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El Telégrafo
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Entrevista / Jorge Eduardo Benavides / escritor peruano

"El gusto por la lectura es como el del paladar, se educa"

"El gusto por la lectura es como el del paladar, se educa"
Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
03 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Pese a que las políticas públicas para el incentivo a la lectura han empezado a tomar en cuenta el número de libros publicados al año sin discrimen de su contenido, el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) cree que un libro con gran éxito comercial no necesariamente se lee mucho, ni le parecerá bueno a todo el mundo.

“Hay lecturas que nos muestran cierta vocación de analfabetismo”, señaló el ensayista durante su última visita a Quito, mientras intervenía en el Encuentro Internacional de Creadores y Críticos Literarios Novela latinoamericana para el siglo XXI. Cerca de la biblioteca que dejó el crítico literario Benjamín Carrión (1897-1979), Benavides recordó -sin pesimismos- que la lectura siempre ha sido una actividad de las minorías y que los best sellers, como Cincuenta Sombras de Gray (de E. L. James), no garantizan que sus lectores vayan a acceder a otros títulos de mayor calidad.

No todas las lecturas son buenas...

Vivimos con la creencia de que cualquier cosa que se lee, lo convierte a uno en lector. Eso no es cierto. Hay lecturas que no te van a llevar a leer cosas mejores. Es decir, si el primer libro que lees es de mala calidad y consumo rápido, no vas a pasar de eso a pedir algo de Mikhail Bulgakov al librero que te vendió lo primero.

Hay gente que va a la librería por una vez en su vida, como pasa en España (donde reside), y compra un libro porque está de moda, porque un amigo se lo recomendó. Pero el gusto por leer es como el del paladar, se educa y si el niño no lo hace, será un adulto que no sabrá comer ni leer.

¿Quién es más importante en la educación del gusto lector, la academia o la crítica literaria?

La educación, no en un sentido pedagógico sino en el hecho de tener la fortuna de crecer en un entorno en que se lee cotidianamente, es mejor que todo. Todos tuvimos un profesor a quien recordamos con cariño porque nos iluminó algo y nos hizo lectores; pero también recordamos, de mala gana, a los profesores mata vocaciones que hicieron que detestemos para siempre la literatura.

No hay una propedéutica de la literatura pero sí del entorno, una guía providencial que incluso puede ser un amigo que te da a leer algo y, luego, cada uno va buscando su canon personal, ya que tanto hablamos de aquello.

En España se lee más que en América Latina...

Los criterios con que se compara el índice de lectura español es europeo y, en eso, no estamos entre los puestos descollantes. Además, tenemos que diferenciar entre el libro que se vende y el que se lee. En las sociedades de consumo se pueden comprar muchos libros, pero no necesariamente leerse. Y si se leen no necesariamente se valorarán.

En España se venden muchos libros, se lee menos que eso y, con criterio, aún menos. No creo en esa idea elitista de que haya, per se, una buena y mala literatura, pero hay literatura que uno sabe que está hecha simplemente para atender a una moda, que es inmediata, y no es más que un producto de consumo. Eso lo saben editores, libreros y los escritores que la escriben, incluso. Esa literatura casi nunca deja una huella ni hace que un lector se estimule para seguir leyendo otras cosas mejores.

Sus cuentos se inscriben en un realismo urbano y están ambientados en la Lima de los años 80. ¿Qué habría pasado en la literatura peruana si no hubiera existido la guerra del Gobierno contra Sendero Luminoso y la tragedia que eso significó?

Hubiéramos tenido otro tipo de literatura porque esos hechos marcaron muchísimo nuestra época. Viví lo que era el terrorismo -que significó 50 o 60.000 muertos en 10 años, algo terrible, una especie de guerra como la de Colombia pero súper acelerada- y el primer y nefasto gobierno de Alan García (1985-1990), con su inflación a niveles astronómicos.

Si algo bueno se puede sacar de esto, dicho con todas las cautelas del caso, es que hubo una literatura rica, compleja y dolorosa que emergió, afloró de esa ciénaga de tristeza y podredumbre social.

Entonces, los escritores hicieron un verdadero ejercicio de introspección y de mirar su sociedad de una manera distinta. Resultaba muy difícil escribir algo que se escapara de lo que ocurría, que no tuviera que ver con bombas, con Sendero..., con los paros armados, cortes de carreteras, asesinatos de policías, huelgas... Y eso que respirábamos era parte de la situación para la gran mayoría de los escritores peruanos, como lo ha sido para los colombianos. Había tanto dolor en ese tiempo que se produjo la literatura de la violencia que ahora es todo un subgénero.

Usted se mudó a España antes del apogeo informático, ¿qué consecuencias le trajo eso?

Me era difícil seguir a los escritores que se quedaron, no sabía de ellos. Hoy es más fácil con Internet. Sobre Ecuador, creo que tiene una literatura que, por ciertas circunstancias, no se conoce en el resto del continente pero seguro se explora e indaga. El hecho de que no hayan tenido una violencia como la de sus países vecinos, no quiere decir que no haya temas. Siempre los hay y los temas de la literatura nunca son del todo agradables, son trágicos. Que la literatura de otros países más grandes ha hecho que su tradición literaria les permita a sus escritores entrar en un cierto canon es cierto pero, poco a poco eso se puede hacer en Ecuador.

Mario Vargas Llosa le envió un borrador de La Casa Verde a Julio Cortázar. La respuesta fue muy técnica, sobre la forma. ¿Han influido esos autores en su obra?

Fue en ese sentido. Tengo novelas en las que aprendí la técnica de Vargas Llosa, junto con otros escritores. Mientras que de Cortázar me gusta su audacia, su lado lírico, esa necesidad de explorar en temas que no necesariamente se circunscriben al realismo social.

Ambos escritores, tan distintos en sus propuestas formales y temáticas, me parecen una gran influencia para los narradores de mi generación, quieran o no, porque casi todos los hemos leído y aprendido de ellos.

¿Cuánto tiempo le tomó dejar de sentirse extranjero en Europa?

Me lo he preguntado muchas veces. Cuando uno se instala en otro país, tarda en llenar su cabeza con lo que le rodea. Prácticamente toda mi vida literaria la he hecho en España (antes de llegar allá solo tenía un pequeño libro de cuentos). En ese sentido, soy un escritor español: mis editores eran de allá; pero mis temas son peruanos. (I)

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