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Su hijo le pidió una obra de teatro y María de Lourdes Falconí escribió un libro

Ariel y Axel Zöler interpretan a dos personajes híbridos, sin identidad, revestidos por capas.
Ariel y Axel Zöler interpretan a dos personajes híbridos, sin identidad, revestidos por capas.
Foto: cortesía
20 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Dos damas, ¿damas?, de alta cuna, ¿alta cuna?, se reúnen a tomar el té en sillones gigantes de bocas abiertas y a barajar cartas en medio de un palabreo interminable sobre la vida de los otros. O, más bien, sobre la vida de alguien. Se trata de Ángeles, una conocida, también de ‘alta cuna’, que “se entregó toda” a un hombre casado, quedó embarazada y se inventó un teatro para dar a luz en el exterior, “como se estila en estos casos”.

Parlotean en medio de insinuaciones que les provoca una risa extrema sobre la vida del otro, aun cuando intentan contenerse porque las paredes hablan. Pero saben bien que el problema no son las paredes, sino “la lengua”.

Las damas no son damas. Son seres andróginos, híbridos, sin identidad. Son hombres vestidos de faldas largas y tacones negros, imitando a mujeres de alta cuna. Están representados por un par de gemelos, Axel y Ariel Zöller, que bajo el efecto del maquillaje son aún más similares. De dejos agitados y flojos, como un gallinazo y una hiena, repiten al mismo tiempo los gestos de quienes hablan y en ausencia de ellos se burlan. Hay un halo animal en la escena. Son seres revestidos de otros. Una capa sobre otra.

La comedia se vuelve trágica una vez que las gotas del té se disecan y los personajes a los que tanto juzgan se les olvidan, porque “lo bueno es que la gente olvida. Olvida...”.

Los entes que representan esta escena se desnudan, se vacían de las señas materiales y se sumergen en un diálogo poético que deviene en el silencio. Cuando olvidan se despojan de cada una de las capas con las que fingían.

El trabajo de Corazones, la primera obra dramática del libro Mudar de pies y otras piezas breves, de María de Lourdes Falconí Puig, parte de una lectura colectiva.

El director de la obra, Jorge Parra, que sobre el escenario ha cultivado la danza, el performance y manifestaciones corporales que no requieren de diálogos, es aficionado a jugar con la lectura teatral en grupo.

A partir de este ejercicio y de las posibilidades de jugar con el cuerpo se genera un trabajo de subtextos y la caracterización de los personajes de la obra. Este proceso con el que se inició el montaje de Corazones permitió que se establecieran los roles de los actores y que el diálogo tomase la fuerza que necesita, trabajada, a decir de Parra, desde el caos y la dualidad a la que induce “hablar del prójimo, gestualizarlo y confundir”.

La escenografía es minimalista, solo hay una mesa para tomar el té y barajar las cartas. Hay dos sillas enormes revestidas de rostros, que a propósito del juego de cartas podría tratarse de dos bufones.

Publicar teatro

Como en varias de las piezas breves de la primera publicación de Falconí, los personajes de esta obra tienen una visión desde lo femenino, pero,  de acuerdo al actor Virgilio Valero, “no están atados al género. Sus cuerpos-raíces con voces que susurran hasta llegar al grito -su grito-,  penetran para cuestionar nuestra posición ante la vida. Así, lo habitual muda hacia lo extracotidiano en una convivencia que subraya las aristas absurdas de nuestra presencia”.

Esta constante está también en la obra Mudar de pies, montada en abril de 2015 por la actriz Itzel Cuevas, en Microteatro. Ante un muro de zapatos colgados porque ninguno le calza, el personaje central hace una apología a la libertad a través del  uso natural de los pies que “no gustaron de marchar al son que les toquen. Por ende, no fueron... Ellos prefirieron caminar descalzos y sin dirección por otros senderos, los no marcados en el mapa oficial”.  

Tras un largo proceso de escritura de ficciones y de ser solo espectadora de artes escénicas, Falconí se aventuró a la escritura de textos de teatro. A través de ellos le interesa abordar la situación de la mujer en la sociedad patriarcal a partir de lo breve. La publicación la concretó cuando uno de sus hijos, los actores de Corazones, le pidió un texto para interpretar. Empezó a escribir la obra que este mes se presenta en El Altillo, cada sábado, y desde entonces “todo fue como hacer catarsis” de situaciones que ahora se condensan en las siete piezas de su primera publicación.

“Me interesa abordar el condicionamiento o la subordinación de lo femenino sobre lo masculino entendiéndose como energías. Los intereses de lograr lo grande”.

Estas temáticas se conjugan con las posibilidades del teatro breve como la base de un edificio dramático. Al inicio del libro se aventura a dedicar como consigna “estos textos breves para una sociedad acostumbrada a combos a lo grande”.

Su propuesta, no obstante, llega en un momento en el que la ciudad en la que publica (Guayaquil) registra el vertiginoso crecimiento de espacios para lo breve, y donde la mayoría de trabajos son adaptaciones de teatro de largo aliento o nuevas propuestas que aún no  han sido recopiladas.

Falconí intenta recuperar el valor de lo pequeño con esta publicación, “entendiendo que lo pequeño es la base de cualquier cosa grande, que lo grande no necesariamente es mejor o bueno”.

Cree en el teatro como una experiencia viva, que se realiza en escena, pero que parte de un texto que puede ser el inicio o el detonante de una obra, y que también puede ser leída y disfrutarse “en la medida en que ese texto sea, de alguna manera, amigable con el entorno. Que tenga su goce de ser leído, no solo representado. Como dice Arístides Vargas, somos estructuras narrativas”. (I)

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