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Los cánones literarios de la región, puestos en duda

“Hay que poner en duda el canon, cuestionarlo desde el gusto”, dijo el ensayista peruano Jorge E. Benavidez.
“Hay que poner en duda el canon, cuestionarlo desde el gusto”, dijo el ensayista peruano Jorge E. Benavidez.
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
23 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El canon es el catálogo de autores u obras de un género de la literatura o el pensamiento tenidos por modélicos, que suele servir como guía para esa ‘especie rara’ que son los lectores de novelas. Los críticos forjan el gusto de esta especie casi tanto como la costumbre y suelen distanciarse de los autores por aquel principio ético de que la obra habla mejor que la boca. Pero en la Casa Carrión está ocurriendo el encuentro imposible: escritores y críticos literarios comparten mesas de discusión y hablan de lo que suele convocarlos sin que intimen entre ellos: el canon, un modelo, la tradición.

El Encuentro Internacional de Creadores y Críticos Literarios ‘Novela latinoamericana para el siglo XXI’ inició el pasado miércoles en el Centro Cultural Benjamín Carrión. “La mejor historia de la novela que se ha escrito es la de Ángel Felicísimo Rojas, por su vigencia”, dijo el escritor (1909-2003) Wilfrido Corral ante un auditorio abarrotado.

Karina Marín había empezado el coloquio ‘Los precursores olvidados y el canon novelístico’ recordando al crítico “polémico”, Agustín Cueva (1937-1992), quien “legitimó la novela decimonónica, como Cumandá (de Juan León Mera), dentro del canon” por el género al que pertenecía más que el lirismo que contenía.

Marín pregunta ¿quién define el canon? para volver a suscitar la tensión entre lectores y críticos, algunos vinculados al periodismo o a la academia, cuya “voz legitimadora” es gravitante a la hora de enfrentar el dilema que nombró el ensayista peruano Jorge Eduardo Benavidez: “Un libro se puede vender mucho, lo cual no significa que se lea mucho ni se califique de bueno”.

Para Marín, el canon en Argentina, en cambio, tiene a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) merodeando por la narrativa actual, como la de Ricardo Piglia, incluso, las letras del rock argentino.

Volviendo al país, la autora cuestionó la publicación, en 2000, de la  Historia de las literaturas del Ecuador, un estudio de la Universidad Andina Simón Bolívar donde “no solo se hace una revisión del canon, sino que legitima el espíritu con el que están hechos los textos históricos de la literatura ecuatoriana, sobre todo desde los años 40, con A.F. Rojas e Isaac J. Barrera (1884-1970). El espíritu de la nación que hace que el canon se localice, responda a la historia y a su escritura lineal”.

La investigación a la que aludió Marín inicia con un propósito: entender el país a través de sus letras. Ella citó una frase reveladora: “La obra literaria debe revelar las raíces más auténticas y profundas de un pueblo y sus valores más propios”, lo cual respondería a las necesidades nacionales de una manera que la autora calificó de “problemática”.

El cuestionamiento de los cánones arraigados en lo nacional fue el factor en que coincidieron críticos y creadores, como Christopher Domínguez Michael, Carlos Franz y los ecuatorianos Sandra Araya, Leonardo Valencia y Carlos Arcos. (I)

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