Turbina publica ensayo de Valencia y relato de Ojeda

Las novelas deberían ser como esas monedas que, cuando las lanzas al aire, están siempre girando y mostrando todos sus lados posibles. Cuando la crítica literaria instrumentaliza las novelas y solo exhibe el lado más conveniente de ellas, estas se vuelven utilitarias. 

Esa es la conclusión a la que llegó el escritor guayaquileño Leonardo Valencia en su más reciente ensayo, Moneda al aire, que será presentado hoy, a las 19:30, junto con un relato de largo aliento (Caninos) de la también autora guayaquileña Mónica Ojeda. Ambas obras están publicadas por la Editorial Turbina, en su colección Cajanegra, y serán comentadas por Sandra Araya y Daniela Alcívar Bellolio, en el Fondo de Cultura Económica (FCE).

Valencia escribió el ensayo este año, durante su estancia en Quito mientras daba clases en la Universidad Andina Simón Bolívar. Sin embargo, las reflexiones que propone en el libro sintetizan lo que ha venido pensando -desde que publicó El síndrome de Falcón- respecto a la novela, a la manera de cómo leerla y a la crítica sobre ella.

“Hago una revisión de ciertos hitos importantes en la historia de la novela, que viene de las primeras reflexiones sobre esta en 1670, con el llamado Tratado de los orígenes de la novela. También miro hitos del romanticismo alemán, reflexiones de Sade y de Edgar Allan Poe, hasta llegar a la época contemporánea. Incluso, el ensayo arranca con una escena de Kazuo Ishiguro”, comenta Valencia, quien hizo su tesis doctoral sobre la obra del Premio Nobel británico de origen japonés, titulada El itinerario roto: el principio de digresión en Kazuo Ishiguro.

En una entrevista con la revista cartóNPiedra, el autor de El libro flotante anticipaba la postura que ahora recoge su último ensayo: “Creo que a un escritor no le interesa el sentido de una construcción nacional. En el momento en que un autor se pone a escribir no está pensando en eso, a menos que haya alguien que explícitamente se lo quiera plantear y eso ya implica serios condicionamientos. Para mi concepción de la novela, esos condicionamientos son altamente peligrosos, como también puede ser el condicionamiento de alguien que quiera hacer una novela comercial”.

Daniela Alcívar, quien fue la editora de los dos libros, señala que “el libro de Leonardo trabaja la idea de que la literatura, sobre todo la novela, no debe afectarse por morales externas, sino que tiene que concentrar sus fuerzas en su propia potencia creativa, que para el autor tiene que ver con la plurivalencia, con los muchos significados y con la capacidad del lenguaje literario de ser interpretado de diversas formas sin que se restrinja el significado”.

Imagen de una familia torcida

Mónica Ojeda retrata en Caninos la historia de una familia cuyos integrantes son: Papi, Mami, Hija y Ñaña. El texto gira alrededor de la imagen  de los caninos, que pueden ser los perros, pero también los dientes del Papi o de la Ñaña. Ojeda juega con ese mundo de lo que muerde, de lo mordaz o de la carne, como es usual en su literatura. En el relato hay una perversidad sexual que se absorbe desde la infancia y que genera mundos irremediablemente torcidos.

“Es un cuento largo, bastante sórdido, un excelente relato con un lenguaje cortante; con frases cortas pero potentes. Podría caer en la alegoría pero no lo hace. Es un texto impactante, pero, al mismo tiempo, muy poético y bien trabajado, con una forma de desenvolvimiento de los hechos narrativos muy delicada, sutil”, dice Daniela Alcívar.

Ella remarca que este relato de una familia torcida no está exento de humor, como que el hecho de que el perro de Hija se llame Godzila.  “Elementos así están mezclados con imágenes terriblemente fuertes de sadomasoquismo, abuso. No diría que Caninos se asemeje a su novela Nefando, pues los estilos son distintos pero sí tienen un fondo común en los temas que ella trabaja”, añade la autora del libro de ensayos Pararrayos. (I)