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El archivo afectivo, un resonante de artes vivas

En el país, además de su conferencia, dicta un seminario con docentes de la Universidad de las Artes.
En el país, además de su conferencia, dicta un seminario con docentes de la Universidad de las Artes.
Foto: José Morán / El Telégrafo
29 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Giulia Palladini –italiana, residente en Bélgica e investigadora de artes vivas– se imagina a sí misma en un teatro que bajó sus telones. Está vacío y tiene la sensación de ser una espectadora que ha llegado tarde y que busca  resolver la sobrevivencia del trabajo performático, el cual habitó y activó sensaciones en ese espacio.

Con el teatro vacío y el performance acabado, trata de imaginar la carne, el oído, el olor de lo que ya no puede aparecer “y que talvez lograría volver si yo alcanzo, no tanto la vibración de la obra como acontecimiento, sino la vibración de los afectos que la obra despertó”, dijo Palladini, el lunes pasado, refiriéndose a la noción que plantea sobre el ‘archivo afectivo’.

Su conferencia fue en el Campus Sur de la UArtes, donde, a pesar del cansancio del seminario que inició con los docentes de la institución ese mismo día y el aire acondicionado que le producía el carraspeo de las palabras, no dejó de plantear preguntas sobre aquella idea.

Para no ser más una espectadora que llega tarde al intento de materializar el performance tras su fin, Palladini desarrolló la noción de ‘archivo afectivo’ sin el afán de teorizar ni sistematizar una práctica. Se trata de una contrapropuesta a los conceptos canónicos sobre el archivo. Lo sitúa fuera de la noción imperante del mismo como lugar donde se conserva un original, cuya integridad debe ser preservada. Para ella –que asegura tener al español como su lengua de deseo– el archivo afectivo es una práctica de la imaginación que confronta el futuro, a través de la cual es ‘operadora de un hacer presente’.

Para teóricos como Peggy Phelan, autora de The ontology of performance, las artes vivas se configuran como inapropiables, por la extinción de su materia —de su presentación—. La experiencia de Palladini se distancia de esta práctica, funciona a la inversa. Ella considera el performance como una materialidad capaz de permanecer aún cuando se acaba. “Siempre me molestó esa idea. Para mí, el performance es algo que se queda, que deja huellas largas en el tiempo y en el espacio”, dice, y esa sería la búsqueda del archivo afectivo.

Su inquietud frente a los archivos la movía fuera de la academia, de su entrenamiento con el saber y del reconocimiento de lo que tiene un valor y lo que no lo tiene para el proceso de la realidad. “El pensamiento académico alrededor del performance se vuelve siempre palabra muerta”, repite sobre la práctica común de estudio.

Este tipo de archivo, según Palladini, define un horizonte, un límite que oscila entre la materialidad y la inmaterialidad. “Es el nombre de un proceso de producción de la memoria en el que cada uno es interpelado, reconoce el impulso que, al mismo tiempo, crea y moviliza el archivo, no como institución, no como su etimología (el original que debe resguardarse)”.

Hablar de archivos afectivos –aclara Palladini– vuelve a sus productores responsables del camino que pueda tomar el archivar, entendiéndolo como vector de transformación. “El término afecto no coincide con emoción, se refiere a los afectos que nos mueven, en el sentido de que el afecto es lo que agita el cuerpo, que puede ser algo violento, político, compartido, individual o colectivo”.

Palladini propone la idea de archivo afectivo como una herramienta de juego colectivo que podría producir otras formas de conocimiento y creación. En ese camino, en 2010, junto a otros investigadores, planteó el proyecto de la construcción de un léxico por un archivo afectivo. La consigna fue generar un dispositivo que desplace la relación entre performance, documentación y pensamiento. En una conferencia los investigadores intentaron responder “¿Qué se quedará de este pensamiento compartido? ¿Cómo generar testigos de la acción de pensar juntos fuera de una lógica de escritura del performance?”.

Rompen, entonces, con los encuentros académicos alrededor del performance. En esta publicación, originalmente en polaco y que pronto será traducida al inglés, crean una serie de espacios, donde cada uno utiliza palabras de su idioma materno que no pueden archivarse como objetos.

En ese juego la palabra y los conceptos se vuelven detonadores de acción. En cada espacio del libro habitan nociones como el ‘peligro’, la ‘atmósfera’ o la posibilidad de ‘conservar’. En cada propuesta se repite la idea de transmitir memoria, “de cómo transmitir algo sin perder la carne”. (I)

Datos

Giulia Palladini es una filósofa italiana residente en Berlín. Actualmente da clases en la Kunsthochschule-Weißensee Berlín. Sus textos han aparecido en revistas internacionales.

Con Marco Pustianaz coeditó el libro Lexicon for an Affective Archive (Gdansk: slowo/obrazterytoria, 2015) y es autora del trabajo próximo a aparecer, The Scene of Foreplay: Theatre, Labor and Leisure in 1960s New York (Evanston:Northwestern University Press, 2016).  

Colabora con la red de la escuela de Creación Teatral de la Universidad de las Artes. El año pasado propuso la conferencia ‘Labor del juego previo: sobre la materialidad y la desobediencia del placer’, un modo de discutir la labor amateur del teatro en relación al trabajo por amor y al sistema social de la producción teatral. (I)

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