“La mayor parte de los jóvenes, no todos, dejan de ser jóvenes porque acompañan la idea de adentro (el alma) con la de afuera (el cuerpo) y se cargan de obligaciones. Encontrar algunos que envejezcan sin que se les envejezca mucho el de adentro, es raro” me dijo con una sonrisa “Pepe”, ese hombre único (libre) que conserva la dulzura de un pequeño niño.

Se dice que la diferencia entre un niño y un sabio es únicamente que el niño no es consciente de su inocencia y tiene una extraordinaria capacidad de asombro y alegría de vivir, mientras que el sabio, el místico, sí es consciente de todo eso.

Lo primero es una condición de nacimiento, lo segundo es un trabajo de toda la vida para descubrir a ese  niño que, como decía Antoine de Saint-Exupéry, todos tenemos adentro.

Nos recuerda “Pepe” que los años nos van robando la inocencia y ese pequeñito de ojos transparentes, con la ternura infinita del tiempo en que todos somos iguales, se va poco a poco transformando en un ser ambicioso, calculador y que todo lo juzga de acuerdo al tamaño de su ego.

La escuela, el colegio, los padres, la religión, la llamada “cultura nacional”, van configurando la personalidad colectiva de futuros humanoides dedicados a sufrir y a desear cada vez más como una huida desesperada hacia adelante, como un falso e inútil analgésico del sufrimiento.

¿Qué significa ser adulto? ¿Cuándo una persona ha llegado a la mayoría de edad? Solo el tiempo permitirá descubrir que, en realidad, el tiempo no existe, que es una ilusión de nuestra mente, y que solo existe el presente, este único e irrepetible instante que hay que vivir con la ilusión, inocencia y bondad de todos los niños.

Cuando el buen Jesús decía: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos”, se refería a todos los niños de todas las edades, no solo a los pequeñitos, sino también a aquellos como “Pepe”, que con sus 80 años bien vividos tiene la transparencia que solo encontramos en la pureza de nuestra primera infancia.

Esa es la gran tarea de la vida y por eso podemos afirmar que el gran presidente “Pepe” Mujica es el más joven de todos los uruguayos, de todos los latinoamericanos.

La tercera edad no existe, ni la segunda, ni la primera. Solo existe este infinito instante en que todos somos iguales. (O)