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La sazón de Crucelina no tiene sucursales

Estudiantes, taxistas y transeúntes son los principales clientes de esta esmeraldeña emprendedora.
Estudiantes, taxistas y transeúntes son los principales clientes de esta esmeraldeña emprendedora.
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
01 de septiembre de 2017 - 00:00 - Jéfferson Sandoval - Estudiante de Facso

A la voz de: “Madrina, deme una merienda”, decenas de clientes degustan cada día las hamburguesas de la ‘Negrita Crucelina’.

Ella, por más  de 26 años, ha deleitado el paladar de muchos clientes con su sazón y la buena atención que ofrece.

Crucelina Borja Castillo, de 57 años, llegó de Esmeraldas con la ilusión de trabajar y obtener así un capital para comenzar un negocio. Ese fue su anhelo por varios años. Un día obtuvo el dinero suficiente para hacer realidad su sueño.

Aunque muchos la conozcan por su carretilla ubicada en las calles José de Antepara y 9 de Octubre, ella afirma que comenzó ofreciendo hamburguesas en un triciclo de color blanco. Esos eran utilizados en ese tiempo para la venta de helados.

En la actualidad su vestimenta la delata, pues el gorro, la blusa y el pantalón de color blanco buscan ser el reflejo de la pulcritud y buena atención que brinda.

“Aquí todos vestimos bien porque queremos demostrar que no solo lo hacen en los restaurantes elegantes. Buscamos darle un trato de primera al cliente”.

Muchos viajan horas o inclusive caminan largas cuadras desde distintos sectores de Guayaquil para no quedarse sin probar las hamburguesas más grandes de la ciudad.

Desde su apertura, hace 26 años,  la peculiaridad de este producto ha sido siempre el tamaño, por lo que la mayoría de los comensales la ha bautizado como ‘La Merienda’, ya que después de esta, no hay más comida que se pueda ingerir.

Así lo asegura Fernando Cruz, de 40 años. “Llevo 15 años comiendo aquí y desde la primera vez que las probé me encantaron, aún recuerdo cuando estaban por en el Banco Central”, comenta este profesional mientras engulle un bocado de su hamburguesa.

“Como se las preparan es un secreto de Estado. Llevan tomate, cebolla y pimiento. Con todo eso se hace un refrito y hasta ahí no más llego”, detalla Crucelina y calla al ver que varias personas se reúnen para escucharla.

El diario vivir de la ‘Negrita Crucelina’ comienza desde las 04:30. Prepara la mayonesa, luego viaja al mercado en busca de los demás ingredientes. Después asiste al gimnasio, ya que toda su vida ha estado marcada por el deporte. “Yo trotaba desde Tungurahua y Aguirre hasta el estadio de Barcelona”, revela la fiel hincha del equipo amarillo.

Sabrina Ayoví y Moisés Coello, de 24 y 29 años, respectivamente, colaboradores de Crucelina hace 4 años, cuentan que los clientes aún se asombran por el tamaño de las hamburguesas. “Cuando las prueban nos felicitan; a veces hasta no pueden terminárselas”.

Excelente atención

De lunes a viernes, desde las 16:30 hasta las 24:00, la ‘Madrina’ atiende a todos con su singular estilo. Cuando el cliente cancela, ella le entrega una ficha para que así  pueda reclamar su pedido.

“Este método surgió luego de pensar en algo creativo para ofrecerles a las personas y que así ellas se sientan un poco más a gusto”.

El precio oscila entre $ 3 y $ 5, y aunque no revela el número exacto de hamburguesas que vende, menciona que superan las 100.

Una herramienta básica de esta hueca es el bailejo (herramienta que usan los albañiles), con el cual se aplana la carne cuando se la está friendo. Muchas espátulas pasaron por el lugar y duraron poco. Una tarde un cliente se lo sugirió para su trabajo.

La sazón de Crucelina hizo que la pareja conformada por Juan Carlos Guamán, de 35 años y Josefina Aguirre, de 40, asistiera en busca de esta comida. “Visitamos el lugar hace 10 años porque la carne es muy buena; nosotros somos de Durán y aunque el viaje es largo lo hacemos por la sazón”.

Las ventas más prometedoras se hacen en quincena y fin de mes.

Lautaro Terán, de 62 años, llega todos los días a esta carretilla en busca de su hamburguesa completa.

Este ambateño cuenta que es cliente de la esmeraldeña hace 12 años. “La visito porque el sabor es único y la atención es de primera. Además comer una hamburguesa es igual que merendar. Aquí coincido todas las noches con personas que se dan cita para degustarlas”.

Antes de despedirse, con una prominente sonrisa, Crucelina deja claro que desea seguir vendiendo  hamburguesas en su carretilla.    “Dentro de un local me sentiría encerrada, aquí veo a todos, converso, y me gusta el ambiente”.

Hace 2 años, la mujer abrió una discoteca, en la que atiende los jueves. Lo hizo por la pasión y amor que siente por el baile. (I)

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