Después de permanecer 14 años preso, 10 de esos 14 años en solitario, aislado del mundo, le pregunté si en esos momentos de infinita soledad y silencio había encontrado al verdadero ser que tenía dentro de sí, como le sucedió a San Juan de la Cruz con su Noche oscura del alma y su Cántico espiritual, obras mayores y sublimes de la lengua española. Me respondió con dulzura y melancolía diciéndome: “San Juan de la Cruz y Santa Teresa, ¡qué dos personajes!”. Y luego de una pausa dijo: “Sin duda.

Yo no sería quien soy si no hubiera pasado esos diez años de soledad en el calabozo, fueron los años más fructíferos de mi vida. ¿Qué se puede decir? Esto es un disparate si se agarra al pie de la letra. Pues es así. Lo que también te habla que el ser humano es una criatura mucho más fuerte de lo que parece. Tal vez cuando está muy falto de cosas encuentra recursos que lleva adentro, que de otra manera no los encuentra, no los usa”.  Luego, al conversar con uno de sus compañeros de lucha tupamara, cuando quise conocer su opinión sobre él, me contestó con lágrimas en los ojos y me dijo: “¡Cuánto amor debe tener una persona que pensó en cambiar el mundo a partir de la toma de las armas y que ahora es floricultor!”.

El mundo entero se conmovió cuando en Río + 20 denunció, refiriéndose a la globalización: “El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre y a la vida. Porque no venimos al planeta para desarrollarnos en términos generales. Venimos a la vida intentando ser felices, porque la vida es corta y se nos va; y ningún bien vale como la vida y esto es elemental”.

“Olvídate de nosotros, de los adultos -me dijo-, nuestra generación está masivamente perdida, hay que cuidar a los retoños”. Y es que esa es la única posibilidad para transformar la dramática situación que está llevando al mundo a un holocausto.

Solo, como un quijote, con su lanza de verdad, de denuncia y esperanza, avanza por América, no como los fantasmas denunciados por Marx y Engels en 1848, sino como la tenue luz que anuncia el nuevo amanecer, el de los nuevos tiempos, el de la unidad de nuestra América.

Nadie hay hoy como él, heredero de los viejos libertadores.

Hoy que sus ojos ven menos, pero que descubren cosas que antes no veían, manifiesta enérgico y vibrante que la política no debe, no puede ser una profesión, sino que tiene que ser una pasión de servicio y de entrega.

Caminando lento, pero firmemente junto con el amor de su vida, junto a Lucía, él, a sus 81 años, es sin lugar a dudas el más joven de todos los habitantes del continente americano. Me dijo que el amor debe ser la razón de la vida y del comportamiento humano, que la felicidad debe ser la razón primera y última de todo gobierno, y que todo se debe medir a través de la felicidad. Que el tiempo es lo más importante, nuestra única riqueza. “¡No se dejen robar el tiempo queridos jóvenes!”, exclamó ante multitudes en Guayaquil y Portoviejo y, al preguntarle qué quisiera hacer en lo que le queda de vida, me contestó: “Tengo ganas de conocer un árbol. Es poca cosa conocer un árbol, para mí puede ser grandioso y eso es el amor a la vida, a la naturaleza”.

Por eso ‘Pepe’ Mujica, el ‘Pepe’ de América, el ‘Pepe’ del siglo XXI, se ha convertido en la voz más clara, más honesta, más transparente en estos tiempos de confusión e incertidumbre.

Gracias, muchas gracias, ‘Pepe’, por tus palabras, por tu enseñanza y por el ejemplo que nos has brindado. (O)