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Junto a la danza, el grafiti, la música rap y los dj, la inserción de estas actividades en la periferia ayuda a salvar vidas

El hip hop, una marca de identidad en Brasil

El bailarín de breakdance Nelson Triunfo (der.), ‘padre’ de la cultura hip hop con perfil nacional en Brasil. Foto: Leandro Martins/Milenar
El bailarín de breakdance Nelson Triunfo (der.), ‘padre’ de la cultura hip hop con perfil nacional en Brasil. Foto: Leandro Martins/Milenar
19 de mayo de 2015 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

Sao Paulo.-

Gran parte de la resistencia política de los afrodescendientes brasileños en las periferias de las grandes ciudades no se debe a los partidos, a los líderes políticos, sino a la cultura hip hop, que con la danza, el grafiti, la música rap y los DJ es considerada la más extendida del país.  Según los brasileños, la extensión de la cultura hip hop en Brasil es tan fuerte como la de los negros de Estados Unidos. Solo que en Brasil la comunidad afrodescendiente significa el 51% de la población, según el censo oficial. Y no es una minoría étnica como en Estados Unidos. Brasil es el segundo país del mundo, en cantidad, con población negra, después de Nigeria.

Marcio Santos, uno de los mayores conocedores de la cultura hip hop del país, dice a El TELÉGRAFO que el hip hop de Brasil “es una marca de identidad del país”. Si bien para exportación todavía dominan la bossa nova, la samba o nombres como Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto Gil, María Bethania, Gal Costa o el pop de Michel Teló, quien quiera abrevar en la cultura actual y vibrante de Brasil deberá investigar el hip hop.

En un país con 55.000 homicidios cuyas víctimas son generalmente negros, jóvenes y pobres, el hip hop, dice Marcio Santos, “salva vidas”. Santos es subsecretario del Hip Hop en el estado de Sao Paulo, el más poblado y rico del país, con 40 millones de habitantes. Los gobiernos empiezan a percibir que la cultura hip hop es el camino del diálogo o la búsqueda de él con los jóvenes.

Tanto Sao Paulo como la amazónica Belem, en el norteño estado amazónico de Pará, las plazas del centro y la periferia se llenan de jóvenes que usan el rap y las expresiones artísticas con tono brasileño. Es que en el noreste de Brasil el rap ya existía hacía décadas. Solo que lo cantaban los campesinos en el semiárido, como única forma de hacer arte en medio de la sequía, con apenas una pandereta. “Nuestros ritmos brasileños, como los repentistas, el forró y el xote es nuestra black music. Luiz Gonzaga, acordeonista nordestino, es nuestro James Brown”, cuenta el hombre con la cabellera afro más grande del mundo, Nelson Triunfo, padre del breakdance brasileño que comenzó a ganar las calles de Brasil a fines de la década del 70, en plena dictadura.

“El movimiento break creció en Estados Unidos y se expandió a las grandes ciudades como Sao Paulo. Tuvimos mucho crecimiento con las figuras de Malcom X, Martin Luther King. Aquí éramos todos negros y  había negros en las novelas. Siempre los negros eran los empleados domésticos. Y después de la dictadura, en 1985, los cantantes de rap (MCs) comenzaron a debatir raza, inclusión social del negro, los colores que la élite del país siempre escondió”, manifiesta Triunfo.

La meca del  hip hop en Sao Paulo está en las calles peatonales con piedras portuguesas blancas y negras en torno a la Galería del Rock, un edificio futurista de seis pisos en el centro degradado de Sao Paulo, donde el black power persiste. Aquí, la cultura hip hop llega desde la periferia: son centenares de CD a la venta por una industria que mueve millones y que le compite al ultracomercial funk brasileño, que es un éxito en las barriadas por exaltar el consumo del lujo, las cadenas de oro y hasta el glamour de los narcotraficantes de las favelas.

El hip hop es una cultura ya extendida tanto como la samba. Según las estadísticas, 7 de cada 10 jóvenes brasileños tienen vinculación con el mundo de algunos de los elementos del hip hop. El gran estandarte musical es el paulista Mano Brown, un líder negro líder de la masiva banda Racionais Mcs, de la zona de Capao Redondo, donde también destaca por su literatura el escritor marginal Ferrez, todo un símbolo del nuevo Brasil que se corrió de la periferia al centro. Si uno se cruza con un joven de la periferia, quizás desconozca los versos de Vinicius de Moraes, pero seguramente podrá cantar un rap de Mano Brown. Brown es consultado por políticos para hablar sobre lo que ocurre en la barriadas, donde los jóvenes son tentados por las pandillas, donde el crimen rinde mucho más que viajar dos horas por día en autobús para atender una tienda en los barrios ricos de Sao Paulo o de Río de Janeiro.

El rap tuvo su bautismo entre los colosos de la música del gigante sudamericano cuando Caetano Veloso grabó y lanzó al estrellato a Crioulo, un cantante paulista que incorpora el refinamiento de la música popular brasileña. Lo mismo con Emicida, tal vez el gran poeta del rap actual junto con Rashid.

Según el funcionario Santos, Brasil tiene a la cultura hip hop como una referencia mundial, independiente de la de Estados Unidos: “Nuestro hip hop es totalmente diferente del estadounidense. Recibimos la cultura de allí por la cuestión negra y porque se discute la política étnico racial. Pero en Brasil tiene sus características, se mezcla con la samba y ritmos regionales”.

“Digo siempre que el hip hop es un salvavidas que coloca cultura en jóvenes que podrían haber optado por el mundo del crimen o las drogas. Es un movimiento que da voz a la juventud y obligatoriamente tenido en cuenta para decidir políticas públicas”, evaluó.

Pero sin dudas, Sao Paulo y sus alrededores, donde conviven más de 20 millones de personas, concentra en gran cantidad, y está a la vista, la cultura del hip hop del grafiti. Está considerada la tercera ciudad del mundo en grafiti mural detrás de Tokio y Nueva York. Incluso su alcalde, Fernando Haddad, quien ha respaldado al movimiento del mural callejero, dibujó una especie de Pato Donald en un viaducto como forma de liberar el arte en las paredes ociosas y grises de esta mole de cemento.

El artista Speto, los hermanos OS Gemeos y Eduardo Kobra se destacan internacionalmente entre decenas de obras de arte que le dan color a la metrópoli más grande de Sudamérica. Eduardo Kobra es uno de los baluartes del recorrido de las barriadas marginales, al punto que es contratado para pintar en Estados Unidos, Dubái, Tahití, varios países de la Unión Europea. Su obra cumbre se yergue en la Avenida Paulista, el corazón del poder de Sao Paulo, con un mural gigante, en el muro de un edificio, con la imagen del legendario Oscar Niemeyer, el arquitecto que falleció en 2012 a los 104 años, creador de Brasilia y del modernismo en concreto.

“La primera vez que entré a una galería de arte fue a los 29 años”, dice a EL TELÉGRAFO Kobra, nacido en Campo Limpo, un barrio de las barriadas de Sao Paulo, que hizo del grafiti una revolución en la ciudad y ya conoció 12 países. Su persistencia por el aerosol marginal que luego se transformó en sofisticación admirada por el gran público le valió no haberse quedado en el camino. “Muchos amigos que pintaban conmigo o fueron presos o murieron, se involucraron con drogas, con el delito. Para mí el arte fue una válvula de escape”. (I)

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