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El Telégrafo
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El monólogo busca la reflexión del público y explora la vejez desde múltiples aristas

“Cada vez que subo al escenario me acuerdo que provengo del humor”

Mueckay interpreta a Manuco, quien se ha escapado del hospicio. Sus ocurrencias están llenas de reflexión. Foto: Laura Castiblanco.
Mueckay interpreta a Manuco, quien se ha escapado del hospicio. Sus ocurrencias están llenas de reflexión. Foto: Laura Castiblanco.
21 de noviembre de 2014 - 00:00 - Carla Badillo Coronado

UNO

“Todas las sociedades tienen sus puntos débiles, sus llagas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte”.      

             Michel Houellebecq

 

Así, sin treguas, tal como lo define el poeta y novelista francés, es como debería ser el oficio de todo verdadero artista, sea cual fuese esa llaga. Y aunque en toda la entrevista, Lucho Mueckay (Guayaquil, 1957) no menciona a Houellebecq, la frase calza perfecto con su labor permanente en el teatro ecuatoriano.

Actor, director, coreógrafo y gestor cultural Mueckay ha sabido encarnar un sinnúmero de personajes con una sola herramienta: el humor; arma poderosa que siempre lo ha acompañado.

“Vengo de una familia muy cómica, muy lúdica. Cada vez que nos reunimos, jugamos. Mi mamá era una persona campesina, que apenas sabía leer y escribir, pero manejaba un humor muy bucólico, propio de la narración oral. Mi padre, que fue de la ciudad al campo a trabajar, manejaba un humor más serio, pero de ambos me alimenté. Por eso, cada vez que subo al escenario, me acuerdo que provengo del humor”.

DOS

Pero ningún talento -por más natural  que sea- podría desarrollarse sin la mínima intención, con todo lo que aquello implica (decisión, preparación, compromiso). En el caso de Mueckay, ese ‘asumir’ se dio a los 6 años, cuando abrió uno de sus libros en la escuela y quedó fascinado con 2 comedias. Entonces, decidido, se dirigió al escritorio de su profesora y -pequeñito y menudo como siempre- le dijo: “Quiero formar un grupo de teatro”, algo que su maestra, sorprendida, aceptó.

Tras la reacción de su maestra, el  pequeño Luis, con una dulce sonrisa, añadió: “Y quiero que la actriz sea María Cristina”. Aquel año, Mueckay no solo actuó junto a la niña más linda de su curso, sino que nunca volvió a entender la vida sin actuar sobre un escenario.

TRES

Viajó, se preparó, volvió. En 1995, Mueckay fundó el grupo Sarao, en Guayaquil, plataforma cultural en la que además incorporó otras disciplinas como la danza contemporánea, en la que también, en Ecuador, fue uno de los pioneros.

Desde entonces han sido decenas de monólogos los que ha representado, dentro y fuera del país, con personajes tan versátiles que con frecuencia -como él mismo asegura-  tocan la puerta de su imaginación a fin de preparar algo nuevo’.

Uno de ellos es Manuel Pérez Sosa, más conocido como Manuco, un señor de ‘noventa y piquito’ de años que, a través de sus diálogos sencillos y su profunda perspectiva cómica e irreverente, es capaz de entregarle al público la posibilidad de reflexionar sobre los múltiples embates de la vida, así como las diversas alternativas que uno tiene frente a ese tic tac cayendo sobre nuestros cuerpos.

CUATRO

Es justamente el personaje de Manuco al que Mueckay encarnará mañana, a las 20:30, en el Teatro Centro de Arte, con su nuevo monólogo: ¿Quién me quita lo bailado? La frase lo dice todo, o casi.

Una vez abandonado por su familia en un asilo de ancianos, Manuco sigue haciendo de las suyas (esta vez con sus nuevos amigos), llevando a cabo las más disparatadas ideas. Sus achaques son propios de un cuerpo trajinado, pero su mente está más lúcida que nunca.

“Hay mucho humor, pero es una  crítica a la sociedad. ¿Quién mejor que un viejo para hablar de la vida? Más que la enfermedad, lo que mata a un viejo es la soledad; y ante ello, el humor es una magnífica cura”. 

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