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El Telégrafo
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“Hay un movimiento textual que se acrecienta con la tecnología”

“Hay un movimiento textual que se acrecienta con la tecnología”
22 de octubre de 2012 - 00:00

Esteban Mayorga nació en Quito, su familia es de Ambato y desde hace 10 años vive una estancia prolongada en Estados Unidos, recientemente en Boston, siguiendo un doctorado en Literatura Latinoamericana especializado en Literatura de Viajes, que cerrará con una tesis sobre las Galápagos. Vino dentro de la cuota de invitados extranjeros a la Feria Internacional del Libro de Guayaquil para, entre otras cosas, estar en el conversatorio “Nuevas narrativas urbanas” sobre su primer libro de historias “Un cuento violento”, porque siempre le interesó participar de un evento de literatura joven que ha tenido buenos invitados, algunos que ha leído, para descentralizar un poco la cosa esa quiteña, “endogámica, que siempre es, por un lado,  atroz; y por otro, digamos que sigue un poco fértil”.

La conexión fue a través de María Fernanda Ampuero, a quien conoció en Madrid, y de la amiga de ella, Lola Márquez, y Fernando Naranjo. A Guayaquil le halla un aire como de San Juan, Puerto Rico. En el MAAC encuentra un contraste entre el cerro Santa Ana y el súper gris del río, que por venir leyendo a Brodsky, antes de llegar al país, pensó que tendría un reflejo como San Petersburgo en sus canales.

¿Cómo ha sido el proceso creativo para su nuevo libro, “Musculosamente”?

Difícil, el doctorado en letras, al menos en EE.UU., en promedio, es de entre 6 y 8 años, es muy largo, muy dilatado. Dentro de ese tiempo  tienes que robarle horas a la tesis y a los cursos para escribir. Básicamente  divido mi día en hacer la tesis, 3 o 4 horas diarias porque no puedo más, ya que me cansa mucho; leer ficción y luego escribir una página o dos. Se va produciendo algo que al final resulta   que tiene 200 páginas, después corriges y envías a alguien para que te corrija, así que el proceso creativo fue dilatado y a pasitos pequeños, que pueden compartirse con la tesis.

¿Con quién lo publica?

El sello es Antropófago, que es uno nuevo, muy bueno, dirigido por Andrés Cadena, Yanko Molina y Juan Carlos Arteaga, que son como hormiguitas porque nadie nunca sabe quiénes son, pero trabajan mucho y son muy leídos. Juan Carlos me contactó hace 2 o 3 años para facilitarles un cuento para la antología “Los invisibles” que inauguró el sello, me preguntaron si tenía algo más, dije que no y luego de 2 o 3 años los conocí y les envié lo que tenía para armar el libro sacando unos cuentos que no cabían y otros que sí les gustaron.

¿Solo se maneja en el cuento o le interesa la novela?

Tengo una novelita corta, de 120 páginas, “Vita Frunis”, que se publicó con el Ministerio de Cultura, cuya difusión es complicada, ya que no se vende y es gratis, pero es un poco burocrático conseguirla. La publiqué hace un año y medio o dos años y tuvo la suerte de ganar el Premio Pablo Palacio de Novela.

Dejó Quito a los 25 años, ¿se identifica con el fenómeno de la movida o disgregación personal?

Hay por lo menos 2 movimientos, el textual, que ahora con las tecnologías es mucho mayor, pero siempre hay ejes que conectan Guayaquil-Lima, Quito-Bogotá, Buenos Aires-Barcelona,  México DF-Barcelona antes DF-París, ya que son ciudades que se acompañan editorial e intelectualmente. Dichos movimientos son interesantes porque  vuelven a construir un mapa o constelación nueva que puede ser fértil, intelectualmente hablando.

Luego está el movimiento mercantil, el monstruo al que todo el mundo le tiene miedo porque tiene que ver -la mayoría de veces- con el mercado y no necesariamente con la calidad. Luego está el movimiento antropocéntrico. La gente que puede ir, conocer, visitar, porque en América Latina, hasta mediados del siglo XX, la mayoría de la población era rural, ahora toda ciudad latinoamericana  es un monstruo, una megalópolis; digamos que el movimiento antropocéntrico es de ciudad en ciudad, aunque se piense que Latinoamérica es súper parecida, que somos hermanos. Creo que hay más diferencias que similitudes en muchos casos, lo cual  me  gusta ver más.

¿De qué va su libro “Un cuento violento” del que habló en la FIL?

