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El Telégrafo
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Cristian Bottero / exfutbolista

“Lo mejor del fútbol son las amistades verdaderas”

“Lo mejor del fútbol son las amistades verdaderas”
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
16 de julio de 2017 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

La Casa de Bottero es la casa de todos. Desde Carlos Villagrán, el famoso ‘Quico’, pasando por el expresidente Rafael Correa, hasta ciudadanos comunes que gustan del buen comer, gozan del menú del exdelantero argentino, quien, como pocos, acompaña sus platillos con calor humano y la sencillez de un agradecido de la vida.

Detrás de las fotos que adornan el lugar están las imágenes que no se ven, las alegrías y las tristezas del niño pobre que un día durmió con los botines puestos, esos que le acababa de regalar su padre, aquellos que lo llevaron a soñar y lo convirtieron con los años en el adulto triunfador del presente.

Evelina Costa, su esposa, admira en él su tenacidad, ese espíritu aguerrido con el que ha cumplido los objetivos de familia. Su segundo hijo, Lucas (14 años), se siente orgulloso del exariete y espera algún día poder invitarlo a él, a su madre y a sus hermanos a unas vacaciones. Bajo el aroma de la carne y el chorizo, el cordobés de 40 años dialoga con EL TELÉGRAFO y revela algunos de sus secretos.  

¿Cómo nació su vínculo con Ecuador?

Llegué a Ecuador en abril de 1999, estaba en el club San Luis Potosí, de México, con el que quedamos fuera de la liguilla de la primera A, que era como la segunda categoría. Estaba de vacaciones en Argentina, pero viajé por una llamada de mi compatriota Raúl Espíndola, que era el 9 de Deportivo Cuenca. Había perdido contacto con Raúl por 2 años y medio, pero me telefoneó porque Macará buscaba un jugador joven.

¿Pero qué lo atrajo?

En la época nuestra, prácticamente, no había representantes, pero había 3 ecuatorianos que eran figuras en México: Álex Aguinaga, Agustín Delgado e Iván Hurtado, de buen nivel, así que concluí que podría triunfar acá. Pensé hacer 7 u 8 goles y a lo mejor volver a San Luis Potosí, que tenía el 50% de mi pase.

¿Y por qué se quedó?

Cuando llegué iban 10 fechas del torneo nacional, pero terminé goleador del campeonato con 25 tantos en 32 partidos jugados. Tuve la posibilidad de que me comprara Liga de Quito porque Macará le había comprado el 50% de mi pase a San Luis Potosí; acudí al partido de la final del certamen que jugaron Liga de Quito y El Nacional en Casa Blanca (victoria 1-0 de la ‘U’) para sellar mi traspaso, pero justo ese fin de año Ecuador entró en la dolarización y los dirigentes no se pusieron de acuerdo. Me quedé en Macará.

¿Qué es lo que más recuerda de su campaña en 2000?

Muchas cosas. Mi padre falleció en abril en Argentina a causa de una enfermedad grave. Y ese año perdimos 1-0 contra Barcelona en Ambato, ese famoso cotejo que comenzó en una jugada de Nicolás Asencio, cuando se llevó la pelota con la mano, para que después el ‘Chino’ Gómez hiciera el gol en el último minuto.

Se dice que ese encuentro fue arreglado para que Barcelona no descienda a la serie B. El fútbol es tan lindo como ingrato, acá se terminó diciendo que le habíamos regalado el partido a Barcelona.

Uno con 22 años lo que quería era gloria. Queríamos ganar porque teníamos la posibilidad de clasificar a la liguilla, no tanto por descender a Barcelona; el árbitro era Carpio, no me olvido nunca, hasta hay días en que sueño con ese partido.

¿Y por qué lo marcó tanto?

