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"Debería haber muñecos para niños que incluyan mujeres fuertes"

"Debería haber muñecos para niños que incluyan mujeres fuertes"
10 de marzo de 2016 - 00:00 - Ana Cristina Franco Varea. Cineasta y escritora

¿Qué es ser una mujer en el siglo XXI? Es cumplir 30 años y que te vean raro porque no tienes hijos ni esposo. Es justificarte ante algunas feministas por usar ropa sexy. Es que después de tanta lucha de las mismas mujeres, aún se siga tratando al femicidio como si fuera un homicidio. Es coger un taxi y rezar durante el trayecto para que no te violen, para que no te maten. Es luchar por el feminismo pero aún sentir tristeza —consciente o inconscientemente— por no ser como las modelos, porque eso es lo que te han enseñado la televisión, las revistas y las vallas publicitarias desde que tienes uso de razón.

Es sentir vergüenza de escribir que alguna vez tuviste una aventura de una noche en un hotel. Es tener sexo casual y, al otro día, sentir un vacío gigante. Es tener vergüenza de que tus padres lean que has tenido sexo. Es escribir estados de Facebook proclamando igualdad de género mientras sigues gastando dinero en cremas, champús y maquillaje para volverte más deseable a lo que al género opuesto le han enseñado cómo debe verse una mujer. Y eso, también, es lo que te han enseñado desde niña.

Es no saber qué es ser “una mujer” ni cómo ser mujer cuando los roles de género han estado tan cuestionados y estudiados. Nuestras preferencias sexuales y los roles de género se han vuelto un tema académico mientras deberían ser la cosa más natural del mundo y, quizá, no tendrían que venir acompañados de nombres y explicaciones científicas.

Ser una mujer en el siglo XXI es que el rosado siga siendo tu color favorito, que aún llores con películas de Disney, que te sientas mal porque te digan señora mientras muchos hombres pasados de los 40 salen con chicas de 20 y son unos 'duros'. Pero, si fuera al revés, sería ridículo: la mujer no sería una dura por alzarse al joven sino una vieja puta. Madonna sabe de lo que hablo. Los hombres con arrugas y panza la siguen gozando, aunque no tengan pareja. Pero si una mujer no la tiene, está sola. Es que te respeten más cuando tienes pareja. Es sentirte agredida por los piropos que te lanzan en la calle, pero sentirte mal si no te lanzan ninguno, porque lamentablemente sigues buscando la aprobación de los otros, aunque digas que no.

Es luchar contra los estereotipos pero seguir haciendo dieta. Es sentirte bien porque un hombre —cualquiera te regrese a ver. Y luego sentirte mal por sentirte bien. Es que si en una reunión hay más hombres ellos hablen primero y, cuando tú intervienes, tienden a callarte.

Es escuchar a otras mujeres decir que las mujeres que tienen el “culo plano” no deben usar leggins ni ponerse short. Es ponerte una superminifalda y linda y decir que lo haces “para ti misma”, y no para el resto. Es escuchar que casi todas tus amigas han abortado, casi todas han sido agredidas por sus novios.

Es escucharte y saber que tú misma has sido agredida por alguno de ellos. Es ir a los museos y no ver nombres de mujeres. Es que un hombre viejo no tenga problema en encontrar pareja y una mujer sí. Es la dificultad para encontrar una buena pareja, porque la mayoría de hombres se aprovechan de su posición de poder y se dan el lujo de probar, de no comprometerse.

Es soportar todo eso porque no quieres pasar 'sola'. Porque te han enseñado que si un hombre no tiene pareja está tranquilo, pero si tú no la tienes estás 'sola'. Sola. Es ver que un hombre que sufre por una mujer es respetable, tiene derecho a emborracharse porque el hada, la musa, la bruja o lo que sea (porque una mujer siempre es de otro mundo, nunca humana), lo ha desviado del camino. Y ahora sufre y está loco. Pobrecito. Pero si una mujer se desgarra de amor por un hombre es débil y patética.

Es saber que todo el machismo es simplemente por el miedo de los hombres al inmenso poder que hay en las mujeres. Por miedo agreden, por miedo usan su fuerza física que es la única que supera a la fuerza de las mujeres.

En pleno siglo XXI seguimos siendo una minoría. El machismo es una enfermedad social que viene de siglos. Y si queremos cambiar se debería empezar por la publicidad, que es el nuevo Dios. La Ley de Comunicación debería quitar anuncios de productos de limpieza en los que solo aparecen mujeres. En las escuelas se debería enseñar que las mujeres pueden gustarse entre sí y los hombres también. A los niños deberían vestirlos de rosado y a las niñas de celeste, y de todos los otros colores también. Debería haber muñecos para niños que incluyan mujeres fuertes y no princesas delicadas. Eso, quizá, sería empezar a crear una verdadera inclusión. Una igualdad más realista. (O)

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