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La película participará en más de 30 festivales el próximo año

Alba, el valor de la extrañeza en la infancia

Ana Cristina Barragán (Quito, 1987) ha escrito y dirigido tres cortometrajes.
Ana Cristina Barragán (Quito, 1987) ha escrito y dirigido tres cortometrajes.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
28 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

En Alba, de Ana Cristina Barragán, nada es gratuito. Los colores agridulces de la película, los ambientes sombríos en los que habitan los personajes, los objetos raros que aparecen en cada escena, los silencios prolongados de la protagonista o la ausencia de música score (o incidental) forman parte de un universo narrativo saturado de extrañeza al que no le falta nada.

La ópera prima de la cineasta quiteña tendrá su estreno nacional hoy, y narra la transición de la pequeña Alba, interpretada por Macarena Arias, de la niñez a la pubertad. Sin embargo, a este tránsito de orden natural se sumará una serie de hechos coyunturales y familiares que acelerarán su despertar: la enfermedad de su madre (Amaia Merino), el encuentro con su padre (Pablo Aguirre) y los cambios físicos y emocionales de su cuerpo.

La historia de este filme empezó cuando Ana Cristina Barragán era estudiante de cine en la Universidad San Francisco de Quito y, allí, desarrolló tres cortometrajes (Despierta, Anima y Domingo violeta) en los que explora el mundo de la feminidad. En ese entonces, por 2010, también escribió el primer borrador (en total tuvo siete) de Alba y con este largometraje culminó el proceso creativo de su trilogía fílmica.

A Ana Cristina le interesa explorar los mundos que mejor conoce y, por ello, su trayectoria está marcada por personajes femeninos, llenos de inquietudes que solo pueden derivar de su propia naturaleza y de su entorno cultural.

“Aunque no es autobiográfica, Alba es una película que sale de mis sensaciones del día a día, de recuerdos, de cosas que vi de cerca o de sueños que tuve. Me parece que esta es la manera más honesta de crear. Cuando tenga más experiencia como directora me gustaría hablar de cosas lejanas”, dice Ana Cristina en un café de la Floresta, mientras el sol de la tarde se va ocultando sobre su rostro.

La protagonista de Alba fue elegida de un casting en el que se presentaron 600 niñas. En un inicio, el filme, que fue rodado durante seis semanas, iba llamarse Arupos rotos, en referencia a un rompecabezas que aparece en la cinta y que representa la construcción/destrucción del árbol familiar. Con el tiempo, en la cabeza de la directora el nombre de Alba le fue resonando con mayor fuerza y decidió nombrar así a su trabajo, por la fortaleza y fragilidad que evoca esa palabra, por esa dualidad que es el signo que atraviesa toda la película.

“Me interesaban todos los estímulos que se generan a esa edad (los 11 años), a la vez que hay esta mezcla de un mundo que es tierno y oscuro, bello y ansioso, tranquilo y doloroso. Creo que la infancia tiene bastante de esta mezcla. Cuando eres una niña no te miras desde afuera como mujer, no estás tan pendiente  de cómo te ves, de cómo te miran. Eres más libre. Pero cuando creces empiezan a fijarse en ti, nace una exigencia por encajar en la sociedad, y crece una conciencia de ti misma que no tenías antes –reflexiona Ana Cristina–. Esa conciencia, ese tránsito puede ser muy duro, es como una pérdida de la libertad”.

Alba es una cinta llena de símbolos, ocultamientos, metáforas y objetos. Ana Cristina acompañó de cerca el proceso de utilería y de dirección de arte, pues le interesaba que los objetos sean una excusa para profundizar en la psique de los personajes, como cuando Alba usa un maquillaje ajeno, lo cual representa su deseo por ser otra.  

Los colores, que fueron hechos en Grecia, también son un sello distintivo de la cinta, pues acompañan el estado anímico y la personalidad, sobre todo, del padre y de la hija. Mientras las locaciones exteriores son estándar, el mundo del padre es de color ocre o aceituna, y el de Alba de color verde agua, traslúcido.

En cuanto al sonido, no hay música de acompañamiento en las escenas, pues la película no lo requiere. La extrañeza de las imágenes por sí solas transmiten todas las emociones posibles. Solo se escucha en Alba una canción de Mocedades y de M.I.A.

Alba cierra un ciclo en la carrera de Ana Cristina Barragán, a quien le gusta el trabajo de otras cineastas, como Lynne Ramsay, Andrea Arnold o Lucrecia Martel. Ahora, creativamente, la cineasta explora otros temas y edades. Se encuentra desarrollando una película sobre la relación entre hermanos, y se ubica en la playa. Y otra de corte fantástica, en la que unas mujeres diminutas que viven en el bosque son las protagonistas. (I)

DATOS

En la etapa de posproducción, Alba fue seleccionada entre las 5 mejores películas de Latinoamérica para ser presentada en el Festival de Cannes y ganó el fondo Ibermedia, donde obtuvo el mayor puntaje de Iberoamérica en 2012.

La cinta tuvo su estreno mundial en la selección oficial del Festival de Cine de Rotterdam 2016, donde alcanzó el premio Lions Award. Desde ahí se ha presentado en varios festivales internacionales.

Durante 2017, la película participará en más de 30 festivales alrededor del mundo. Actualmente su directora escribe su segunda película: La Piel Pulpo.

El filme fue producido por Isabella Parra, Ramiro Ruiz, Konstantina Stavrianou y Rena Vougioukalou. Simón Brauer fue el director de fotografía y Óscar Tello el de arte.

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