Porque el gol se dio por una suma de cosas. Poco antes un remate mío pasó por el palo y al momento del tanto estábamos con un jugador menos porque Patricio Urrutia salió y no lo dejaron entrar como por 2 minutos. Yo tengo el video donde se ve al ‘Pato’ levantando la mano para ingresar. A nosotros nos faltaba un jugador en el medio y fue ahí que tiraron un balonazo, lo agarra con la mano Asencio y el ‘Chino’ anota.

¿Qué pasó luego?

Volví a quedar goleador de Macará con 18 tantos y disputaba el título de máximo anotador, pero en la liguilla me pasó mi amigo Alejandro Kenig, de Emelec. Al otro año me compra Delfín de Manta, la gente de Delgado Travel, ahí tuve problemas con Macará porque un año atrás no me dejaron ir a Liga de Quito; se quebró un poco mi relación con la dirigencia de Macará.

El presidente era el mismo que es ahora: Miller Salazar. Yo no tengo nada contra Miller en este momento, pero en ese entonces quedé muy disgustado. Pensá: Liga en el 2000 descendió, yo hubiera estado ahí. Por eso te digo que el fútbol es tan ingrato, vos te preguntás siempre, ¿cómo me hubiera ido? Y el cómo me hubiera ido no existe.

¿En su infancia pensaba ser futbolista?

Tuve una infancia normal, de gente humilde. Nunca tuvimos casa, la rentábamos. Mamá era ama de casa, mi papá arreglaba televisores, era técnico en electrónica, se esforzaba mucho. Éramos una familia que debía trabajar para llegar a fin de mes y poder comer.

Somos 3 hermanos: uno más grande, Adrián, que tiene 43 años; yo, que tengo 40, y mi hermana de 26, Marisol. Mi padre se llamaba Francisco José, mi mamá se llama María Cristina, todavía vive, está en Argentina. A los 13 años me fui y me becaron en Newell’s Old Boys, ahí comencé.

¿Qué es lo más lindo que le ocurrió en la infancia?

Los primeros botines de fútbol que me regaló mi padre, unos Fulvencito, la marca de la época. Dormí con los botines puestos, tenía 6 años. En 1986, con 9 años, vi campeón del mundo a Argentina. Estamos en 2017, nunca lo voy a olvidar. Ojalá que mis hijos puedan vivir algo así. El fútbol es dentro de la cancha, 11 contra 11, no me interesa lo que haga Maradona fuera de ella.

¿Qué es lo que más le agradece al balompié?

Los verdaderos amigos. Tuve una anécdota con mi hijo Lucas hace 4 años: fuimos a Argentina y aprovechamos para visitar a Gustavo Flores, que era el preparador de arqueros de Liga y es padrino de mi hijo. Nos hicimos amigos acá porque en la época de Bauza venían a comer después de los partidos de Liga. Estábamos en Kentucky (Rosario), un country privado donde viven muchos jugadores.

Estábamos comiendo cuando escucho a Sebastián Cejas, el arquero de Newell’s, con el ‘Gringo’ Gabriel Heinze; Heinze me ve y dice: “No me digás que acá está el ‘Ardilla’. ¿Qué hace acá?” A mí me decían ‘Ardilla’ de chico, nos saludamos como si nos hubiéramos visto ayer. Con el ‘Gringo’, Sebastián Cejas y Lucas Bernardi vivimos juntos 6 años en una pensión.

¿O sea que las verdaderas amistades perduran?

Yo digo que las relaciones de la juventud son las que siempre te quedan, porque año tras año vas jugando con diferentes jugadores, son compañeros de trabajo; con unos tenés más afinidad que con otros, pero es muy complicado hacerte un amigo, los verdaderos son los que hiciste de chico. Lucas Bernardi jugó en el Olympique de Marsella, en el AS Mónaco; Heinze en el Manchester United, Real Madrid... no se agrandaron. Mi hijo quedó anonadado cuando Heinze dijo que siempre siguió mi carrera.  
¿Y sus amigos en Ecuador?

