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Aquarius es un tratado sobre la resistencia, narrado desde la poesía

El filme se estrenó el anterior año en Cannes, cuando Temer ascendió al poder. El equipo manifestó su rechazo.
El filme se estrenó el anterior año en Cannes, cuando Temer ascendió al poder. El equipo manifestó su rechazo.
Foto: internet
13 de junio de 2017 - 00:00 - Gabriel Noriega

Aquarius,  película del pernambucano Mendonça Filho, se estrenó en Cannes en mayo del 2016 y su lanzamiento coincidió con la investidura de Michel Temer en la presidencia del Brasil, después del golpe de Estado contra Dilma Roussef. El día de su lanzamiento, el director, el elenco y los productores de la película se detuvieron encima de los célebres escalones de la sala Lumière y todos blandieron unas hojas A4 con mensajes políticos: “En Brasil está sucediendo un golpe de Estado”. “En Brasil ya no hay democracia”. “Dilma, lucharemos contigo”. Las consecuencias fueron inmediatas: el gobierno de Temer prohibió la película para menores de 18 años y, en un gesto soberbio, no la nominó a los Óscares.

Esta manifestación deja en evidencia de qué lado de la Historia se ubica Aquarius. Aunque no es una película sobre política –o al menos no frontalmente– Aquarius sí es un filme sobre la resistencia, sobre la lucha de Clara frente a las compañías inmobiliarias.

Clara, el personaje principal interpretado por Sonia Braga, es una viuda y antigua periodista musical de 65 años que  vive en un viejo apartamento frente al mar en la ciudad de Recife.  La casona donde vive ha sido progresivamente desocupada por los vecinos, pues una constructora inmobiliaria, con el afán de construir un rascacielos, ha comprado todos los departamentos, menos el de Clara. La mujer se resiste a venderlo y defiende épicamente su casa, su causa, contra viento y marea. Incluso sus familiares parecen querer que ceda. Este tema, que podría parecer banal, da lugar a reflexiones de absoluta contemporaneidad y universalidad. La universalidad del combate, la belleza del individuo que resiste frente a la máquina compresora.

¿Por qué alguien se empecinaría en no vender su casa, a pesar de tener una excelente oferta? En la primera de las tres partes de la película, que sucede en los años 80,  Mendonça Filho –guionista y director– monta una serie de memorias sobre este departamento que dan cuenta del apego sentimental de Clara con su hogar. El departamento ha sido testigo de celebraciones, de cumpleaños y de momentos difíciles, como la lucha de Clara contra el cáncer de mama.

Enseguida, el filme da una elipsis hasta el 2016. Clara ha quedado viuda y ahora tiene que vérselas sola frente a la constructora. En este punto el guion tiene algo de kafkiano. Clara no ha elegido a sus contrincantes. Ellos han aparecido en la escena y no hay más escapatoria que un largo enfrentamiento. Clara no sucumbirá y su resistencia solitaria es épica.

En Recife, de hecho, el tema de las militancias urbanísticas no es nuevo. Desde hace años un terreno público al borde del océano es el terreno de disputas entre activistas (OcupaEstelita) y los especuladores inmobiliarios. En la actualidad, las constructoras ya han devastado la principal playa de la ciudad para transformarla en un muro de departamentos con vista al mar.

Aquarius es, de alguna forma, la continuación de esos debates, como  lo recuerda Pedro Queiroz, quien interpreta a Tomás, el sobrino de Clara: “La gente (nosotros, los progresistas) tiende a considerar a lo conservador como algo exclusivamente negativo, cuando a veces es una manera de preservar lo que le da identidad a un lugar. Además Brasil siempre ha renegado de sus orígenes. Sufrimos constantemente una pérdida de identidad y de memoria. Entonces, cuando de preservar la memoria se trata, lo conservador es bueno e importante”.

Esta idea se encarna en Clara, quien es una coleccionista de vinilos, de libros, de fotos; es una conservadora de memorias que almacena en su querido departamento.

