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El Telégrafo
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Obra de Mauricio Bueno integra colección del Guggenheim de NY

Mauricio Bueno abrió el camino al arte contemporáneo en Ecuador. Su trabajo vincula arte con tecnología.
Mauricio Bueno abrió el camino al arte contemporáneo en Ecuador. Su trabajo vincula arte con tecnología.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
20 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

“Lo que básicamente hago ahora es vaguear. Luego voy a mi estudio que es muy grande, veo mis cosas, mis libros y, de vez en cuando, pinto. Eso de que todos los días uno pinta es pura mierda (ríe). Tienes que vivir, así que pinto cuando puedo”, dice, con un tono festivo y el cuerpo inquieto, Mauricio Bueno, uno de los artistas que abrió el camino del arte contemporáneo en el país y quien ahora será el primer ecuatoriano en formar parte de la colección del Museo Salomon R. Guggenheim, ubicado en Nueva York (NY).

La donación de la obra Quito, Luz de América (1976) al museo estadounidense fue anunciada el pasado  miércoles en la Universidad San Francisco de Quito, institución que acompañó este proceso gestionado por la curadora cuencana Katya Cazar y la familia Bueno, en coordinación directa con el artista y el equipo curatorial del Guggenheim, representado por Pablo León de la Barra y Amara Antilla.

Luego de un proceso de 10 meses, entre protocolos y requerimientos museísticos, la pieza de Bueno formará parte del acervo de uno de los repositorios del arte más importantes del mundo. Pionero en introducir el arte conceptual y cinético al medio local, su trabajo está atravesado por su formación en el extranjero, que se traduce en una obra poética llena de movimiento, luz y multidimensionalidad.

Quito, Luz de América es una obra producida en 1976. Sus dimensiones son de 34.5 x 35 cm y la técnica usada es neón sobre superficie de madera. Foto: cortesía de Javier Escudero.

“La obra y la trayectoria de Mauricio tienen una enorme representación por su raíz conceptual, donde se vincula por su propia formación con la dicotomía de arte y tecnología. Su producción se realizaba en otra instancia en comparación de  sus contemporáneos en su país natal. Su obra y su pensamiento son fundamentados en procesos creativos de avanzada y de una composición extremadamente sensible”, dijo Katya Cazar durante el anuncio.

El alumno de György Kepes

Mauricio Bueno nació en 1939 en Quito, pero vivió en Nueva York desde 1947 hasta 1960. Sus constantes desplazamientos se debieron a que su padre (Gonzalo Bueno) era diplomático y escritor. Luego de Estados Unidos, el artista se trasladó a Colombia, donde estudió Arquitectura en la Universidad Nacional y colaboró con Horacio Caminos en el programa de maestría.

“Mi hermano era un dibujante formidable, mi papá también. Yo era malísimo para todo, pero era un buen corredor. Luego, como pasan todas las cosas, empiezo a trabajar como dibujante de arquitectura y, de a poco, entro en este mundo y me doy cuenta de que el arte no solo era dibujar o pintar, sino que había otras formas de expresarme”, comenta Mauricio, cuya más reciente producción son unos cuadros negros chorreados con pintura plateada, en los cuales, en una esquina, hace un ‘autorretrato’ con colores rojos, verdes y amarillos.

En ese período, Bueno fue invitado al Massachussets Institute of Technology (MIT) para hacer una residencia en el Center for Advanced Visual Studies. Durante cuatro años se formó con el director de aquel instituto, el visionario artista visual húngaro, György Kepes.

Mauricio Bueno, quien ha recibido becas de la Graham Foundation y de la National Endowment for the Arts, regresó a Colombia, donde fue profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes, en Bogotá. Después de estar 30 años en el extranjero decide retornar, en 1976, a Ecuador, donde da comienzo a su carrera académica. Fue docente de la Facultad de Arquitectura y de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Central, y profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad San Francisco.

Aun cuando tuvo entre sus amigos a Oswaldo Guayasamín, Oswaldo Viteri y Enrique Tábara, Bueno se sentía “perdido” a su regreso al país, pues “a nadie le interesaba el arte conceptual y cinético”. Pero si en ese entonces no encontró un diálogo estético ni teórico con el entorno local, ahora diversos artistas toman como referencia el trabajo de Bueno para hacer obra.

Uno de ellos es Adrián Balseca, quien ganó en 2013 la primera edición del Premio Brasil. Durante la residencia en Río de Janeiro que el artista hizo como parte del reconocimiento, trabajó sobre los mecanismos de distribución eléctrica  en la ciudad y sus vínculos con la espiritualidad. Esta reflexión se relacionaba con la obra con la que el artista se hizo acreedor del Premio Brasil, en la cual usó justamente la obra de Bueno que ahora forma parte del Museo Guggenheim.

Los alcances de la pieza

El trabajo de Bueno fue seleccionado en la 12 Bienal de Cuenca por el curador ítalo-brasileño Jacopo Crivelli Visconti, mientras Katya Cazar era la directora del encuentro en esa edición. Desde ese momento inició un proceso de investigación sobre su trabajo y nació el interés por los curadores del Guggenheim sobre Mauricio Bueno, concretamente del curador para Latinoamérica, Pablo León de la Barra.

“Esta obra es una pieza concebida desde la perspectiva concreta del paisaje. Aquí se sintetiza el concepto popular y simbólico de Quito como ‘Luz de América’, este epíteto que lleva la ciudad tras conseguir su independencia de la corona española, y que fue la primera en hacerlo en Sudamérica”, comentó Cazar.

Anamaría Garzón, docente de la Universidad San Francisco, anunció que en 2018 se publicará un libro  sobre la trayectoria de Mauricio Bueno, quien al final del evento dijo que este matacho (como un amigo llamó a su obra) “le ha dado mucho placer ¡Viva el matacho!”. (I)

 Datos

El Colegio de Comunicación y Artes Contemporáneas (Cocoa) y el Colegio de Arquitectura y Diseño Interior (CADI) de la Universidad San Francisco de Quito acompañaron el proceso de donación de la obra del artista Mauricio Bueno a la colección del Museo Salomon R. Guggenheim, situado en Nueva York.

Esta gestión fue realizada por la curadora cuencana Katya Cazar y la familia Bueno, en coordinación directa con el artista y el equipo curatorial del Guggenheim, representado en este proyecto por Pablo León de la Barra y Amara Antilla.

Los dos colegios académicos de la USFQ, en conjunto con Katya Cazar, se sumaron a los esfuerzos por investigar la trayectoria de Mauricio Bueno, con la producción de una publicación que se presentará en 2018.

La obra de Bueno titulada Quito, Luz de América, “manifiesta una nueva categoría del paisaje, en su campo ampliado. Es capaz de conducirnos a la memoria histórica, desde la acción de síntesis, de manera brillante, distante a cualquier representación barroca previa”, dijo durante el anuncio de la donación Katya Cazar. (I)

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