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Ecuador, 28 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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Los medios públicos consolidan su línea democrática y plural

Los medios públicos encuentran su esencia y sentido cuando dejan atrás las ataduras que les impedían cumplir su deber de acompañar a la gente común en la conquista de los grandes objetivos nacionales.

Los medios públicos entendemos que nuestro rol, como decía el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, es el de “ser un espejo de cuerpo entero donde se mire la sociedad”. Por eso construimos, cada día, un andamio autocrítico que nos permite acompañar la vida del país sobre la base de una reflexión colectiva, de una pedagogía plural, de la búsqueda de consensos generales básicos entre distintos sectores y del procesamiento del disenso entre grupos diversos.

En una sociedad y en los medios que la reflejan no debe existir una voz única, vertical, impositiva. Tampoco deben existir medios obedientes que sean la caja de resonancia de aquella voz única con afanes propagandísticos y no informativos. Esa actitud obediente y acrítica conduce a discriminar, censurar, silenciar y tapar la boca a quienes reclaman que se escuchen otros pensamientos.

Si los medios públicos son del Estado significa, sin eufemismos, que pertenecen a todos los ciudadanos, sin exclusión alguna. Por tanto, todo ciudadano tiene derecho a expresarse en estos espacios; y los medios públicos están obligados a generar una narrativa de acompañamiento que nos permita conocernos y reconocernos, gracias al diálogo, al debate y a la deliberación sin miedos, prejuicios o estigmas.

Los medios públicos pertenecen al Estado y no al Gobierno. Su función no es hacer propaganda oficial y entre sus obligaciones filosóficas están nunca callar una voz, sea cual fuere su posición, y jamás ignorar, aunque discrepemos con ella, una manera de entender al país.

Los medios públicos deben convertirse en el más amplio abanico de tesis, ideas, formas de pensamiento y búsquedas de unidad en la diversidad. Hacia allá caminamos ahora, a paso seguro, siempre abiertos a la crítica sana y, sobre todo, a la autocrítica en función de convertirnos en el espacio donde todos los ecuatorianos se encuentren y dialoguen en un ambiente donde no reine el miedo, sino la libertad. (O)

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