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Hendrix: 50 años de la guitarra de fuego

Hendrix: 50 años de la guitarra de fuego
01 de abril de 2017 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

En la mitología griega, Prometeo roba el fuego del Olimpo para devolvérselo a los hombres. En la segunda mitad del siglo XX, James Marshall ‘Jimi’ Hendrix (1942-1970) le prendió fuego a su guitarra Fender Stratocaster para convertirse en Dios del rock and roll. El Titán burló a Zeus, padre de dioses y humanos. El Extraterrestre alcanzó la estela de Eric Clapton, Dios de las seis cuerdas. Son dos versiones de un deicidio.

El estadounidense había viajado de Nueva York a Londres con la idea de conocer a Clapton, quien fue líder de Yarbirds y creador de Cream, uno de los primeros súpergrupos de la historia. Vio en escena a este trío (Eric, Jack Bruce y Ginger Baker) que parecía inalcanzable y se subió a las tablas para improvisar al ritmo del blues ‘Killing floor’, de Howlin’ Wolf, una canción de compleja interpretación que dominaba y patentó.

Cuando lo traicionaron, Zeus se enardeció y condenó a un castigo eterno a Prometeo. Cuando lo impresionaron, Eric Clapton bajó del escenario y encendió un cigarrillo con dedos temblorosos. “¿De verdad es tan talentoso ese negro?”, se preguntó el británico, incrédulo. Meses después de la revelación, Bruce, su bajista y cantante escocés, llegó al estudio de Cream con un riff y la base rítmica de la canción ‘Sunshine of Your Love’, que nació como un homenaje a Hendrix, según el propio Clapton, quien había pasado de la sorpresa a la admiración.

Al fin y al cabo, unos y otros bebían de una fuente divina, el blues de Elmore James y Muddy Waters y el soul de Steve Cropper. The Jimi Hendrix Experience fue el nombre del power-trío que fundó el guitarrista del West Village, una estructura básica —como la decoración de los escenarios de la época—, pero sólida y potente.

Hace medio siglo, entre el 31 de marzo y el 30 de abril de 1967, Jimi —junto con el baterista Mitch Mitchell y el bajista Noel Redding, ambos ingleses— hizo una gira por el Reino Unido que sería inolvidable. El primer día del tour, en el Astoria de Finsbury Park, le prendió fuego a su guitarra después del tema ‘Fire’. Fue una idea no planificada, según le contó Hendrix al periodista Keith Altham. Pero su agente de prensa, Tony Garland dijo que la idea de hacerlo le estaba rondando la cabeza al guitarrista esa noche, en los camerinos.

El público inglés (1.600 personas) vio las llamas con excitación. El road manager Gerry Stickells se alarmó y le advirtió al representante de The Experience, Chas Chandler (exbajista de Eric Burdon & The Animals), que si Jimi volvía a hacer una cosa así, el tour se cancelaría. Hendrix fue trasladado de emergencia a un hospital con quemaduras leves en las manos tras el hecho, y la guitarra, afectada en la parte superior, fue guardada por Redding hasta que Garland la ocultó en el garaje de sus padres, donde, cuatro décadas después, la encontró uno de sus sobrinos.

El fuego perdura, el castigo fue leve y otro instrumento ardería durante el show más célebre del Extraterrestre, en plena era del ácido, sobre el escenario del Monterrey Pop Festival, hito primigenio de la cultura jipi y antesala del mítico Festival de Woodstock.

Meses antes de que iniciara la fiesta en California, Hendrix hizo una suerte de premonición. La revista New Musical Express publicó una entrevista al guitarrista en la que decía: “el rock tiene que ser una música que te impacte, que te noquee, que te haga sentir como si despertaras violentamente de un sueño profundo (...) Creo que en el futuro el rock será cada vez más duro”.

En el cierre del Monterrey, que fue del 16 hasta el 18 de junio de 1967, la distorsión y el volumen de los temas ‘Killing Floor’, ‘Foxy Lady’, ‘Like a Rolling Stone’ (de Bob Dylan), ‘Rock me Baby’, ‘Hey Joe’ (original de Tim Rose), ‘Can You See Me’, ‘The Win Cries Mary’, ‘Purple Haze’ y ‘Wild Thing’ (The Troggs) llegaron a los oídos de 90.000 espectadores. La interpretación se hizo con una guitarra que se convertiría en cenizas y escombros.

Jimi rasgaba las cuerdas con los dientes, las balanceaba entre sus piernas, las entonaba poniendo la caja de la guitarra sobre su nuca o frotando el mástil sobre los amplificadores, pero Monterrey fue su Olimpo. Allí, Jimi Hendrix estuvo en un trance que lo ponía tras cada pintura en que fue representado Prometeo: Era él encendiendo un cerillo; era él avivando las flamas con sus dedos, como un titiritero imposible; era él exprimiendo un bidoncito de gasolina y echándolo sobre el fuego; era él abalanzándose sobre los amplificadores como si quisiera violarlos; era él destrozando la batería de Mitchell; era él partiendo lo que quedó de su guitarra quemada con golpes contra el suelo que inventó Pete Townshend, de The Who; era él aventando los restos al público después de haber tumbado los pedestales de los micrófonos... era la reencarnación de Prometeo, al fin, convirtiéndose en Dios a golpes de rock.

El espectáculo también redimió a Jimi de una antigua disputa que tenía con Los Who. Townshend lo calificó como genial y bromeó: “de haberlo visto hacer esto en Inglaterra, es posible que lo hubiera golpeado con los puños, pero ahí (en el mítico Monterrey) todo era paz, armonía y amistad”.

Sobre su deificación en California, Hendrix explicaría: “Conseguí dominar los nervios, porque nunca había tocado para tal cantidad de personas. En Alemania o Suecia llegamos a auditorios de 6.000, pero 50.000 y al lado de Janis Joplin, de Ravi Shankar... ¡fue muy fuerte, no lo podía creer!”.

El debut discográfico del joven trío vio la luz en mayo de 1967 y se tituló Are Yoy Experienced. Empezó una escalada en las listas de ventas de discos hasta llegar al número dos en Inglaterra, en junio, superado por Sargeant Pepper’s & The Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, quienes también admiraban al guitarrista de otro planeta.

A fines de 2008, la Fender Stratocaster modelo ‘65 que Jimi encendió hace 50 años fue subastada en Londres, por unos $ 360.000. Prometeo fue un personaje mitológico. Jimi Hendrix falleció a los 27 años el 18 de septiembre de 1970 por causas aún desconocidas. (I)

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