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Los Chivox reseñan la ciudad en el museo

De izquierda a derecha: Tyrone Luna, Leonardo Moyano, Juan Carlos Vargas y David Orbea integran el colectivo Los Chivox.
De izquierda a derecha: Tyrone Luna, Leonardo Moyano, Juan Carlos Vargas y David Orbea integran el colectivo Los Chivox.
Foto: José Morán / El Telégrafo
29 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Leonardo Moyano, David Orbea, Juan Carlos Vargas y Tyrone Luna -quienes conforman el colectivo de arte Los Chivox- trasladan la ciudad que miran y con la que se tropiezan a diario al Museo Municipal de Guayaquil, en la muestra R.E.D. De entrada se encuentra una reja a la que hay que abrir con dificultad para llegar a un grisáceo entorno de enclenques palmeras, a veces acompañadas de sombrillas multicolores sin dueño. La muestra parece un jardín de constrastes.

Como soundtrack y un artificio de loop suena la radio desde la caseta de un guardia, un cajón angosto armado con madera, pero con una gran ventana. La voz ronca que sale del radio se unifica en el ambiente y, a veces, parece una repetición, pero es la programación normal.

La caseta, que  tiene como inscripción central ‘Oficina’, fue levantada desde Urdesa y es prestada. El propietario guarda allí una cocineta, una refrigeradora y sus armas (nunca de fuego) para el oficio de la vigilancia. Todos los días llama al colectivo para constatar que su lugar de residencia y de vigilia esté bien. 

En una pared que los integrantes pintaron de gris se dibuja una serie de caricaturas de los autores Luis Peñaherrera y Andrés. Las escenas reproducen un Guayaquil de trabajadores informales, vendedores de pasteles, helados, buses destartalados y prostitutas del barrio de la 18.

Algunas de las caricaturas de la intervención sobre gris aparecen borradas por manchas de pintura que, como ocurre en la ciudad, intervienen desde el orden público en el gesto arbitrario del grafitti o del arte urbano. “Queríamos resplandecer lo que es oscuro en la ciudad”, dice Luna.

En una de las paredes aparecen como parches las publicidades envejecidas de marcas de cola que, en algún momento, se pintaron en grandes edificaciones de la ciudad, cuando aún no existían vallas. Sus dueños son inconscientes de que siguen allí. Los Chivox copiaron algunas de estas publicidades sobre lona y las exhiben como vestigios que consideran “casi patrimoniales” para Guayaquil.

No hay cédulas en la muestra, a pesar de que se reproducen las prácticas individuales de los autores: la torre de vigilancia es una constante en el trabajo de Moyano; el juego con las imágenes en positivo y negativo corresponde al trabajo de Vargas; la intervención en el espacio público suele estar presente en la obra de Luna, quien expone un pedestal que quedó vacío, como tantos; y están los elementos de abstracción geométrica que Orbea encuentra en objetos de uso convencional.

El colectivo, que se planteó como meta exponer en el museo de la ciudad, presentó la propuesta directamente a su director, el arquitecto Melvin Hoyos, quien accedió con sugerencias como “incluir cuadros grandes acorde a la sala”.

En el proceso, la propuesta cambió de nombre, porque inicialmente usaban la palabra ‘izquierdista’ y no estaba acorde con un museo al que sus administradores reconocen como ‘de derecha’. La muestra abunda en “ideas peregrinas y dualidades simbólicas”, como explica el C.U.R.A.D.O.R., el escritor Salvador Izquierdo, en una construcción casi ficticia sobre su rol, en un texto pegado a la pared. (I)

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