Héctor Lautaro Chiriboga, el ‘Flaco’ Ángel Buenaño, que en paz descanse. Cuando llegué a Ambato tenía 22 años y ellos me ayudaron un montón. A Héctor no lo he visto hace tiempo, pero siempre lo recuerdo. Alejandro Kenig e Iván Kaviedes han sido muy amigos y sin haber jugado juntos.

¿Y con quiénes mantuvo las disputas más arduas?

Segundo Matamba, que hoy es mi amigo, con él era hacha y tiza; Frickson George, Wagner Rivera, Édwin Tenorio, Jimmy Blandón. Con el paraguayo Carlos Espínola, Alberto Montaño, Alfonso Obregón. Con Pancho Cevallos hasta nos llegamos a escupir.

¿Pero fuera del campo de juego nunca se reclamaron?

No. Hoy Pancho es mi amigo, siempre viene. Cuando era Ministro del Deporte acudía con el expresidente Rafael Correa. Los jugadores de ahora no entienden que el fútbol tiene sus códigos. Antes todo quedaba dentro y listo, con el pitazo final se terminaba. Me parece muy mal salir a decir que fulano me dijo tanto, me escupió. Ahí empiezan los problemas raciales y religiosos, Por cosas puntuales y tontas.

¿Cuáles otros cambios le desagradan?

Antes te dolía perder, hoy en día no sé si al jugador de fútbol le duela perder. En mi época no había los agentes, ahora un jugador marca 3 goles y le dice a su representante: ya hice 3 goles y tengo el video, llévame al Barcelona de España, al Real Madrid. Antes, si no hacías goles en 5 partidos, te sacaban, actualmente firman contratos de 2 o 3 años con elementos que a veces ni juegan.

¿Cómo le fue en Israel?

A finales de 2004 estuve en el Hapoel Kfar Saba de Israel, donde pasé 4 meses. No me quedé porque tuve la mala suerte de estar cuando murió Yasir Arafat y lo traían de Egipto. Lo querían enterrar en Jerusalén, pero cuando bajaba el helicóptero tenían 10 misiles para voltearlo. Yo residía cerca de Tel Aviv, a 200 km. Israel es un país seguro, pero cuando hay un problema de guerra el extranjero debe cuidarse solo.  

¿Su peor lesión?

En un juego entre Macará y el Imbabura, un codazo en el oído izquierdo me afectó luego de 15 días. En un partido con Liga de Quito repentinamente perdí la estabilidad. No disminuyó mi capacidad de oír, pero me quedó un ruido que escucharé de por vida.

¿Cómo se hizo amigo de Carlos Villagrán?

En 2011 pasó un mes y medio en Quito, le comenté que jugué en México, es muy futbolero. Retornó en 2014. Con mi esposa y la suya hicimos una linda amistad. En mi casa se cumplió el sueño de Luis Zubeldía, que siempre soñó con conocer a ‘Quico’. Cuando te habla de los conflictos entre los actores de El Chavo te quedás embobado. Dice que su mejor amigo era Don Ramón. (I)

DATOS SUELTOS

Hinchas de San Lorenzo

Cristian Bottero y Evelina Costa tienen 3 hijos: Matías, de 20 años; Lucas, de 14; y Julieta, de 3. El primero nació en Salta (Argentina), el segundo en Manta y la menor en Quito. Toda la familia es hincha de San Lorenzo; en Ecuador no siguen a ningún equipo.

Una empresa próspera

La Casa de Bottero se abrió en 2008 en Ambato y desde 2010 está en Quito. El exatacante le agradece a Dios porque el negocio prospera. Actualmente da empleo a 10 personas, y desde el próximo mes a 15 más en la sucursal que abrirá en la Plataforma Gubernamental Financiera de la avenida Amazonas.

Bottero mantiene una relación cordial con sus trabajadores; aquí junto a Vicente Rivera (izq.) y Luciana Jaime. Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO

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