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Cuenca perdió 8 salas de cine en 20 años

Veinte artistas cuencanos hicieron intervenciones in situ en los seis cines donde ahora funcionan un parqueadero, un templo religioso y locales comerciales.
Veinte artistas cuencanos hicieron intervenciones in situ en los seis cines donde ahora funcionan un parqueadero, un templo religioso y locales comerciales.
Imagen: portada y páginas interiores del libro
19 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Cuando desaparece un cine que funciona por fuera de los circuitos comerciales, se destruye la posibilidad de imaginar otros mundos, de experimentar otras sensibilidades.  Borrar el cine de la vida diaria de una ciudad implica limitar a sus habitantes una sana formación intelectual y afectiva.

En Cuenca, entre 1984 y 2004, ocho salas de cine desaparecieron y algunas se convirtieron en templos religiosos, parqueaderos o simples negocios. El antiguo Teatro Cuenca es hoy el ParkCuenca; el Teatro Candilejas se transformó en el almacén Sexy Locuras; el cine Alhambra es ahora el Centro de Renovación y Formación del Azuay, y el cine España es el Comercial Gaby.

El emblemático Teatro Lux, en cambio, se convirtió en el coliseo de la escuela Carlos Crespi y el cine 9 de Octubre es hoy un parqueadero público con tiendas comerciales. El Teatro Sucre y el Teatro Casa de la Cultura siguen ofertando actividades culturales, pero ya no tienen sus salas de cine.

“En mi infancia y adolescencia, como muchos chicos de mi generación de clase media, teníamos al cine como  parte de nuestros hábitos culturales. Ir el fin de semana al cine era casi un deber religioso, era un placer; de hecho, era uno de los pocos espacios de gozo de recreación que te daba la ciudad, de manera que yo completé mi educación en los cines, sobre todo la educación sensorial”, dice Cristóbal Zapata, director de la Bienal de Cuenca y artífice del proyecto Paraísos perdidos (Revistando los cines de Cuenca). 

Este trabajo, que está registrado  en un libro y en un documental, va tras la historia de los cines ausentes de la ciudad. Entre abril y junio de 2015 se desarrolló este proyecto que activó la escena artística local. El objetivo era reunir a veinte artistas emergentes cuencanos, que se agruparon en seis equipos, y se les planteó trabajar en seis salas de cine desaparecidas de las que ahora solo quedan sus fachadas.

Los artistas hicieron en las salas de cine site-specifics que dialogaban con la memoria del lugar y con sus características arquitectónicas. También recopilaron testimonios de los barrios, de los habitantes y de los clientes habituales, y los combinaron con un extenso trabajo de hemeroteca.

El resultado concluyó en una jornada realizada el 2 de julio de 2015, en la que a partir de las 17:00, los ciudadanos de Cuenca junto con el equipo de la Bienal visitaron las seis salas con las instalaciones ya hechas de los artistas. Estos momentos se aprecian en el trabajo documental de Paraísos perdidos, que fue presentado en Quito, en la sala del Ochoymedio.

“Aquella tarde, que terminó a las diez de la noche, fue como si asistiéramos a una función continua de aquella época”, recuerda Zapata, quien trabajó en este proyecto junto con Geovanny Narváez como curador adjunto. Anteriormente, en el marco de la Bienal, ya se había ejecutado un proyecto sobre la memoria de la ciudad, cuando se recuperó en una muestra la presencia judía en Cuenca. (I)

 

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