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Gabriela Rivadeneira ha sido gestora y activista cultural, en Otavalo, desde que tenía 14 años

"A los artistas se los ha visto como los 'acolites' de la historia"

Fomentar la lectura y crear una editorial pública son algunos de los ejes que más le interesan.
Fomentar la lectura y crear una editorial pública son algunos de los ejes que más le interesan.
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
26 de julio de 2016 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez

Gabriela Rivadeneira, presidenta de la Asamblea Nacional, siempre lleva su cabello negro recogido hacia atrás, alguna pieza elaborada en Ecuador —como candongas cuencanas o huallkas otavaleñas— y a sus declaraciones no les faltan las palabras ‘cultura’, o ‘descolonización’, o la consigna ‘alcanzar la segunda y definitiva independencia’.

“El inicio de mi actividad política estuvo vinculado a la cultura”, dice en una entrada de su blog, del 14 de mayo de 2016. Por ello, una de sus banderas de lucha durante su período legislativo, que inició en 2013, ha sido la aprobación de la Ley de Cultura, estancada en la Asamblea Nacional desde el 8 de diciembre de 2009, cuando fue su primer debate.

Recuerda —de su pasado como gestora cultural en Otavalo, cantón donde se crió— que a los 14 años integró el movimiento intercultural de jóvenes denominado Fundación Mirarte, que gestionó la elaboración de talleres infantiles de teatro, danza, música y literatura.

En ese tiempo lo que más le preocupaba era el peso de la “cultura occidental” sobre los niños de la localidad. Cuando les preguntaban cuál era el nombre de la montaña que estaba al frente de su escuela, ellos no sabían qué responder, pero, dice Rivadeneira con cierto humor, sabían exactamente que el monte Everest era el más alto.

“Lo que buscábamos era revitalizar la tradición oral y armonizarla con la educación formal bajo el formato occidental, a través de herramientas lúdicas y didácticas, como los cuentos, las leyendas, la mitología, y fue así que generamos el proyecto que se llamó Jugando con el abuelo”, rememora en su amplio despacho de la presidencia, donde la luz de la tarde entra en tajadas. Remarca, además, que lo que pretendía con ese trabajo era “revalorizar” el kichwa, pues el único idioma que se promulgaba era el “oficial”, el castellano, pese a que el 50% de los niños del cantón era quichuahablante.

Pero hubo más. También participó, cuenta, en la elaboración del primer largometraje infantil producido en Ecuador: Sara la espantapájaros, en el que interpreta a una curiquinga, esa ave sagrada de los incas. El guion del trabajo lo hizo su esposo, Luis Flores, con quien actualmente comparte lecturas de sociología, antropología y desarrollo de las sociedades. “Chomsky no puede faltar. En cuanto a novela me he descuidado un poco, pero con mis críticas políticas necesarias y haciendo una diferenciación ideológica importante, me gusta mucho Mario Vargas Llosa. También la escritura de Gabriel García Márquez, que es un eterno. Me encanta la poesía de Gioconda Belli, y ahora hay una nueva generación y camada de literatura ecuatoriana importante, me gusta mucho la lectura de Gabriela Ponce”.

El activismo cultural de Rivadeneira acabó, pero no se desprendió de ella para lo que vendría luego, para su precoz carrera política: a los 19 años fue concejala de Otavalo por el movimiento Pachakutik, en el que empezó a militar a los 16; luego fue la primera mujer vicealcaldesa de ese cantón, viceprefecta de la provincia de Imbabura, gobernadora y, finalmente, a los 30, presidenta del poder Legislativo del Estado. “En cada uno de esos espacios, lógicamente, el componente cultural, por esa historia que traíamos fue uno de los más fuertes en mi gestión”.

Propuesta de Ley de Cultura

Gabriela Rivadeneira reconoce como una “deuda legislativa” la Ley Orgánica de Cultura, asegura que con esta normativa se pondrá en orden el sector y se transformará la matriz cultural heredada en el país, que ha estado basada en un “sistema neoliberal, un sistema occidental, un sistema en que las diversidades trataron de ser puestas siempre en un mismo saco, asumiendo que todos somos iguales y, por lo tanto, teníamos que pensar de la misma manera”.

