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El Telégrafo
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Cuando empezó a trabajar la empresa, los desechos en algunos sectores cubrían los 150 metros de ancho del afluente

Desde los esteros de la ciudad se extraen entre 25 y 30 toneladas de basura al día

Las 60 personas que trabajan en la empresa recogen 2.000 fundas diarias de basura en el sur y unos 33 metros cúbicos de palos y cañas.
Las 60 personas que trabajan en la empresa recogen 2.000 fundas diarias de basura en el sur y unos 33 metros cúbicos de palos y cañas.
Gabriela Samaniego Rivas
14 de mayo de 2016 - 00:00 - Gabriela Samaniego. Estudiante de la UIDE

Una fetidez a cloaca golpea la nariz y se aloja en el estómago. La marea está baja y se observa cómo una bota color café va navegando y sirve de transporte para una pequeña rata, la cual asoma su cabeza, como si se tratase de un velero.

La contaminación del estero es evidente y en las últimas décadas se ha incrementado como consecuencia de los desechos domésticos y residuos de empresas e industrias. Parece un lugar que no se ha limpiado por años y muy distante de aquel sitio cuyas aguas acogían a los moradores del sector para pescar, coger jaibas y bañarse en sus salinas aguas. Por la desembocadura viajan los llamados guardianes del estero, un grupo de 60 personas de todas las edades, que trabajan para Visolit (empresa que se encarga de la recolección de basuras en espacios acuáticos).

Al caminar por la calle C del Cisne 2 (Suburbio oeste) un sonido fuerte retumba en los oídos de las personas que pasaban por la avenida, se trata de las maquinarias de Visolit, que se están encendiendo para comenzar la travesía de encontrar el ‘tesoro perdido’, un cadáver o fetos en canastas.

Varias vallas de protección con corriente eléctrica cubren el lugar, donde el olor es cada vez más intenso. Esta empresa, que inició sus operaciones en 2003, se convirtió en contratista municipal dos años después de su creación y actualmente tiene vigencia hasta 2019.

La jornada comienza a las 08:00. Los ‘soldados’ se preparan en su camerino, cada uno tiene su casillero donde guardan cuidadosamente sus pertenencias y con todos sus implementos listos. Salen en orden, como si se tratara de un reclutamiento militar.

Hugo González, de 45 años, se coloca sus botas negras de plástico, aquellas que han pisado desde vidrios filudos hasta huesos de muerto; acompañado de una gorra y un pequeño pañuelo que cubre su nariz, va en busca de su embarcación.

Al equiparse no puede faltar ninguna protección, so pena de ser multados. Para ello, antes de partir, deben pasar por una inspección donde el encargado se asegura de que todo esté correcto. Se trata de una revisión completa del personal y sus embarcaciones: guantes, mascarillas, gorras, buzos, botas plásticas, boyas, anclas y demás implementos son indispensables para su partida.

Con todas las ganas comienzan un día de trabajo y se dirigen a las orillas formando una columna. Es allí donde se dividen por sectores, cada embarcación con su propio capitán. Existen dos tipos de embarcaciones: ‘tiburones’ -las grandes- y ‘pangas’ -las pequeñas-.

González, capitán de un ‘tiburón’, organiza a sus subalternos, quienes, dispuestos a cumplir con su deber, se muestran motivados porque el día está perfecto para comenzar la jornada.
Poco a poco las 12 embarcaciones van saliendo del lugar para dirigirse a cada una de las zonas ya establecidas, es un proceso programado, dependiendo del sector que se asigne.

Zonas intervenidas

Son varios los esteros y sectores en los que la basura y los excrementos abundan. Puerto Lisa, Mogollón, Palanqueado, Las Ranas, El Muerto, La Chala, las Malvinas y Batallón del Suburbio se convierten en espacios donde con mucha precaución recogen todo tipo de asquerosidades. El viento arrecia a medida que la embarcación avanza, al adentrarse en los ramales del estero. Aparece una iguana muerta que aparentemente no aguantó sobrevivir en ese espacio putrefacto debido a la cantidad de desperdicios que se encuentran en el lugar.

