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Una vida con leyendas que perduran

Una vida con leyendas que perduran
16 de octubre de 2011 - 00:00

Miguel de Santiago nació en Quito entre los años 1620 y 1630. Sus padres fueron  Lucas Vizuete y Juana Ruiz. Al quedar huérfano fue adoptado por el Corregidor de Riobamba, Hernándo de Santiago, quien le dio su apellido.

De su educación artística no se tienen detalles y se desconoce quienes fueron sus maestros.

A los veinte años abrió su taller, se casó con Andrea de Cisneros y Álvaro, con quien tuvo cuatro hijos.

Su primer trabajo y más importante fueron los cuadros gigantes de la vida y milagros  de San Agustín, encargo hecho por el padre Basilio de Rivera.

Para el trabajo se inspiró en los grabados realizados por Boswelt en Europa.

Despúes de este trabajo, obtuvo popularidad. Pintó cuadros para el Convento de la Merced, con el título de la doctrina cristiana.

Su fama llegó hasta el exterior. Una de las leyendas que recae sobre él  es que intentó pintar los rasgos de un cristo  agonizante, amarrando a uno de sus discípulos a una cruz e incrustándole una lanza en uno de los costados, logrando captar el sufrimiento en toda su magnitud.

Después de esto, el discípulo falleció y el artista se escondió en el Convento de San Agustín, hasta que el crimen fue olvidado.

Murió en Quito en enero de 1705. Fue enterrado en la iglesia de San Agustín.

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