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El Telégrafo
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Una encuesta a 1.800 habitantes en el puerto principal determinó que el 48% acude a un parque

El 52% de los guayaquileños pasa su tiempo libre en el mall

El índice de crecimiento poblacional en Guayaquil es de 1,58%, según el último censo del INEC. El 65,4% de los habitantes tiene entre 15 y 64 años. Foto: William Orellana / El Telégrafo
El índice de crecimiento poblacional en Guayaquil es de 1,58%, según el último censo del INEC. El 65,4% de los habitantes tiene entre 15 y 64 años. Foto: William Orellana / El Telégrafo
09 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

Es la historia de 2 ciudades. Los que se quedan en sus barrios de la década del 80, con rejas en las puertas y chapas de fierro. Y los que se van, aquellos que prefieren viajar 45 minutos para cruzar un puente que los lleve a una ciudadela amurallada con piscinas artificiales y palmeras en la vía a Samborondón.

Paco Trujillo se quedó en Los Sauces, una creación habitacional del desaparecido Banco de la Vivienda, ubicada en el norte de Guayaquil. Pagó casi un millón de sucres, en muchas cuotas, tantas que ya no recuerda cuándo terminó de hacerlo. Se lleva la mano a la frente y solo atina a decir que en 2009 remodeló su casa. Con camiseta en mano para cambiarse después del partido, Paco tiene prisa. Sus amigos de índor lo esperan en una cancha de cemento, que a veces  es usada para jugar voleibol y en otras, para armar una fiesta. Todo es posible en Los Sauces.

En esta zona la regeneración urbana del alcalde Jaime Nebot colocó bancas de metal verde y tachos grises, pero no hay palmeras. “La regeneración urbana no es más que una fórmula publicitaria que empaqueta el ideal de una ciudad neoliberal: bajo una ideología homogeneizante -la de la guayaquileñidad- con espacios públicos privatizados y con códigos de etiqueta destinados a excluir a las minorías”. Es la descripción del antropólogo Xavier Andrade, quien ha dedicado sendos artículos de crítica al modelo de ciudad de Nebot.

DATOS

Un total de 592 agentes civiles de tránsito estará en los operativos que garantizarán la seguridad vial a peatones y conductores que asisten a los actos populares.

Desde las 09:00, debido al desfile, serán cerrados los accesos de la avenida Narcisa de Jesús. En el norte, el de la Av. Francisco de Orellana, de la Av. de las Américas y de la vía Perimetral.   

Las líneas 94 y 130 serán desviadas. Igual el alimentador de la Metrovía y viceversa que circula por la avenidas Rodrigo Ycaza Cornejo, José María Egas, Antonio Parra Velasco y Terminal Río Daule.  

En el inicio del desfile, organizado por el Cabildo, no habrá cierres. En la segunda etapa sí, en la Avenida Quito de Clemente Ballén a Víctor Manuel Rendón. Luego desde Lorenzo de Garaicoa hasta 9 de Octubre y por esta hasta el Malecón. (I)
Hoy cuando se recuerdan 195 años de independencia del puerto principal saltan varias preguntas: ¿cómo viven los 2’350.915 guayaquileños en este modelo socialcristiano? y más aún ¿quiénes hacen realmente a la urbe? ¿los que se quedan y no cruzan el puente hacia la vía a Samborondón?

Andrade dice que esta última pregunta es más difícil de responder que de formular. “Una ciudad es un entramado físico y social. Ambos aspectos son dinámicos debido a los múltiples cambios demográficos”.

Es decir, la urbe es el resultado de olas migratorias, “Guayaquil es mestizo, negro e indio”, agrega.

Para Paco, el dilema es más sencillo, los que están en los barrios tradicionales de Guayaquil son los de clase media, y los “que viven en Samborondón es porque tienen más plata”, cuenta el profesor.

En una de las viviendas de Samborondón, con jardines y sin cerramiento, vive Roberto Freire. Ingeniero, 34 años. Hace poco compró su casa en Ciudad Celeste, zona que integra el ‘Gran Guayaquil’.

Hipotecó la obra a 30 años y la pagará con su esposa. Él integra la clase media naciente ecuatoriana, que trabaja en el centro de la urbe (en muchas ocasiones) y que al atardecer se resguarda en sus ciudadelas cerradas.

Andrade considera que la división de Guayaquil va más allá de dos partes: “Si bien la polarización entre Samborondón y el resto es una cara de la medalla, hay muchas otras y que son las que constituyen la ciudad como tal: aquella que lidia con la falta de espacios verdes y la defunción de lo público”.

El antropólogo explica que la ‘regeneración’  ha ocasionado cambios: la tendencia de aislamiento de las élites, la creación de ciudades burbuja, y de modelos precarios en otros barrios.

Por ejemplo, Paco se queja de que en su barrio no hay una cancha de césped, al menos sintético. La última imagen de él es verlo despedir a su hija Rocío. Ella va al mall, como cientos de guayaquileñas jóvenes,  los sábados en la tarde.

Fundas de los colores más vivos, rojo y amarillo, zapatos con puntas altas, impulsadoras con ropa apretada mostrando celulares y niños corriendo. Todos, junto a Rocío, ‘disfrutan’ de una tarde en el centro comercial.  

El piso está negro y con restos de chicles pegados. Esto es normal, dice uno de los guardias de seguridad, pues son casi las 20:00 y para esta hora miles de personas han desfilado por el lugar. “Aquí la gente viene aunque sea a tomarse un helado”, cuenta Jaime sin decir su apellido. Esta parecería ser la otra cara de Guayaquil: la vida en los malls.  

“Los centros comerciales no son solo para comprar, son lugares de entretenimiento a los que las personas van a pasear, a curiosear”, dice convencido Luis Pástor, dedicado a los estudios de mercado. Recientemente su empresa encuestó a 1.800 personas en Guayaquil (con un margen de error de 3%), el 52% dijo que prefería el mall y el 48% aseguró que va a un parque.

Con el programa Guayaquil Ecológico la urbe recuperó al menos 10 metros de áreas verdes por habitante, luego de incorporarse 2.000 hectáreas de la isla Santay y 840 hectáreas de Samanes. Antes había apenas 0,5 metros de áreas verdes por habitante, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 9 metros.

Para Pástor, la variable de que haya pocos parques públicos en Guayaquil incide, pero también, asegura, los habitantes prefieren el centro comercial por “la percepción de seguridad”.  

El consultor da más pistas sobre la construcción de la urbe. Para él cada rincón de la ciudad está en el imaginario de las personas. Basado en su experiencia, cuenta que los de Guayaquil son ‘hogareños’, pero desde una visión comercial porque buscan decorar su vivienda y equiparla con artilugios tecnológicos.

Otros resultados de la encuesta muestran que la actividad preferida de los ciudadanos en la urbe es escuchar música, con el 76%. (I)

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