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Medio cinematográfico argentino se rebela contra medidas de Macri

El despido de Alejandro Cacetta encendió una mecha que amenaza con hacer explotar los cimientos del cine argentino, uno de los más prestigiosos en la región.
El despido de Alejandro Cacetta encendió una mecha que amenaza con hacer explotar los cimientos del cine argentino, uno de los más prestigiosos en la región.
Imagen: tomada del flickr del Incaa
20 de abril de 2017 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Argentina

Actores, actrices, productores y directores de cine argentinos comandan una verdadera rebelión contra el gobierno del presidente Mauricio Macri. Unidos más allá de banderas políticas, el arco artístico del país austral se movilizó en respaldo al despedido del director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), Alejandro Cacetta. Su despido, argumentan, esconde un plan para quedarse con una gran tajada de dinero destinado al fomento cinematográfico. “Está en juego nuestro cine”, advierten, ante “un plan de negocios” oficial.

Cacetta asumió su cargo de la mano del gobierno de Macri con el consenso generalizado del mundo artístico. Pero en los últimos días, el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, lo despidió tras una denuncia periodística, calificada como “operación mediática” por los artistas, que denunciaba hechos de corrupción en el organismo. En concreto, Avelluto dice que Cacetta no estaba comprometido en la lucha contra ese flagelo.

El despido encendió una mecha que amenaza con hacer explotar los cimientos del cine argentino, uno de los más prestigiosos de América Latina, con dos premios       Óscar en sus bolsillos por La historia oficial de Luis Puenzo, en 1986, y El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, en 2010.

Precisamente ambos directores salieron a defender de forma vehemente a Cacetta más allá de sus inclinaciones políticas. De hecho, Campanella fue un férreo detractor del “kirchnerismo” y votó a Macri en los comicios presidenciales de 2015.

“No hay una persona en la industria del cine, ni una, que tenga dudas sobre la honestidad de Alejandro Cacetta. Horrible y torpe opereta” mediática, escribió Campanella en un tuit. Puenzo, que respaldó la reelección de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, no dudó en movilizarse junto con otros miembros del mundo cinematográfico ante la sede del Incaa en apoyo a Cacetta. 

La medida “oculta la intención de hacerle un regalo a las grandes empresas de radio y televisión” para que “dejen de pagar lo que pagan por usar las señales que son del país” y cuyos fondos se destinan al fomento de la cinematografía nacional a través del Incaa, dice Puenzo. Sus dardos estaban implícitamente apuntados al grupo mediático Clarín, el más poderoso del país.

   El Incaa es un organismo autárquico que se autofinancia con un impuesto que grava el 10% las entradas de cine y con el 25% a la recaudación total del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), que en parte proviene de los derechos que pagan las radios y la televisión para operar las señales nacionales.

El caso estalló cuando un informe periodístico presentado en América TV por el comunicador Eduardo Feinman -conocido por sus posiciones conservadoras y sus críticas al “progresismo” en general-, denunció presuntas irregularidades financieras en el Incaa como la presunta compra de dos sillones a 350.000 pesos      ($ 22.500).

Cacetta explica que ese dinero fue destinado a la remodelación de una oficina. “Obviamente los sillones no son sillones. Es escandaloso. Es un error. Si vas al expediente, fue una obra de desmantelamiento de una oficina para que la gente pueda trabajar como corresponde”, precisa Cacetta.

Poco después de estallar el escándalo, Pablo Rovito renunció a su cargo de director de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), la más prestigiosa escuela de cine del país austral. Y más tarde, el gobierno despidió a otros funcionarios del Incaa de menor jerarquía.

Un comunicado firmado por la Academia de Cine y de las Artes Cinematográficas de la Argentina (que elige la precandidata a los premios Óscar y a los Goya), rechaza las imputaciones “que, con absoluta liviandad y falta de rigor, fueron formuladas públicamente”. También salieron al cruce de las acusaciones las dos principales asociaciones de críticos y cronistas de cine (Fipresci y ACCA). 

Un grupo numeroso de actores y actrices -entre ellos la uruguaya Natalia Oreiro y los argentinos Leonardo Sbaraglia y Pablo Rago, quien actuó en las dos películas argentinas que ganaron un Óscar- grabó un video que se viralizó en las redes sociales para denunciar al gobierno por el escándalo.

En la filmación casera cada uno de los participantes hace un comentario que se entrelaza con otro  hasta diseñar un texto que afirma: “el cine nacional se autofinancia, no le quita recursos ni a los jubilados ni a los maestros ni a los hospitales. Por cada espectador que compra una entrada de cine en cualquier parte del país el 10% de esa entrada va a un fondo de fomento cinematográfico”.

Y agrega: “pero el mayor aporte se recibe del canon que todas las empresas de televisión abierta, cable y radiodifusión pagan por hacer uso de las señales de todo el país. Ese canon es mucho dinero. De ese canon se quieren liberar”.

“La semana pasada -prosigue- nuestro instituto de cine pasó a ser un organismo intervenido. La destitución del presidente del Incaa es una cortina de humo que esconde una operación. Detrás de esa cortina de humo mediática están los fondos del cine. Esto es un plan de negocios. Están en juego las instituciones de la ley de cine. Está en juego nuestro cine”.

Y concluye: “defendamos el cine argentino. No a la destrucción de la educación pública, de la cultura y del cine argentino. No a la destrucción de la ley de cine. No al vaciamiento del fondo de fomento cinematográfico. No a la supresión del canon. No a la destrucción del cine argentino. Todos los que hacemos cine estamos dispuestos a luchar por nuestra ley de cine que es ejemplar en el mundo. Ayúdanos a luchar por la cultura y por el cine. Absolutamente sí al cine nacional”. (I)

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