Reitera que la cultura no es solamente la pieza de arte, la obra de teatro, la pintura o la pista musical, sino que es todo lo que rodea al individuo. Su concepto de cultura, antropogénico, la revela como una mujer pragmática: “Me adscribo a la lógica de que cultura es todo lo que no es naturaleza, porque lo cultural es aquello que genera el ser humano para su propia supervivencia. La cultura no solamente demanda hábitos, costumbres, tradiciones, sino también expresiones, las manifestaciones culturales”.

Es crítica en señalar que, en un inicio, se asumió a la Ley de Cultura como la ‘Ley de los Artistas’, cuando sus demandas no son las únicas importantes y con poca frecuencia se pensaba en los “derechos culturales de los ciudadanos y las ciudadanas”. Insiste en que por eso se propone en el articulado la creación del Sistema Integral de Cultura (SIC), dividido en dos subsistemas: el de Memoria y el de Fomento. El ente rector de este nuevo esquema sería el Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP).

“Otra de las cosas erróneas ha sido creer que hay dos autoridades de la cultura: por un lado el MCyP y, por otro, la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE). La ley respeta su autonomía, pero la CCE es una institución que funciona con fondos públicos, por lo que proponemos mantener su autonomía administrativa, electoral, de planificación, de organización y de sus propias políticas internas, pero su responsabilidad es transversalizar el SIC”.

En su trayectoria como gestora, el libro ha sido el eje de sus proyectos culturales, por lo que desde la presidencia de la Asamblea pidió que se incorporé un articulado exclusivo para fomentar la lectura, distribuir de forma eficiente los libros, proponer incentivos y exoneraciones al sector editorial, bajar la carga impositiva de los textos de exportación e importación, y la creación de una editorial pública, que encabezaría la Red Nacional de Bibliotecas y Librerías, donde se ofertarían libros a precios asequibles.

“Nosotros hemos visto a quienes hacen cultura, a los artistas, como los ‘acolites’ de la historia de nuestra patria, entonces no han tenido seguro social ni pagos estables. Para ello la ley genera la necesidad de tener un Registro Único de Gestores y Actores Culturales (RUAC), que va a ser voluntario”. Este registro, precisa, no está relacionado a temas tributarios (como el RUC o el Rise), sino que es una suerte de cuenta satélite que permitirá conocer cuántos actores culturales hay, dónde están y qué hacen, para así orientar, hacia ellos, el cumplimiento de sus derechos laborales y culturales.

El MCyP, desde que fue creado en 2007, ha tenido 9 ministros y un presupuesto inestable. Además, según la titular de la Asamblea, muchos de los recursos, sobre todo a nivel de los gobiernos autónomos descentralizados, no han sido usados óptimamente. “Muchas veces los fondos para cultura se van en las fiestas anuales de cantonización. Eso es caer en la lógica de que la cultura es el show, el evento”.

Entre los fondos que abastecerán el SIC, según el capítulo 5 de la ley, está el “5% de las utilidades anuales del Banco de Desarrollo del Ecuador y los recursos que a la fecha de expedición de la presente ley se mantengan en dicha institución por concepto del Fondo Nacional de la Cultura”; y “los recursos provenientes de la aplicación del art. 10, numeral 19, de la Ley de Régimen Tributario Interno, en concordancia con las excepciones, límites, segmentación y condiciones establecidas en su reglamento, referidas a la deducción de impuestos del contribuyente por gastos en publicidad y promoción”, entre otros.

Esta semana estaría listo el texto consolidado de la ley para segundo debate en el pleno nacional, luego de la socialización desarrollada hace un mes. Gabriela Rivadeneira confía en que, finalmente, sin perder la gracia, marcada en una persistente sonrisa durante la entrevista, Ecuador tendrá este año la tan comentada Ley de Cultura. (F)

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