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El mayor archivo sonoro de la Sierra norte se gesta en Otavalo

Un melodio que está funcional reposa en el coro de la Iglesia de San Francisco, en el centro de Otavalo.
Un melodio que está funcional reposa en el coro de la Iglesia de San Francisco, en el centro de Otavalo.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
08 de septiembre de 2017 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

—Estoy seguro de que ahí arriba hay un melodio— dice Diego Rodríguez Estrada, cerca de la puerta de la Iglesia de San Francisco, en Otavalo. Frente al altar, una alarma ha detectado la presencia del musicólogo, una mañana de viernes en la que apenas hay un fiel rezando sobre las bancas. Afuera, en las calles Simón Bolívar y José Joaquín de Olmedo, los pobladores preparan la Fiesta del Yamor en medio de una fría brisa. La celebración funde la cultura ancestral andina y la fe religiosa, pero no sobrepasa las 4 décadas.

“En todas las iglesias andinas había un melodio”, explica Rodríguez Estrada al ver los pedales del instrumento en el coro, hacia donde hemos subido por unas gradas que circulan un callejón estrecho, sin rellanos y cuyas paredes están desvencijadas. Ahí, arriba, una vieja escalera va a dar hacia el campanario, bajo el cual un baúl permanece cerrado, sobre el piso de madera.

Rodríguez fotografía instrumentos antiguos, en casas patrimoniales o templos. Tiene un registro propio pero fue otra búsqueda la que lo trajo hasta esta iglesia. Desde hace dos años recopila partituras escritas por maestros de capilla, como Luis Alfonso Salvador, quien antes de su retiro le dejó un archivo a su familia y quien era el intérprete del melodio que aún está en San Francisco.

Los enormes órganos de tubo eran los instrumentos que acompañaban la música religiosa en la Colonia y estos fueron reemplazados por armonios, algunos portables, que los maestros de ceremonia entonaban y en los que componían. Varias de esas obras desaparecieron. Los teclados, hechos de hueso, se iban desgastando y hasta se desechaban. Algo similar pasó con los melodios.

El párroco de la iglesia que visitamos es Fermín Sandoval y confirma que no hay quién toque el armonio, pero dice que en San José de Quichinche, parroquia de Otavalo, hay otro, más antiguo que suele interpretar el maestro Santiago Granda.

“A partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) hubo un declive del canto en los templos”, dice Sandoval, refiriéndose a la escasez de letras autóctonas para alabanzas. “Es increíble que la música propia de los pueblos, dispuesta en el Concilio, no se haya desarrollado principalmente por una influencia europea. Hasta ahora traen música de afuera y el sentimiento local casi no se traduce en las melodías”.

Rodríguez Estrada reorganiza el archivo sonoro del Instituto Otavaleño de Antropología (IOA), en el cual se está creando el Fondo Luis Alfonso Salvador. El párroco cuenta que es miembro del IOA, pero admite que “el trabajo de archivo es deficiente” en iglesias parroquiales.

El baúl que está frente al armonio guardaría partituras de música para sepelios, entre otros documentos, como misales, pero la llave se ha extraviado. El Archivo diocesano de Ibarra es uno de los repositorios de esta música, que suelen atesorar los curas franciscanos, explica Sandoval, quien es el cura de la localidad  hace dos años y medio, tiempo en el cual no alcanzó a conocer al último maestro de San Francisco.

Fondo Luis Alfonso Salvador

Los Salvador frecuentaron la Iglesia de San Francisco durante los 54 años en que el único miembro músico de esa familia se desempeñó como maestro de capilla. El retiro del instrumentista, quien había llegado de su natal Urcuquí a mediados del siglo pasado, se debió a una enfermedad respiratoria, en 2004. Un padre le solicitó la llave del coro, formalismo para remplazarlo, al igual que a una cantora que lo acompañaba, por un guitarrista.

El archivo personal del compositor se fue formando mientras hacía sus propias composiciones. Además, adquiría algunas partituras, que leía en misa; solo a inicios de este siglo dejó de cantar por una afección pulmonar que se lo impedía.

En una casa de cortinas doradas, ubicada en las calles Modesto Jaramillo, entre Piedrahíta y Antonio José de Sucre, cerca de San Francisco, Byron Salvador muestra los documentos que le dejó su padre, quien murió en 2011. Tuvo 9 hijos, pero ninguno de ellos se dedicó íntegramente a la música.

“Mi papá tuvo la prolijidad de cuidar el archivo hasta los 92 años, cuando falleció”, recuerda Salvador, hijo, aún sorprendido de que el oficio de fundir metales, que tenía su longevo padre, haya minado lentamente su salud, iniciando por el aparato respiratorio. El pasado 1 de septiembre, Salvador, un publicista que se ha dedicado al taxismo, le entregó una tercera parte del archivo a Rodríguez Estrada, quien vuelve cada tanto con los folios de documentos que digitaliza en el IOA, cuya sede es una casa que conserva un acervo diverso desde 1966. Este incluye su arquitectura original, fotografías, bibliografías y documentos, en la Avenida de Los Sarances y Pendoneros, donde estará el fondo digital con el nombre del maestro de capilla.

Archivo sonoro de la Sierra norte

La Universidad de Otavalo surgió del IOA, que está viviendo un proceso de digitalización sonora, audiovisual y documental. El archivo tiene características históricas y regionales.

El acervo data desde 1630, y el fondo sonoro incluye unas dos centenas de cintas magnéticas surgidas de una recopilación hecha en 1975 y que fueron grabadas de 1976 a 1979.

La investigación de rituales estuvo a cargo del entonces llamado Archivo de Etnomusicología y Folclor, a través del cual se estudiaron etnias de Imbabura y Esmeraldas que constituirán un fondo de la región al que se añadirá la música de iglesia, que rescata Diego Rodríguez Estrada. (F)

Datos 

El archivo sonoro del Instituto Otavaleño de Antropología (IOA) está reorganizándose con miras a ser un repositorio regional, el de la Sierra norte. Los soportes, recopilados desde 1966, son casetes, LP y cintas magnéticas.

Las partituras que recopila y clasifica el musicólogo Diego Rodríguez Estrada se sumarán al archivo; provienen del fondo familiar del maestro de capilla Luis Alfonso Salvador y del de la Iglesia de San Luis.

La mayor investigación de música religiosa en Ecuador fue realizada por Mario Godoy Aguirre, desde la Real Audiencia de Quito.

Ecuador fue centro importante de creación sonora. Desde el siglo XVI generó una forma propia de pensamiento musical. (I)

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