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El Telégrafo
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Un sociólogo y una gestora cultural hablan de Gentrificación en el sector de la calle Manabí, donde se derrocaron edificios

La llegada de cuatro embajadas al Centro Histórico de Quito costará $ 3,4 millones

Los cuatro edificios acogerán a las misiones diplomáticas. Dos de ellos ya tienen el cartel de las obras que se ejecutarán allí.
Los cuatro edificios acogerán a las misiones diplomáticas. Dos de ellos ya tienen el cartel de las obras que se ejecutarán allí.
Fotos: John Guevara / El Telégrafo
09 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Distintos letreros aparecieron en cuatro edificios patrimoniales del Centro Histórico de Quito esta semana. Son avisos sobre la rehabilitación de estos bienes inmuebles, los cuales -luego de ser adquiridos por el Gobierno a propietarios particulares- se convertirán en las embajadas de México, El Salvador, Nicaragua y Palestina en el país.

Los cuatro están situados en la calle Manabí. Entre Cotopaxi y Cuenca, la fachada es amarilla y hay balcones en el segundo y tercer pisos. Allí estará la sede diplomática de Nicaragua y, en cartel de la obra, consta que el “plazo de ejecución” es de 240 días y que el “monto de inversión” de los arreglos fue de $ 562.078,66, pero, a través de un comunicado, el Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP) informó que esa cifra más la fiscalización de la reconstrucción será de $ 690.138,84.

La intervención en las edificaciones se hará con una inversión de $ 3’466.357,40 y, como todos los cambios en el sector, traerá consecuencias para los vecinos.

Según Patricio Zamora Aguilar -gerente de la Unidad del Plan de Protección y Recuperación del Patrimonio Cultural del Ecuador, del MCyP-, el proyecto siguió los parámetros del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), entidad que hizo los estudios de rehabilitación de las cuatro casas.

“La investigación fue, justamente, para la ocupación de embajadas. Hablamos con estos países para que acojan las sedes, se puso a su consideración algunos convenios de uso y se adelantaron otros trámites administrativos”, dice Zamora.

Al estar registradas en el Inventario de Áreas históricas de Quito, en las construcciones se deben mantener las “características tipológicas y morfológicas del sector”, según consta en el Informe de Regulación Metropolitana entregado en el Estudio de Consultoría. Y el Estudio técnico indica que los inmuebles “revelan un estado de conservación de bueno a regular en su sistema constructivo”, el cual incluye muros portantes de adobe y cimientos mixtos de piedra y hormigón.

El deterioro de las futuras embajadas fue causado por el envejecimiento general de las casas, que estaban cerradas. Hay deformaciones por pandeo de elementos, desprendimientos de materiales, fisuras y grietas además de eflorescencias, humedades, manchas, pudrimientos, oxidaciones y xilófagos.

Las consecuencias humanas

“La categoría de lo patrimonial ha sido manipulada, incluso políticamente, desde 1978”, dice Leonardo Zaldumbide, sociólogo y doctor en historia, para aludir a un hito que marcó la cotidianidad del centro: su declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Consultado por este diario, Zaldumbide explica -vía telefónica- que sobre todo durante las últimas administraciones municipales (alcaldes Paco Moncayo, Augusto Barrera y Mauricio Rodas) “el patrimonio se ha convertido en el leitmotiv para generar o no transformaciones en el espacio central de la ciudad”.

En un informe emitido por Zamora sobre la readecuación de las edificaciones que nos ocupan, se cita la declaratoria de patrimonio como “el hito simbólico de mayor significación para la comunidad que marca la identidad de los ciudadanos (en Quito)” y remarca que “constituye el polo estratégico primordial de articulación de la ciudad y promoción de su desarrollo”.

Para Zaldumbide, los habitantes del Centro Histórico “entienden a lo patrimonial como (sinónimo de) viejo”. Sin embargo, el estudiante de historia sostiene que “el recurso más importante que tiene el centro, hoy por hoy, es la vitalidad, algo muy difícil de manejar si pretendes tener una ciudad que cumpla ciertos objetivos, que no sea topada o en la que cada vez se quiten más servicios”.

El problema sería que la comunidad (quienes estudian, compran y viven allí) deje de habitar el centro y se convierta en un “público gentrificado”. La gentrificación es el cambio en las condiciones y equipamiento de un barrio con el fin de atraer inversiones adicionales, en este caso, las visitas de diplomáticos y el turismo, para mejorar la calidad de vida. “Hay que preguntarnos ¿para quién se quiere otro tipo de ciudad?”, acota Zaldumbide.

De 1997 a 2015, la plataforma Gescultura funcionó en las calles Benalcázar y Manabí. La entidad, que tuvo como cofundador a Zaldumbide, ha llevado a cabo proyectos de mediación cultural con gente de distintos barrios y salió del lugar por la especulación del arriendo que se dio después de la salida del colegio femenino Simón Bolívar del sector (de las calles Manabí, Cuenca, Olmedo y Benalcázar). El proceso se hizo junto a los derrocamientos de un edificio del Ministerio de Salud y el Registro Civil, donde ahora funciona el Huerto de San Agustín, recuerda la gestora cultural Paola de la Vega, quien aún integra Gescultura.

“Es difícil que los embajadores, por ejemplo, hagan un uso social del barrio. El trabajo en oficina por parte de funcionarios internacionales, que tienen cierto estatus y demandas de consumo, va a generar transformaciones inevitables”, dice De la Vega.

Zaldumbide señala la paradoja entre un lugar “cargado de simbolismos, memoria e historia que cada vez es más acartonado”. (I)

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