El 'ángel' que cuidó de Miraflores es el bicicletero del barrio

En 1962, cuando tenía 12 años, en su natal Cuenca, empezó su gusto por pedalear y competir en carreras de barrio. De esta forma, Ángel Cañar se encariñó con las bicicletas y llegó a conocerlas al dedillo por su labor de mecánico en un taller donde les reparaba y daba mantenimiento.

Años más tarde, la búsqueda de mejores ingresos económicos lo alejaría de esta actividad para llevarlo al cultivo de arroz, maíz, yuca y plátano en haciendas de La Troncal y Balzar.

Volver a montar una ‘bici’ no tardó mucho, pues en 1981, y por medio de un amigo, consiguió un contrato de guardián para construcciones en Guayaquil. Primero en Urdesa Norte y luego en Miraflores, donde recorría los terrenos baldíos y le ‘ponía ojo’ a las edificaciones. Una actividad que le duró poco porque, como es temporal, al término de las construcciones se quedó sin empleo. No obstante, la camaradería que tuvo con un morlaco dueño del único taller de bicicletas ubicado al pie del puente, fue su golpe de suerte: le vendió el negocio en 25 sucres, que pagó de contado con sus ahorros. Reparaba de 8 a 10 bicicletas diarias y cobraba 4 reales por parchada. Con los años ganó la simpatía de los clientes, entre ellos, José Cabrera, quien hoy solicita inflar las llantas de su bicicleta por $ 0,25.

Su hijo Guillermo dice que admira su fortaleza, pues ni el síndrome de Guillain-Barré, que atacó el sistema nervioso de su padre hace casi 4 años, lo apartó de sus labores.
“El Municipio de Guayaquil exoneró a mi papá del pago de tasas gracias a las firmas de residentes quienes pidieron su regreso”. (I)