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Una treintena de cantores visitan García Moreno y olmedo de 14:00 a 19:00

La música nacional tiene quijotesco gestor en Quito

El dúo Gómez-Ron interpretó el pasillo ‘Faltándome tú’ antes de ir a la Caravana de Artista de la Villaflora. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
El dúo Gómez-Ron interpretó el pasillo ‘Faltándome tú’ antes de ir a la Caravana de Artista de la Villaflora. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
10 de noviembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

En los fines de semana, el ruido suele localizarse en las plazas del Centro Histórico de Quito. Apenas circula por sus callejuelas, menos que en otros días, y una melodía se destaca en la calle Olmedo que en antaño se llamaba ‘Cuesta del suspiro’, como una muestra de la sal quiteña que le ponde una sonrisa al cansancio de ir pisando sus piedras.

En la esquina de García Moreno, la Calle de las Siete Cruces, funciona la Librería Nacional que abre de lunes a viernes, cuando el centro es un hervidero de transeúntes y vendedores que esquivan el tráfico vehicular. Cada sábado, en cambio, el bullicio se fragmenta, las aceras lucen desoladas y, al lado de la librería que cierra, abre sus puertas La Casa del Artista.

En el pasillo de la entrada, tras decenas de vitrales, están las fotografías de centenares de artistas que han pasado por el Centro Cultural y Artístico. Durante sus presentaciones, los conjuntos tienen en la sala principal un maestro de ceremonias que aparece en las imágenes con traje formal. Es el librero Julio Álvarez Montalvo, que ha dejado de lado la mezclilla de los días comunes para presentar a los cantantes, bailarines y uno que otro instrumentista que llega al lugar para demostrar su talento musical.

En los balcones que dan a la calle -desde donde se ve el Palacio presidencial- tres figuras de hojalata  representan escenas del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, como una antesala a la lúcida locura de quien apadrina, dejándoles usar el patio de su casa bicentenaria, a quienes entonan canciones tradicionales, albazos, pasillos, boleros... música romántica que, a veces, se acompasa con el despecho.

El ingenio de un ‘soñador loco’

En un lugar del centro, de cuyo nombre han hecho un letrero de colores vivaces, hace cuatro décadas que vive un librero infatigable, filatelista encorbatado, coleccionista de monedas de aquí y allá. Hace 15 años decidió abrir una “tribuna para artistas ecuatorianos” a la que sube Carlos Hidalgo con un frac de cuyos pliegues brota un brillo con cada gesto de su presentación histriónica. Entona clásicos de Leo Marini o Sandro y baja del escenario para animar a los asistentes. Artistas que, a decir del maestro de ceremonias, “no tienen fama por falta de apoyo al talento nacional”.

Sobre una de las mesas del lugar, junto a la cerveza helada y los canelazos humeantes -panela, aguardiente y canela-, Julio Álvarez dice: “colecciono antigüedades pero eso lo alterno con este hobby... porque, para mí, hacer cultura, con el pueblo, es lo más grande, ese folclor que uno se lleva incluso fuera del país”.

Un conquistador sobre su caballo

La autogestión es el leitmotiv de los oficios que ejerce Julio. “Los embajadores de la música son los artistas y hay que ser un loco para recibirlos a dos cuadras de la casa de gobierno y a una de la casa de (Sebastián) de Benalcázar”, dice en su casona antigua, cuyas otrora catacumbas ahora están llenas de libros, bajo el patio en el que “futuras estrellas practican, se desenvuelven, pierden la vergüenza, el miedo antes de ir a otros escenarios o a emisoras como era la Radio Tarqui”, estación recién cerrada, muy cerca del lugar.

“Falta publicidad -insiste Álvarez-, no hay quién apoye las carreras de Dianita o Yadira (‘La Revelación Musical’)”, se lamenta pero se enorgullece de su afán y de una coincidencia que les cambió la vida a dos espectadores: Jimena Torres conoció a su esposo, Milton Lamilla, El Costeñito, en La Casa del Artista.

Contra los molinos de viento

Las Siete iglesias están pintadas en los murales de la gran casa, frente a cuadros que incluso muestran algunos desnudos. Un altar de la Virgen de Guadalupe fue edificado en el patio y los artistas se santiguan mirándolo, antes de subir al escenario. Hace unos meses, Julio viajó a México y quedó maravillado con los espacios que la ciudad latinoamericana más grande del mundo tiene para las culturas populares, entonces trajo la imagen de la Virgen Morena ‘para tener más éxito’.

“Cuando a Julio le falte la música, el canto -necesario para cualquier humano-, se volverá sordo y morirá de pena. La música marca una pauta de vida, la alegría aunque por ahí alguien ande diciendo que el pasillo es triste... una mentira”, dice Pepe Soria, gran amigo de Álvarez.

El coro que entona Carlos Hidalgo tiene a un escucha impaciente. Gustavo Quinga quiere subir ya al escenario, sin dejar sus muletas, a entonar su disco rockolero. (I)

DATOS

‘El loco soñador’ abre La Casa del Artista cada sábado, a partir de las 14:00, desde 2000. El lugar de las calles García Moreno y Olmedo tiene una librería y sus colecciones.

Julio Álvarez Montalvo es abogado, librero, exconcejal de Quito, coleccionista de estampillas y numismático. Propietario del Teatro Puerta del Sol. Contrató al célebre animador Byron Meza ‘El búho’ para la Casa.

Los artistas que se presentaron en La Casa del Artista sobrepasan el millar, según Álvarez. Una treintena llega a presentarse cada sábado, de forma gratuita, con animadores profesionales y amplificación.

Elisa Ochoa (Marisela, ‘La Chinita de Oro’) canta desde la infancia. Su carrera bordea las dos décadas y estudió, dos años, en un conservatorio de Piura (Perú). Ha subido tres veces al escenario del ‘Licenciado’.

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