Mientras la corriente va llevando todo lo que moradores de diferentes sectores desechan, una de las nuevas máquinas de recolección automática de Visolit va absorbiendo todo aquello que los tripulantes no alcanzaron a recoger.

Desde lejos se observan las embarcaciones que se dirigen a otros sectores, en las que, identificados con traje azul, los navegantes exploran como piratas, pero en busca de basura y desperdicios, no de tesoros. “Cuando la marea está baja, todo se complica, ya que los barcos se quedan atrapados y debido a la cantidad de excrementos y basuras es imposible avanzar el recorrido”, afirma Juan Falconí, jefe de Operaciones de Visolit.

Aproximadamente se extraen entre 25 y 30 toneladas de basura al día, cuenta René Lino, quien se encarga de tener todo listo para cuando dichas embarcaciones llegan con los sacos llenos de diversos desechos. Cuando empezaron a trabajar, la basura en algunos sectores cubría los 150 metros de ancho del estero. Aquello ha cambiado.

En una mancha contaminada que emana un olor putrefacto, en donde flotan fundas de basura destripadas, cuatro niños nadan como si lo hicieran en una piscina con cloro. Es una escena que para muchos de los navegantes resulta normal. “No se preocupe, eso los hace más fuertes, ya ninguna enfermedad los va a matar”, afirma Lino sin ironías.

Sin embargo, luego de que los niños salen del lugar, se procede a recoger todo lo que flota en la superficie, dejando así un espejo de agua en donde se refleja la labor cumplida por los navegantes de la embarcación número 8.

Todos esperan que a la mañana siguiente los moradores vean el lugar limpio, logrando así concienciar a la ciudadanía para generar un cambio de actitud que los comprometa como individuos en la conservación de este legado natural.

Falconí menciona que la construcción de parques lineales, de parte del Municipio y del Gobierno, ha permitido mermar la contaminación. Al llegar a la máquina de procesamiento de desechos se procede a triturar toda la basura, con la cual llenan cuatro contenedores. Encontrar cadáveres, canastas con fetos o animales que la corriente arrastra son algunos de los momentos que viven día a día estos hombres vestidos con su distintivo traje azul.

La descontaminación del Estero Salado es un plan propuesto por el Gobierno en febrero de 2010, a través del programa ‘Guayaquil Ecológico’, con la construcción de 42 kilómetros de parques lineales. Sin embargo, el presidente Rafael Correa ve difícil remediar el Estero Salado hasta 2017, a la fecha van 10 de 42 km.

Es así que los 60 hombres de Visolit recogen 2.000 fundas diarias de basura en el sur y unos 33 metros cúbicos de palos y cañas; frente a las 500 en el norte, sector que no presenta mayores problemas.

En el norte, el estero está prácticamente limpio. Pero, ¿a qué se debe aquello? ¿La gente es más desaseada en el sur que en el norte? No necesariamente. Sucedió que al norte llegó la regeneración urbana y la fundación Malecón 2000 contrató a Visolit para que durante el período 2003-2005 realizara no solo una limpieza intensiva en las riberas y el espejo de agua, sino también un programa de reforestación y otro de concienciación ciudadana. “La gente adquirió conciencia con la campaña que hicimos y con las obras del Malecón del Salado ya se transformó en un sitio de esparcimiento y la gente dejó de ensuciar”, destaca Falconí.

En cambio, en la zona sur no se hizo nada de esto. En ninguna de estas partes se observan trabajos de recuperación. “Lo que hacemos es limpiar, solamente como para evitar que la basura -sobre todo en el sur- llegue a niveles exagerados. Si nosotros no limpiáramos el estero a diario sería una mancha de basura. Pero, a pesar de los recorridos diarios, el Salado sigue sucio, porque quién sabe cuándo la gente entenderá que no puede seguir botando los desechos al estero”, concluye Falconí. (I)

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