de los Cruz ya tiene casi un siglo
Foto: José Morán / El Telégrafo
31 de diciembre de 2016 - 00:00 - Edward Lara

Dice un viejo adagio popular que la necesidad es la madre inventora de todas las ciencias y esto lo confirmó hace 3 generaciones José Cruz Ladines (†) quien en 1920 decidió cambiar la forma de confeccionar los años viejos en Guayaquil. La primera innovación que realizó fue dotar al monigote, que era fabricado con ropa vieja y relleno de aserrín, de una careta.

Esta revolución ‘artística’ tuvo su cuna a orillas del río Guayas lugar hasta donde acudía Cruz con tinas o sacos para buscar entre la maleza lodo y arcilla. Eso le permitió hacer los moldes para fabricar las primeras caretas de los monigotes.

Con nostalgia y sin quitarle la mirada a una vieja foto, pegada sobre una de las paredes del taller de 2,5 metros de ancho y no más de 4 metros de fondo, José Cruz, de 57 años, recuerda a su padre y los logros de su abuelo paterno.

Ebanista y carpintero de profesión, José Cruz Ladines tomaba el lodo y lo procesaba a mano. Primero hacía cuadros y luego lo moldeaba hasta conseguir la imagen que él quería, relata su nieto José Cruz a quien apodan el ‘Chino’.

Para hacer el molde del personaje tardaba 3 tres días enteros.

Con este arte Cruz, junto con su hijo, José Cruz Renginfo (†), participó en uno de los primeros concursos de años viejos que se organizó en la urbe porteña, en la década de 1960 auspiciado por el Municipio de Guayaquil. Ese año ganaron con un novedoso monigote hecho de madera, cartón, y papel con una careta del entonces presidente de la República, José María Velasco Ibarra. Ganaron porque la figura movía la cabeza. Algo que no tenía ningún otro muñeco.

Los aplausos, ese año, se los llevaron los Cruz, quienes fueron los primeros en instalar su taller de confección de años viejos en la calle 6 de marzo, en el sur de Guayaquil.

La adecuación de este espacio significó que eran los pioneros en dedicarse a esta actividad para la comercialización.

El premio, recuerda José Cruz, era de 1.000 sucres, una buena cifra para la época (1960). El éxito que le dejó el concurso le hizo ganar popularidad y por ende más trabajo.

Confeccionó caballos de madera que pintó con brocha y pinceles. Utilizó cabello humano para darle un toque más realista.

Las creaciones sirvieron para que los niños se hagan fotos en el parque. Con el pasar de los años toda esa herencia artística recayó en los 8 hijos de Cruz, 3 de ellos se mudaron a Colombia para seguir con la tradición en ese país.

El fallecido José Cruz, se destacó porque creó las medias caretas, que eran una opción para quien no tenía dinero. Las vendía a 4 reales y le ponía rostro a los monigotes. Pero no solo los años viejos han servido de sustento a los Cruz. También han creado maniquíes para tiendas de ropa utilizando yeso y papel.

La mutación de los muñecos

Con 55 años de edad, Hugo Cruz nieto del primer artesano dedicado a crear estos monigotes, hizo que la tradición pase de la madera y los clavos a una estructura de papel.

Recuerda que cuando salían en familia iban desde 6 de Marzo y Francisco de Marcos, en donde vivían, hasta 10 de Agosto y Boyacá, a diario EL TELÉGRAFO en donde recolectaban periódicos y cartón. “Esto nos servía como material para hacerlos. Llevaban madera y clavos que luego de la quema generaban malestar. El 1 de enero era tradicional ver carros con sus llantas desinfladas”.

Además cuenta José que su padre fue uno de los pioneros en utilizar aerógrafo para pintar los años viejos. Su progenitor, sostiene, siempre estaba innovando la actividad.

Recuerda cuando su papá inició la elaboración de los años viejos, el principal problema era conseguir el barro. “Tenía que recorrer gran parte de la orilla del Guayas y traer el barro en tinas. Era una trabajo muy pesado”.

Los Cruz no olvidan al resto de la familia que por vocación siguió la tradición y ubicaron su negocios en el suburbio de Guayaquil. Aunque los años han pasado, durante diciembre los Cruz son asediados por los medios de comunicación que buscan conocer la historia de esta familia.

A pesar que ellos son reconocidos como los iniciadores de la tradición en la calle 6 de Marzo, existe otra familia que también siguió sus pasos y tiene trayectoria.
Se trata de los Fernández, quienes tienen más de 30 años en el negocio y no ocultan el agradecimiento a los Cruz quien fueron sus maestros.

Según Ernesto Fernández, la familia Cruz siempre estuvo presta a enseñar el oficio a cuanta persona deseara aprenderlo. “En lo personal aprendí mucho de ellos. Esa mística que tienen para trabajar, para crear y para demostrar ese arte perfecto”.

Recuerda que se inició en la actividad a los 10 años cuando asistía al taller de los Cruz y se paraba en la entrada a ver qué hacían con tantos cartones, palos y papel. “Antes de ir a la escuela observaba y al regresar ayudaba en lo que podía. “Así me gané un trabajo que demanda mucho sacrificio y que me ayuda a completar los ingresos que logro con el oficio de soldador”.

Su hermano, Pablo Fernández, también se emplea armando monigotes. Dice que la mejor forma de aprender es viendo como se le da forma a cualquier personaje. “Yo trabajo mucho en los detalles en la expresión del rostro. Algunos clientes se fijan en lo estético, otros no tanto porque dicen que al final lo van a quemar”.

Pero los Fernández no solo venden sus creaciones en Guayaquil durante muchos años cientos de manabitas hacían pedidos de diferentes personajes para comercializarlos en esa provincia.

Tanto Ernesto como Pablo dicen que las ventas este año han bajado. Algunas personas por tradición se dedican a armar sus propios monigotes. Además, creen que su trabajo va más allá de ganar dinero. “Se trata de una responsabilidad histórica porque la tradición sigue y aumenta y nosotros somos parte de ella”.

Para Yolanda Rodríguez, quien habita en 6 de Marzo y Argentina, tanto los Cruz como los Fernández se han convertido en los personajes tradicionales del fin de año. “A los Cruz los conozco desde que tenía 10 años (ahora tiene 50) y a los Fernández desde hace 20 años. Ambas familias han dejado huellas no solo porque son los más antiguos sino también por el profesionalismo que tienen para trabajar. No existe personaje que no puedan hacer Las 2 familias son perfeccionistas”.

Así se vive esta temporada en este sector de la ciudad con una tradición artística y cultural que sigue vigente en el corazón de los guayaquileños. (I)

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