Es un librito como de 11 cuentos que tienen como eje  central o temático la violencia, pero es mi primer libro de cuentos y como que tiene una inmadurez y es un poco visceral. Personalmente tengo un típica relación amor-odio con él y fue sorprendente saber que ganó el  premio Gallegos Lara de cuento 2008 y, aunque me alegró ganarlo, no me gusta tanto ahora porque sé que fue el primer paso. Todos los cuentos son ambientados fuera de Ecuador, pero en un lenguaje muy coloquial.

¿Tenía textos anteriores?

Había escrito bastantes cosas inéditas y algunas de crítica literaria porque estoy haciendo el doctorado de literatura, pero nada publicado, excepto un ensayo o dos.

¿Por qué se fue a EE.UU.?

Estoy estudiando allá desde hace 10 años, el doctorado son como 6 o 7 años y antes de eso hice un par de maestrías, en realidad, básicamente por las becas que te permiten una flexibilidad  que acá no, por los recursos, los profesores, no realmente el lugar, ya que había un intercambio con mi universidad, la Pontificia Universidad Católica.

A mi modo de ver, es bueno salir un tiempito, si uno quiere escribir. Es algo necesario hasta cierto punto, lo que no quiere decir que si no sales no eres buen escritor. Me gusta verlo como un gesto de emancipación, de salir de aquí por un rato y  volver.

¿De qué va su tesis?

De las Galápagos y en su corpus he podido incluir textos en habla inglesa, coloniales, y luego de escritores ecuatorianos en el siglo XX y más o menos indagar cómo funcionan las islas como un espacio crucial para la modernidad occidental y no necesariamente como un lugar turístico, que es lo que se ve ahora. Incluso cómo las Galápagos levantan más interés literario que el Ecuador entero: hay textos de Vonnegut, Melville, el propio Darwin, muchos libros de ciencia ficción y literatura infantil que se dan en las Galápagos.

Escribió el estudio introductorio para “El pirata del Guayas”, ¿cómo descubre ese libro?

He estado trabajando y corrigiendo esa otra novela corta, “Musculosamente”,  es una cosa inacabada en la que hay una ilación lingüística, una experimentación arriesgada de cómo escribir frases que sean tan complicadas que lleguen a reventar como decía Flaubert, lo que hacía Lezama Lima, lo barroco a lo bestia como  Perlongher, que es dificilísimo de leer, aunque lo mío no es así.

Fue algo  que me dio gusto, totalmente inesperado, ya que para mi tesis voy a los archivos a leer lo que haya y encontré referencias a esta novela  que no se había editado en 110 años, desde que lo hiciera El Telégrafo en 1904, no la había leído y la pedí a la Universidad de Harvard que queda al lado de la universidad donde estudio.

Al leerla descubrí que era una novela importante por dos motivos: porque es la primera escrita en Ecuador, antes de “La Emancipada”, pero de un autor chileno; y por tener un nivel mimético violento del siglo XIX en Ecuador que captura un momento crucial del paso entre la independencia y los primeros años de República con Flores, que deja su presidencia y luego busca retomar el poder. Captura un momento fotográfico del siglo XIX que no lo captura de ningún otro modo ninguna novela, lo que la hace muy valiosa.

Para volver a publicarla me contacté con Iván Égüez, director de la campaña de lectura Eugenio Espejo, se la mandé, le gustó e hicimos todo al tiro porque quería sacarla justo para las fiestas, la feria y hacer una buena presentación. La novela es muy desconocida, algunos historiadores, como Luna Tobar y Larrea, la nombraban, pero no había ninguna referencia literaria, era más una novela histórica porque lo que pasa en ella es algo “verdadero”. Quise hacer una edición anotada, pero no me sentí autorizado porque el siglo XIX no es mi fuerte. Algún momento habrá para lograr hacerla.

¿Encuentra una díada ente ciencia ficción y novela histórica?

Es buenísima la ciencia ficción desde H.G. Wells pasando por Lovecraft,  digamos que ya no es un género menor como se pensaba, ahora es de por sí un género válido porque, en parte, en América Latina se presta para una lectura más política que como un texto netamente “ciencia ficticio”. Hay unas fórmulas para ella que a veces son difíciles de dejar, pero deben estar los obligatorios Philip K. Dick y Ballard. Tal vez debería estar más al tanto de Pynchon, un loco, que me atrae porque es algo demencial en el sentido desbordante de la realidad.

La novela histórica como género no es algo que yo lea mucho, no sé por qué, la historia como ciencia humana me atrae bastante. Hay novelas muy buenas y deliciosas, pero desde el posmodernismo no se puede decir que la historia es verdadera, por lo general la novela histórica tiene que seguir un patrón cronológico y eso ya, a mi juicio, está un poco gastado porque la vida no es “uniperspectivista”, en un solo sentido; por eso  me alejé un poco  de ella.

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