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Nueve de sus películas se proyectan en la XVI edición de los EDOC

Claire Simon narra la civilización escondida

Claire Simon camina por las calles de La Floresta, antes del conversatorio con la prensa en  La Cafetina, donde dirá que el cine documental  es un “ejercicio de improvisación”.
Claire Simon camina por las calles de La Floresta, antes del conversatorio con la prensa en La Cafetina, donde dirá que el cine documental es un “ejercicio de improvisación”.
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
17 de mayo de 2017 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez

Todo un entramado social se esconde detrás de la pequeña puerta de una cocina francesa. Lo que aparenta ser una simple discusión de cuentas sobre los víveres que se comprarán para la comida del día, es, en realidad, un tratado de cómo las personas tienen que lidiar, a diario, con la escasez, la depresión y la incertidumbre. En Coûte que coûte (Cueste lo que cueste), de Claire Simon, se narra la tragicómica historia de Jihad, el dueño de una empresa de alimentos que hará todo lo posible por sacar adelante su negocio que no sabe cómo administrarlo.

Junto con los cocineros Fahid, Toufik y Madanni, el repartidor Marouan y la multifuncional Gisèle,  la historia de Jihad, un tipo descuidado que se esfuerza por luchar en un territorio que desconoce, es la historia de los avatares diarios de la sociedad moderna. Narrada mayormente a través de planos cerrados, concentrándose en espacios concretos y  en los personajes, Coûte que coûte  es un buen ejemplo de cómo funciona todo el trabajo de Simon: los lugares le dan el guion y los cuerpos la movilidad a la cámara.

Pero el cine de Claire Simon, invitada especial al Festival EDOC y de quien se proyecta en esta edición nueve filmes (siete documentales y dos ficciones), se nutre de la palabra, la principal base de su narrativa audiovisual. Su obra  está saturada de murmullos, testimonios, charlas, peleas, declaraciones, entrevistas, consejos y de todo tipo de soportes que se basen en la palabra. Más allá de lo que se dice, que en algunas de sus películas raya en la divagación filosófica, lo importante es que se habla, sus personajes se confrontan mediante gestos y verbos.

En Les bureaux de Dieu (La oficina de Dios), la cineasta francesa –quien inició su carrera hace más de 25 años, cuando el cine documental empezaba a florecer en su país– recrea una oficina de asistencia social para mujeres que llegan allí con dudas, temores y sospechas. Otro grupo de mujeres de todas las edades las atienden y escuchan sus relatos, que van desde el olvido de una joven que no tomó la píldora del día después, hasta la historia de una prostituta de 40 años que ha quedado una vez más embarazada, al parecer, del mismo hombre y que ahora quiere abortar.

Esta película es la muestra de que lo que más le motiva a Simon es explorar en los diferentes lenguajes del cine para hacer Cine, a secas. Diluir las fronteras para encontrar sus mayores dimensiones. Les bureaux de Dieu es una pieza de ficción llena de entrevistas que, justamente por ese formato, bien podría pasar como un trabajo documental.

Pero estos juegos que hace Simon  con los bordes de la ficción y la realidad –porque no son más que juegos, indagaciones lúdicas y lúcidas sobre la realidad– también se reflejan en películas como Géographie humaine (Geografía humana), un documental que ocurre en el Gare du Nord de París, la principal estación ferroviaria de Francia y una de las más grandes del mundo, con más de 200 millones de pasajeros anuales. Aquí, Simon, junto con un amigo que le sirve de interlocutor, entrevista a diversas personas que transitan por ese ecosistema social cargado de cuerpos de diversas nacionalidades y culturas. Los trenes operan como una metáfora de la globalización: se mueven de una manera que apenas podemos alcanzarlos y, si cerraron sus puertas, uno deberá esperar a que otro tren te lleve a donde quieres, o puedas ir.

Esta película tiene su contraparte ficcional en Gare du Nord (Estación del Norte), la cual se concentra en la historia de dos individuos que atraviesan a diario esa marea de gente que llora, ríe y huye.

 A la cineasta francesa no le interesan los temas de actualidad, en el sentido periodístico, pero todo lo que narra no deja de ser contemporáneo. “Me parece muy importante la política, pero yo no hago filmes sobre las guerras ni las elecciones presidenciales. Me interesa mucho lo banal, porque siempre hay historias muy fuertes ahí. Yo parto de una escuela vieja que piensa que la banalidad es muy interesante. Por ejemplo, detrás de las historias de Les bureaux de Dieu, que algunas pueden parecer muy banales, está una historia de la verdadera opresión  hacia las mujeres”, dijo Simon, tras un conversatorio que tuvo con la prensa la anterior semana, en La Cafetina de La Floresta.

Con el pelo dorado desordenado, casi siempre cubriéndole la cara, y con unos gruesos lentes de pasta negra que parecen de buceo, como si los usara para explorar lo que hay bajo la superficie de la realidad, Simon cree que el cine es un arte como los otros y no le agrada la idea de que la incluyan en el cine de mujeres. “Cuando empecé a hacer cine había tres realizadoras francesas, pero hoy hay muchas y eso está bien. Pero no creo que haya un cine de mujeres, sino que hay un cine que es el testigo de la historia en general, de lo que está sucediendo en el mundo”, dice, al rato que una gran sonrisa le atraviesa todo el rostro.

Esa noción de ser testigo de su tiempo y de interesarse por la banalidad, se refleja de mejor manera en Récréations (Recreos), uno de sus documentales mejor logrados. Esta obra es un ensayo prematuro sobre las formas de organización de la sociedad. Una cámara registra los juegos y los pequeños mundos de los niños mientras están en el recreo: el miedo, la tenacidad, la alegría, el acoso y la violencia se manifiestan en las acciones de los niños.

“Me interesa la gente que escoge un lugar para hacer una cosa importante en la sociedad, como trabajar o  jugar en la escuela. Hay muchos lugares en la vida donde se puede ver otros momentos de la civilización. Los niños que juegan en el recreo es un momento importante de la civilización, como el trabajo de una pequeña empresa”, concluye Simon, cuyos filmes se podrán ver hasta este domingo. Corran. (I)

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