El personaje que interpreta Pedro Queiroz  le aporta frescura a la película. En el filme, él es ligero, inteligente y perspicaz. “Todas las generaciones tuvieron pensamientos del tipo ‘la ciudad ya no es la misma, en mis tiempos no había tráfico, ni polución’. Aquellos son pensamientos conservadores, pero son pensamientos más inteligentes a considerar que la idea de que transformar a Recife en Miami va a ser una solución económica y cultural para la ciudad. Ese tipo de progreso es bobo; es un progreso que solo piensa en el capital, en acumular dinero en la mano de pocas personas. En ese caso, yo seré el tipo que defiende a las casitas con su arquitectura original frente a los imponentes rascacielos”, comenta el actor.

Queiroz plantea las dos caras de una misma moneda: un conservadurismo consciente es, quizás, sinónimo de un progresismo avisado. Al fin de cuentas se habla, a través del cuerpo de Clara, de la resistencia frente al capitalismo salvaje. Pero no desde el dogma ni de lo panfletario. “La película no es panfletaria desde el momento en que el personaje principal es una burguesa, Clara. No es la ‘pobrecita’, ni alguien que vive en un barrio pobre. Y el rival de ella, Diego, de la inmobiliaria, tampoco es un monstruo. Ese es el primer paso para no ser panfletario: no trabajar con arquetipos del villano y la moçinha (la señorita inocente). No hay una idea partidaria. Esta una película sobre resistencia, pero desde un ángulo humano y poético”, dice Pedro.

El ángulo humano y poético del que nos habla Queiroz pasa por la sutil actuación de Sonia Braga. A muchos les traerá recuerdos ‘ajetreados’ de esas enamoradas libertarias de Jorge Amado que interpretó en su juventud (Gabriela, Doña Flor, Tieta do Agreste). Sonia habla con todo el cuerpo: la ciudad que crece a su lado la ensimisma, pero ese gesto no concluye en la abdicación, sino en la consciencia de sus músculos. El carisma y el talento de Braga no han disminuido. En Aquarius, Sonia vuelve a ser la brasileña total que ya fue.

Pero eso no es lo más importante. Clara es una mujer llena de complejidades. Sobrevivió a un cáncer y a la pérdida temprana del padre de sus hijos. Es una  heroína de los tiempos modernos. Madre, abuela y profesional. Una mujer de la tercera edad llena de sensualidad. En medio de la película Sonia Braga se desnuda y su cuerpo mutilado por el cáncer estremece. Clara es un personaje que se aleja de los cánones heroicos a los que estamos acostumbrados ver.

Celebramos a Aquarius porque está cargada de gestos cinematográficos, de una narrativa compleja que se acelera hacia el final y que insiste en la grandeza de lo íntimo. Es, en sí, un acto de cine. Una película que te lleva al grado cero de la existencia, allí donde se entremezclan dignidad y cursilería. Es un filme poderoso, la selección musical lo prueba. En los primeros veinte minutos uno se deleita con ‘Another one bites the Dust’, de Queen, y con ‘Toda menina Bahiana’, de Gilberto Gil. Da ganas de ponerse a bailar en plena sala. Conviene contenerse pues en todo lo que sobra de película, la intensidad no disminuye. (I)

Datos

Aquarius volverá a presentarse el próximo sábado 17 de junio, a las 11:00, en el Cine de la Universidad Central del Ecuador.

El filme peruano Videofilia (y otros síndromes virales) se proyectará la tarde de hoy, a las 17:30 en el Flacso Cine. La película aborda la historia de Luz y Junior, de 16 y 28 años, quienes son una pareja de desadaptados que aún no se conocen en persona a pesar de los muchos encuentros íntimos que han tenido vía webcam.

A las 17:30 de hoy, en la Cinemateca Nacional, se proyectará la película Joaquim, en presencia de su protagonista Julio Machado. La cinta se ubica en Brasil, en el siglo XVIII, y cuenta la historia del teniente Joaquim, conocido como Tiradentes, un cazador de contrabandistas de oro. (I)

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