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John Ashbery, creador de una realidad oblicua

Los versos de John Ashbery pueden ser filosóficos y también pueden retratar la cotidianeidad con aspereza.
Los versos de John Ashbery pueden ser filosóficos y también pueden retratar la cotidianeidad con aspereza.
Foto: Giovanni Giovannetti / Effigie
05 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Como un “autor total” definía Luis Antonio de Villena a John Ashbery, quien según el poeta español trató de hacer “con la poesía lo que el expresionismo abstracto hizo con la pintura”. Fallecido el último domingo a los 90 años de causas naturales, en Hudson, Nueva York, Ashbery fue uno de los mayores poetas estadounidenses y de los que más han influenciado a la poesía hispanoamericana.

Primer poeta vivo en tener un volumen publicado por la Biblioteca de América dedicado en exclusiva a su obra, Ashbery, recurrente candidato al premio Nobel de Literatura, recibió diversas distinciones mientras vivía. Su colección de 1975, titulada Autorretrato en un espejo convexo y publicada en español por el sello Visor, fue ganadora de tres de los mayores premios en Estados Unidos: el Premio Pulitzer, el Premio Nacional del Libro y el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros. En 2011 también recibió la Medalla Nacional de Humanidades.

John Ashbery –junto con los poetas James Schuyler, Kenneth Koch y  Frank O’Hara– formó parte de la Escuela de Nueva York de poesía, uno de los movimientos que más contribuyó a renovar el panorama poético norteamericano de los años cincuenta y, quizás, el que mejor ha sobrevivido hasta ahora. A diferencia de los escritores de la generación Beat o  de los poetas asociados al Black Mountain College (Robert Creeley, Charles Olson o Robert Duncan), los escritores de la Escuela de Nueva York nunca perdieron su capacidad de perturbar.

La primera lectura de un poema de Ashbery que hizo el poeta ecuatoriano Juan José Rodríguez, fue en una antología de poesía norteamericana. Allí descubrió a autores como Merwin, Creeley u O’Hara. En aquel entonces, el que más le gustó fue Creeley, pero el tiempo lo ha ido acercando a los poetas de la escuela de Nueva York.

“La poesía de estos autores incorporó la ironía, la ciudad, la fragmentación en textos exuberantes e irónicos. En el caso específico de Ashbery, lo que más me llamó la atención de su poesía es su capacidad para moverse de lo concreto a lo abstracto, de lo más intelectual a lo más sentimental, de lo vulgar a lo aristocrático, todo ello sin cierta ironía. Él crea una especie de realidad oblicua que integra diferentes capas de la experiencia humana donde tienen cabida desde la pintura abstracta, hasta las visitas al supermercado”, dice Rodríguez.

Los cuatro escritores de la Escuela de Nueva York compartieron  afinidades intelectuales y creativas: la devoción por Wallace Stevens y Gertrude Stein, entre otros autores del modernismo, un interés profundo por las artes plásticas, una lectura irreverente y lúdica de la tradición nativa, y una actitud de fascinación y rechazo ante los íconos de la cultura popular.

Además de su producción literaria, John Ashbery también se desempeñó como traductor y crítico artístico. Tradujo obras de Arthur Rimbaud, Raymond Roussel y otros autores franceses. Escribió para The New York Herald-Tribune en Europa, la revista New York y Newsweek y para Partisan Review. También fue profesor universitario de la Universidad de Harvard y rector de la Academy of American Poets.

“Cuando fijé mi residencia en Nueva York, trabé amistad con numerosos artistas plásticos, pero nunca me he sentido tan cerca de sus procedimientos como le ocurría por ejemplo a Frank O’Hara, cuya poesía guarda una relación muy estrecha con la obra de Jackson Pollock y Willem de Kooning. Obviamente, hay puntos de contacto pero mis poemas no son eminentemente visuales. Creo que la afinidad con la música contemporánea es mayor, estoy pensando en compositores como John Cage y Elliot Carter”, le dijo Ashbery a Eduardo Lago en una entrevista de 2004. (F)

Datos

Ashbery nació en Rochester, Nueva York, en 1927. Su primer libro, Some Trees, de 1956, se trató de una obra de difusión minoritaria que tuvo elogios más que significativos desde su propia generación. O’Hara dijo que era “el libro más hermoso que ha aparecido en América desde Harmonium”

Se educó en la Academia Deerfield, graduándose en 1949 en la Universidad de Harvard, con un máster en la de Columbia en 1951. Viajó a Francia, donde residió varios años con una Beca Fulbright, dedicándose a la traducción, además de la escritura.

Autorretrato en un espejo convexo
Este poemario ganó los premios Pulitzer, National Book y National Book Critics.

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