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Entrevista / Jon Lee Anderson/ Periodista

Los medios necesitan rescatar la forma clásica de narrar historias

Los medios necesitan rescatar la forma clásica de narrar historias
Foto: cortesía de Gabriela Samaniego / UIDE
29 de septiembre de 2016 - 00:00 - Gabriela Samaniego. Estudiante de la UIDE

Desde muy pequeño, Jon Lee Anderson sintió afición por contar historias. Cuenta que aún anda por el mundo tratando de encontrarlas en cada uno de los lugares que visita.

Si alguien sabe qué es pisar un campo de guerra con una libreta de apuntes como su única arma, es este reportero estadounidense que no ha dejado conflicto mundial sin cubrir.

Su objetivo siempre ha sido el mismo: buscar historias que permitan comprender la realidad. Dice que el apetito por la crónica está creciendo ante el hastío de la información tipo boletín informativo instantáneo y la falta de historias bien contadas y narrativas.

Destaca que en América Latina, Europa e India están naciendo medios dedicados a la crónica, algunos impresos y otros electrónicos.

El célebre cronista de la revista  The New Yorker, discípulo del Nobel colombiano de Literatura, y maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), afirma que para dominar la crónica se requieren dotes de escritor y habilidades de investigador. “Es probable que sea el género más difícil de dominar”.       

¿Considera que la crónica tiene inconvenientes vinculados al espacio e importancia en los medios impresos?

La crónica ayuda a profundizar en los temas que comienzan siendo informativos; nos suministra rigor y profundidad en temas de interés nacional e internacional, que simplemente no son capaces de difundirse en su totalidad. Muchas personas, incluyendo los periodistas, están leyendo titulares y no la noticia como tal, de modo que tenemos el gran riesgo de convertirnos en personas que se informan de manera puntual.

Las personas que buscan mayor información y conocimientos quizás son la minoría; y ahí la crónica cumple con las expectativas de este número reducido de personas.

¿Cuáles son los principales impedimentos por los que los diarios dan poco espacio a este género periodístico?

Aunque ya no esté en las salas de redacción, donde se toman estas decisiones, he visto que hay un nuevo hábito. En los mejores diarios se incluye un espacio para las crónicas profundas y largas.

Por ejemplo, el diario británico The Guardian, desde hace un año y medio, publica una serie de historias que se difunden una o dos veces por semana.

Estas historias tienen todas las características de una crónica, pero el principal inconveniente surge por el espacio que los medios de prensa le dan al género.

En estos momentos, en general, los editores más se preocupan por llenar sus páginas con gráficas e imágenes atractivas que llamen la atención al lector. Así pierden importancia los textos o la narración de una historia. El tiempo que toma elaborar una crónica puede convertirse también en un obstáculo para los diarios porque aún se mantiene la tendencia de la inmediatez y la veracidad que requiere una noticia.

Construir una crónica toma su tiempo, ¿ese es quizá el principal obstáculo que se presenta?

Todos los medios de prensa disponen del mismo tiempo, la diferencia está en cómo plantean sus historias y cómo trabajan sus reporteros. Es claro que elaborar crónicas requiere siempre de más tiempo y demanda recursos.

¿Algunas personas le catalogan a usted como el heredero de Ryszard Kapuściński, ¿de dónde nace esta comparación?

Francamente no sé, yo fui un gran admirador de Ryszard Kapuściński,  me gusta lo que él hacía, pero en cuanto al estilo no existe punto de comparación. Él fue un escritor, era un gran estilista, su prosa era muy bien lograda. Quizá se hace dicha comparación porque enfocó su interés en el llamado ‘tercer mundo’; se interesó mucho en los problemas sociales que se daban en zonas periféricas de varios lugares del mundo. Yo pertenezco a una generación posterior a él. Descubrí que compartía mi mundo y ese mismo afán de reflejar los anhelos e idiosincrasias de los países por los que había andado.

¿Por qué razón cree usted que el cronista no puede abandonar jamas su condición humana?

Porque en caso contrario se vuelve un estilista completamente; el periodista tiene que ser compasivo con la gente, si no, para qué escribir sobre ella. Uno tiene que interesarse en la condición humana para poderla reflejar con empatía y credibilidad. Además, el cronista tiene un deber público ético y moral. Debe tener trato con la gente. Intentar sentir lo que siente la gente para reflejar y calar hondo en los lectores, de lo contrario, no vale la pena.

¿Qué experiencias tuvo al liderar el proyecto de estos cronistas  jóvenes que realizaron diferentes historias en el barrio Nelson Mandela, en Colombia?               

Me encantó esa experiencia porque justamente nos obliga a nosotros a contemplar otra realidad. Hay algo bueno de la Fundación del Nuevo Periodismo: brinda oportunidades y experiencias para que los jóvenes que se interesan en el mundo del periodismo narrativo puedan desarrollar sus habilidades en cuanto a la escritura, y hacer trabajo de campo. Eso fue lo que realizamos con estos chicos, porque podríamos haber hecho el taller como se hace en las aulas de clases, pero en este caso nos fuimos a dicho barrio, donde la mayoría era gente pobre que vivía a la intemperie, como un claro reflejo de Colombia misma.

Y yo no quería que me brindasen historias a simple vista, lo que yo buscaba era que ellos se comprometieran mucho e indaguen sobre aquellas personas que tenían vidas calladas con las que debían  involucrarse, para saber más allá de la historia. Quería algo diferente e inusual. Este tipo de experiencias son válidas y sería muy bueno que en las escuelas de periodismo se desarrollen actividades como estas.  

¿Cree que podemos ir hacia una nueva edad de oro de la crónica?

Yo creo que sí, porque el buen periodismo es el periodismo, sea pasado, presente o futuro. Sí hay diferentes formas de contar una buena historia, pero lo principal es que exista un antecedente o idea detrás para poderlo llevar a cabo. Solo relatar los hechos no interesa a nadie, a menos que sea una película de acción.

Si vamos a darle tiempo a alguien que dice tener una buena historia, esperamos que tenga elementos de profundidad, dramatismo, suspenso, misterio y sorpresa. Yo creo que la misma presión sobre los medios de prensa incentiva también a dar una vuelta al pasado y a rescatar estas formas clásicas de relatar las historias.

¿Cómo deben trabajar los jóvenes periodistas para acertar en el enfoque que se le debe dar a una buena historia?

Muchas veces es complicado identificar una buena historia; y allí los jóvenes deberían esforzarse un poco para jerarquizar. Para un periodista joven, esta tarea se convierte en algo complejo, por ello recomiendo a mis estudiantes que escriban algo que les motive o genere alguna inquietud en sus vidas cotidianas.

De esa manera encontrarán un real significado sobre las dudas y preguntas que tenían del mundo que les rodea. Creo sinceramente que este es un ejercicio válido que al final termina dando muy buenos resultados. (I)

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