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Lectura, sofisticación y otras alucinaciones o realidades

Lectura, sofisticación y otras alucinaciones o realidades
03 de febrero de 2013 - 00:00

Mando a comprar un libro. ¿Qué dije?, no lo sé, pero me lo trajeron, y eso que pedir un libro que me compraran era tan enredao, dijo el montuvio –así, con v de vaca, no sean tan académicos- que aquello de que en una de fregar cayó caldera.

Alfaro en la sombra, este es el título del libro de Gonzalo Ortiz Crespo (Paradiso Editores, Quito 20l2), que nada tiene que ver con lo que me compete salvo que viene acompañado de un señalador de página que dice: Leer te sofistica, afirmación de Librimundi (vendedores de libros) quienes hacen el harakiri puesto que sofisticado es alguien que “carece de naturalidad” o es “muy complicado o complejo”, y si algo te hace así, bien vale decirle: no me defiendas compadre, prefiero quedarme como la novia de mosquetita, joven y excelente persona, solo que en la mierda.

Pero olvidémonos de estas supuestas alucinaciones y recordemos que todo lo que inventamos es cierto, que solo la realidad es alucinante, como aquello de que siendo el equipo de fútbol Sub 20 del Ecuador lo máximo (de lo peor) del balompie sudaca, la selección de mayores fuera a jugar, de visita, con Portugal. Y un jugador juvenil guayaquileño, José F. Cevallos, fuera comprado en Italia. O esta, que es el nonplús ultra del oratismo (de orate, no de erótico, aunque también): un chino (podría ser alemán, suizo, peruano, indostano, qué más da, solo que en estos casos siempre se les echa la culpa a los chinos) quería tener un hijo y que fuera bonito.

Escogió cuidadosamente a la futura madre y, según sus cálculos y mediciones, su vástago sería lindo. Cuando nació –era una niña- resultó más fea que una patada en las que sabemos. ¿Por qué? El chino se puso a investigar y descubrió que la madre escogida era bella a punta de cirugías estéticas, de las que el engendro no se beneficiaba y nació más feo que un dolor de muelas.

El chino se sintió engañado y demandó a la mujer, ganó el juicio y consiguió que lo indemnizaran, la niña quedó desligada de todo parentesco paterno, pero las autoridades chinas le dijeron al chino... pero paremos aquí que esto ya parece un cuento chino.
Y así vamos de tumbo en tumbo (¿de tambo en tambo o de ola en ola?) ¿de la verdad de lo increíble a lo falso de lo creíble?

De lo mal que hablamos a lo peor de lo que entendemos, de la española que nos asegura que la sal nos sube para arriba y nosotros que no, que para abajo.

Y aparece, de pronto, Lionel Messi, una alucinante realidad, nítidamente dibujado entre otras alucinantes realidades: Di Stefano, Pelé, Maradona, Spencer, Boyé, Perucca, Rocha, a quienes tuve el privilegio de ver jugar; pero la pulga Messi prevalece, cuatro veces seguidas “balón de oro”. Un fenómeno sin duda. Una pulga en mala parte para cualquier defensa.

Surge entonces la necesidad de recordar a nuestras primeras figuras balompédicas (que feo se oye esto) de exportación: Moscovita Álvarez en Lanús, en los años en que se usaba el centro half, Chompi Enríquez en Chile, Spencer en Peñarol, con Polo Carrera, y así plano plano, que quien va despacio llega lejos. O no llega, pero va. Y eso queda. Peores nalgas tenía mi prima y las internacionalizó: Se casó con un pastuso de apellido Elano, que era lo que le faltaba. Entonces descansó. Puso punto final a su novela de amor.

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