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Jimmy Espinoza emula a su padre con la campana para Barcelona

Don Jimmy sigue al conjunto ‘torero’ desde la infancia y acompañó a su padre a los estadios.
Don Jimmy sigue al conjunto ‘torero’ desde la infancia y acompañó a su padre a los estadios.
Foto: José Morán / El Telégrafo
15 de octubre de 2016 - 00:00 - David Guerrero

La campana no es la misma que usó su padre, pero Jimmy Espinoza, el menor de los hijos de Julio Espinoza, ‘el Hombre de la Campana’, conserva un objeto igual de sonoro que lleva adhesivos alusivos al Barcelona SC, el equipo de los amores de su familia.

En la esquina de Aguirre y Chile, centro de Guayaquil, don Jimmy atiende, desde 2005, en un quiosco donde oferta objetos alusivos a los equipos del Astillero aunque, desde luego, el color que predomina es el amarillo.

Camisetas, banderines, muñecos, pulseras, llaveros, gorras, cojines... Entre tanta variedad, resulta difícil no detenerse a observar para ver si se encuentra algo que llevar a la casa u oficina.

“A precio del pueblo”, afirma el heredero del negocio. Los productos son adquiridos al por mayor en el sector de la Bahía y ofertados desde los $ 0,50 hasta $ 15.

Y en un rincón del quiosco se observa un objeto metálico, de forma rectangular, con agarradera y escudos del BSC... Es una campana con la que Jimmy alienta a su equipo, tal cual lo hizo su padre hasta 2007, cuando falleció.

Espinoza nació en el popular Barrio Garay y desde que tiene memoria “mi padre siempre alentó al Barcelona, lo seguía a todos los estadios y yo iba con él”.

¿Pero cómo nació el ánimo para hacer bulla con una campana? Jimmy recuerda que, originalmente,  su padre usó un triángulo metálico con el que tropezó, cayendo al suelo, en la estación de trenes de Durán.

Al poco tiempo, al triángulo lo reemplazó el aro de una llanta que hacía sonar con una varilla metálica. Fue entonces que lo empezaron a llamar ‘el loco de la campana’.

Una de las anécdotas que viene a la mente de Espinoza fue cuando en un viaje a Quito, un grupo de hinchas rivales tiraron piedras al bus donde iba con su padre “pero ni eso nos quitaba las ganas de movilizarnos para ver al equipo”.

De la misma manera en que se veía fútbol, se trabajaba. Por casi 30 años, ‘el Hombre de la Campana’ vendió periódicos en la calle Boyacá, entre 9 de Octubre y Vélez.

Cuando llegó la regeneración urbana, en 2001, tuvo que regularizar su oficio en el quiosco de Aguirre y Chile.

Cuatro años después, don Jimmy tomó la posta. La salud de su padre estaba decayendo “y en algo había que ayudar”.

Pese a su popularidad, Julio Espinoza no obtuvo la ayuda necesaria para solventar sus gastos médicos y, en 2006, decidió vender aquel aro metálico —con el que metió bulla en los estadios— a un coleccionista extranjero por $ 500.

Don Jimmy recuerda que fue muy doloroso para su padre desprenderse del icónico objeto. “La gente le pidió que no lo hiciera, pero no quedó más remedio”.

Pero la campana volvió. En marzo de 2015, el Municipio de Guayaquil develó una estatua del ‘Hombre de la Campana’ en la av. Boyacá, en el mismo lugar donde instaló alguna vez su trabajo de canillita.

Sentado en un pequeño banco, empuñando la vara y el aro metálicos, queda ahí la efigie de quien se convirtió en referente del hincha ‘torero’. Mientras, don Jimmy hace sonar su campana. A lo mejor no alcanzará la popularidad que aquella inmortalizada por su padre, pero igual la hará sonar en cada ocasión que juegue Barcelona. (I)

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