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Una embajada cultural

Una embajada cultural
14 de marzo de 2016 - 00:00 - Alfonso Monsalve Ramírez

Las funciones de un diplomático son muchas y diversas, en la medida que responden al estado de las relaciones entre un país y otro, entre un estado y otro. Se atribuye al rey Enrique III de Francia la creación del primer Ministerio de Relaciones Exteriores y, a partir de entonces, el desarrollo de la diplomacia moderna, que se distanció de las prácticas diplomáticas existentes ya en la Grecia clásica. En el Renacimiento, con la formación del Estado Moderno, en las repúblicas italianas que gozaban de gran prosperidad económica, especialmente Venecia, y ante la necesidad de relaciones pacíficas y cordiales con el exterior, floreció la destreza de los embajadores. Más tarde, con la Paz de Westfalia que selló el final de la Guerra de los Treinta Años, se designaron representantes diplomáticos permanentes de los monarcas ante las diversas cortes europeas. El cardenal Richelieu sustituyó el latín por el refinado francés como idioma diplomático.

Por último, en el Congreso de Viena de 1815, se perfilaron las diversas funciones diplomáticas y sus jerarquías, básicamente en tres categorías: embajadores, nuncios o delegados, ministros acreditados ante ciertos estados y encargados de negocios. Hoy se enumeran muchas otras actividades en la medida de la complejidad del mundo actual, pero puede decirse que las funciones de un embajador son principalmente de carácter político, económico y administrativo.

En este marco, destaca el énfasis que el embajador ecuatoriano ante Colombia, Raúl Vallejo, ha dedicado a otro campo de estas relaciones: el campo cultural. Es un acierto que puede atribuirse a dos de las cualidades que trazan la personalidad de Vallejo: su inteligencia y preparación como catedrático, y la sensibilidad del intelectual, escritor y poeta de alta estatura. La sede de la embajada ecuatoriana cuenta con un acogedor auditorio en el que, junto con otros escenarios, se ha vuelto tradición la presentación de libros, pintores, músicos y otros actores y obras culturales ecuatorianas, con lo que la imagen de Ecuador ha adquirido un perfil bien definido como país de variada y rica flora cultural. También se han presentado trabajos de creadores colombianos, todo lo cual ha contribuido a rodear con un halo reluciente la ardua gestión diplomática impuesta por las situaciones que viven los dos países (mención para Karla Reinoso, agregada cultural).

En 2015 fueron 36 eventos, entre los que sobresale la exposición ‘Colores de Latinoamérica’ de Oswaldo Guayasamín, en el teatro Julio Mario Santo Domingo, que fue visitada por 8.825 personas del 5 de noviembre al 17 de diciembre de 2015, y por más de 4.000 en la Biblioteca Virgilio Barco. Asimismo el ciclo de eventos realizado bajo el lema ‘Agosto ecuatoriano en Bogotá’, y muchos más, se unieron a los nombres de escritores, poetas, cineastas, músicos y actores ecuatorianos y a los de talentos colombianos, sobre ese terreno tan fértil para la amistad y el entendimiento entre pueblos hermanos que es la cultura. (O)

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