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Diego Cobo va tras las huellas de la esclavitud en Latinoamérica

Parte del trabajo de Diego Cobo ha sido publicado en El Malpensante, de Colombia; Variopinto y El País, de España.
Parte del trabajo de Diego Cobo ha sido publicado en El Malpensante, de Colombia; Variopinto y El País, de España.
Foto: cortesía de Diego Cobo
13 de febrero de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

En 2014, el periodista español Diego Cobo tomó un avión a Alaska inspirado por los cuentos de Jack London. Cuando llegó contó los peligros de pilotear una avioneta en esa zona del planeta, que es la única forma de movilizarse en un territorio de tan solo dos ciudades con carreteras inexistentes. También escribió la historia de la lotería, en la que solo ganan aquellos que pueden predecir el momento exacto cuando se deshielan los glaciares.

Ese mismo año, viajó a Massachusetts movido por la huella de Moby Dick, la novela de  Herman Melville. Allí registró con su cámara la costa a través de sus faros, desde New Bedford, donde comienza la trama. Luego, fue tras los pasos de Henry David Thoreau, identificando las claves de Walden, el libro que el autor  estadounidense escribió durante su estadía de dos años en Concord.

Las lecturas de Cobo suelen definir sus viajes y las historias que busca contar, aunque asegura que cuando se desplaza a cualquier lugar intenta hacerlo sin mayor expectativa, pues “así es más fácil sorprenderse”.

Este año, con los relatos de sus viajes a Jamaica, Gambia y el sur de Estados Unidos, Cobo ganó la beca de periodismo Michael Jacobs de Crónica Viajera, por su proyecto Huellas Negras. El premio que entrega hace tres años la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) tuvo un jurado, conformado por Federico Biachini (ganador de la edición pasada), Jon Lee Anderson y Daniel Samper Pizano.

Los periodistas resaltaron del proyecto que el “eje temático central en torno al que giran todas las historias”, hacen de los viajes una “herramienta, no un protagonista” y “se evidencia que su propósito no era viajar por viajar, era viajar por contar”.

En Huellas Negras, Diego Cobo presenta una serie de crónicas de la esclavitud, a través de la presencia negra en América Latina. Aunque esta vez no hay un origen literario en su trabajo, las crónicas que trabajó al sur de Estados Unidos se cruzaban con la voz poética de Maya Angelou.

Esas historias sobre la esclavitud son el principio, y la literatura, tan solo el apoyo. “En este caso es más consecuencia que causa”, dice el autor en una entrevista vía Skype con este diario.

Su búsqueda coincide con la declaratoria de las Naciones Unidas del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024). También se cruza con la ruta del esclavo, que implementó la Unesco en 1994 como una forma de romper el silencio “sobre la trata negrera y la esclavitud que implicaron a todos los continentes y que provocaron trastornos considerables que modelaron en consecuencia nuestras sociedades modernas”.

Cobo apunta al mismo fin: decir lo que no se ha dicho de una población que, estadísticamente, es la que “más sufre discriminación y sigue siendo la más castigada y vetada por las instituciones”.  

Sus historias tienen como territorio a Jamaica, Gambia y el sur de Estados Unidos. Con la beca, el proyecto se ampliará en dos países de América Latina, que podrían estar sujetos a cambio, pero que, por ahora, son Cuba y Colombia. Para el ganador de la beca, seguir los rastros de la esclavitud en América Latina es adentrarse en un continente que considera muy vivo y en el que habitan 150 millones de afrodescendientes.

El periodismo de viajes

A los 19 años, Diego Cobo viajó por primera vez solo a Australia cargando una maleta. Cuando inició su carrera de periodismo empezó a tomar  en serio los viajes, a registrar en apuntes lo que escuchaba y a fotografiar escenas. Luego llevó su trabajo a la Agencia de Cooperación Española y se dedicó a documentar historias de forma paralela, en La Habana.

El periodismo tiene nuevas posibilidades con las tecnologías de la información. Cobo considera que, si bien son una inmensa ventaja para que lo que ocurre en el mundo ya no esté en pocas manos, no son una herramienta para el periodismo que le interesa hacer.

“Las nuevas tecnologías son muy útiles para el día a día, para las secciones de actualidad, política, pero en cuanto a este tipo de reportajes más largos no son una forma de competencia –dice Cobo–. Los reportajes que me interesan tienen una elaboración profunda que requieren una presencia para contar detalles, los sabores, los olores”.

Al estilo de Miguel Ángel Bastenier -en una entrevista con el periodista Luis Fernando Fonseca dijo que “la crónica es un invento de la FNPI para renombrar a un reportaje con ínfulas literarias”-, a Cobo no le gustan las etiquetas. Considera que los reportajes clásicos van casi siempre al grano y que si él hace crónicas es porque escribe influenciado por lo que lee y por los maestros que sigue, como Martín Caparrós o Leila Guerreiro. “Uno transmite los detalles para trasladarle al lector a ese lugar que no conoce”. (I)

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