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El Telégrafo
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Tradición musical y abordaje de conflictos, en el primer día de teatro en Loja

La obra Los músicos ambulantes, del grupo Yuyachkani, reinterpreta un cuento de los hermanos Grimm.
La obra Los músicos ambulantes, del grupo Yuyachkani, reinterpreta un cuento de los hermanos Grimm.
Fotos: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
21 de noviembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Luego de una serie de presentaciones musicales y eventos artísticos previos a la inauguración del Festival Internacional de Artes Vivas de Loja (Fiavl), los espectáculos teatrales comenzaron. Las primeras obras en exhibirse fueron Los músicos ambulantes, del grupo Yuyachkani (Perú); Retorno y Mujer corriendo en un campo de flores, de El Pez Dorado (Ecuador) y Labio de liebre, de Teatro Petra (Colombia).

A las 16:20 del sábado, la Plaza El Valle (al norte de Loja) estaba llena. Ese era el escenario para la presentación de Los músicos ambulantes, una obra en la que se muestra la diversidad musical de Perú. Todos los asientos estaban ocupados, la mayor parte del público estaba de pie en los graderíos, otros ocupaban una pequeña cabaña en el centro del lugar. La gente iba y venía, mientras los vendedores de canguil competían para que sus voces se escucharan más que las de los actores.

Esta obra de Yuyachkani está basada en un popular cuento de los hermanos Grimm, Los músicos de Bremen, en el que un burro, un perro, un gallo y un gato buscan una forma de ganarse la vida luego de que sus dueños dejaron de encontrarlos de utilidad.

Mientras que en la versión original los animales encuentran una casa en donde pasar el resto de sus días, Los músicos ambulantes, la versión peruana, muestra a un burro de la sierra, un perro costeño, una gallina del sur y una gata de la selva amazónica que intentan armar un grupo musical, con todas las dificultades que implica formar una agrupación con integrantes de distintas regiones y tradiciones musicales. Llegan a Lima a participar, sin mucho éxito, en concursos de talento en radio y televisión.

Cada personaje muestra los ritmos musicales de sus lugares de origen. El burro toca el charango y canta en quechua, la gallina entona “una polkita de mucho éxito en el corral”, el perro es más dado a la tecnocumbia.

Según Miguel Rubio, director de Los músicos ambulantes, trabajar en esta obra les enseñó algo que considera fundamental: “Nuestra diversidad cultural exige que repensemos nuestro teatro y nuestra sensibilidad desde nuestra tierra, desde este patrimonio variado, riquísimo y milenario”, en lugar de hacerlo desde los modelos hegemónicos que muchas veces repiten en las escuelas que “esa diversidad cultural es un caos”. Rubio -además- destacó que un festival de teatro de estas magnitudes se haga desde el Estado.

En la Plaza El Valle, J. Goedhart, un holandés de unos cincuenta años que viaja por América Latina, disfruta la variedad de ritmos tradicionales latinos, algo que “en Europa casi no existe”.

Javier Collado, profesor de la Universidad Nacional de Educación (UNAE), se desplazó con 60 de sus estudiantes a Loja para presenciar el festival. A Collado le entusiasma la diversidad del público que asiste a estas obras: “Mira a tu alrededor, hay familias enteras, una ciudad entera se moviliza por y para el arte”.

A las 18:00, el rehabilitado Teatro Bolívar abrió sus puertas para la presentación de las obras Retorno y Mujer corriendo en un campo de flores, del grupo quiteño El Pez Dorado.

En la función estelar, de las 20:30, en el Teatro Nacional Benjamín Carrión, el grupo colombiano Teatro Petra puso en escena Labio de liebre, que aborda los discursos producidos en el marco del conflicto colombiano. Terriblemente política, la obra muestra a Salvo Castello, un hombre que paga tres años de condena en el exilio por una serie de atrocidades cometidas para “construir un paraíso” en su tierra.

Esta historia trae al escenario una de las mayores pasiones de la narración dramática: la venganza; pero también a una de las acciones humanas más difíciles: el perdón. A Salvo se le aparecen los fantasmas de cuatro de sus víctimas, que amenazan con no dejarlo en paz hasta que confiese que él las mató y revele dónde están sus cuerpos.

Con un abordaje —en el discurso— muy violento, la obra cuestiona, con mucho humor negro (y con un juego de luces milimétrico), algunas ideas inamovibles que tenemos sobre la vida: aquí se muestra a un ‘empleado eficiente’ que ha actuado por convicción para convertir a su país en un ‘paraíso’. Sin embargo, sus misiones para aportar a ese fin siempre fueron atroces.

Los fantasmas, cuatro campesinos, se convirtieron en víctimas por hablar con el ‘enemigo’. Nunca se dice quién es ese enemigo ni se menciona el nombre de una nación, pero todos los cuestionamientos de la obra son propios de la dramaturgia de un país que ha vivido cincuenta años en conflicto.

Las presentaciones del primer Festival Internacional de Artes Vivas de Loja continuaron ayer con las obras ecuatorianas La tempestad y La noche justo antes de los bosques, y con El Quijote, del reconocido colectivo colombiano La Candelaria. Esta mañana se presenta la soprano ecuatoriana Beatriz Parra y los músicos argentinos Clorinda Gatti y Pablo Schiapira. En la noche se pondrán en escena Ñukanchik Antisuyo Riman, de la Mestiza (Ecuador) y Las venas abiertas de Latinoamérica, de Teatro la Rosa, de Cuba. (I)

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