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La casa del perro, el amor como un círculo

Los mexicanos Michelle Zamudio y Benjamín Cortés (foto) son los protagonistas de la puesta en escena, que aborda los conflictos del amor.
Los mexicanos Michelle Zamudio y Benjamín Cortés (foto) son los protagonistas de la puesta en escena, que aborda los conflictos del amor.
Foto: cortesía
24 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Dos sujetos, un hombre y  una mujer, están en un juego de danza en el que se aproximan, se alejan y repiten a modo de plegaria “quisiera contarte lo que no sé respecto a mí”. En la siguiente escena aparecen como lo que son: dos conocidos que conviven a diario y que, a veces, se desconocen.

La pareja mira la televisión. De repente, él se levanta para ir a vender unos cuadros; quiere vivir, utópicamente, del arte. Ella lo detiene con cualquier excusa, se monta encima suyo. Así comienza una serie de situaciones circulares: los actores vuelven al inicio de la discusión y a sus tropiezos hasta desconocerse. 

En la intimidad de su casa se sienten dos extraños. Ella se pregunta si él es Octavio y él si ella es Gabriela. Se vuelven paranoicos, se sienten usados por el servicio secreto de la nación. “Andan buscando el pretexto de lo político para evadir lo afectivo”, dice el dramaturgo venezolano Julián Martínez, quien es docente de la Universidad de las Artes y director de esta trama titulada La casa del perro. 

El delirio de persecución que tienen los personajes “es un pretexto del juego de la obra -dice Martínez-. Yo quería presentarlo como parte de la ficción, para al mismo tiempo hablar de los desaparecidos en países como México y Venezuela. Las guerras ahora son un juego mediático y, sin embargo, hay muertos de verdad”. 

El autor terminó de escribir La casa del perro, de manera paralela a su tesis de maestría en Filosofía, hace 11 años. Con la dramaturgia recibió el premio Fundarte, lo cual le permitió editarla y sobrevivir un tiempo con dicha distinción. Desde entonces, se ha montado en dos ocasiones bajo su dirección y, en 2012, tuvo una adaptación en Inglaterra.

Se trata de una tragicomedia en la que los actores juegan con diálogos románticos y luego se cuestionan sobre el amor y sus sentidos. Tiene una estructura aristotélica y, al mismo tiempo, está fragmentada.

Benjamín Cortés, el actor mexicano que interpreta a Octavio, lleva 17 años estudiando a Bertolt Brecht. Él considera que ha adoptado la manera del teatro épico como tema y metodología de montaje. “Busco el fundamento aristotélico de toda obra, pero la creación del personaje va más bien por la construcción de la épica que por la gramática. No sé si es por eso que logré un efecto de fragmentación”, dice.

Michelle Zamudio, también mexicana y la intérprete de Gabriela, considera que su rol en el escenario  consiste en seguir los pasos de su compañero. En realidad, lo persigue  hasta que ambos se encuentran y el diálogo fragmentado fluye como un artilugio.

Para Julián Martínez esta puesta en escena debe mover a la gente, conectarla y que además “se entienda que el amor es un paso que te permite salir del círculo y, si ese paso no se da, uno vuelve a caer en el círculo”, sostiene.

El crítico de teatro Hugo Avilés considera que esta “es una comedia filosófica; comedia en tanto que tiene humor, pero si no entiendes la comedia y el pensamiento al mismo tiempo se puede volver algo pegajoso”. La obra tendrá sus últimas funciones el viernes, sábado y domingo, a las 19:00, en La Fábrica, ubicada en la ciudadela Urdesa. (I)

 

 

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