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Entrevista / Nathalie Elghoul / directora de La Fábrica y de Geografías Íntimas

"Abrazo las posibilidades de una nueva estética como un diálogo con la ciudad"

"Abrazo las posibilidades de una nueva estética como un diálogo con la ciudad"
02 de mayo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Geografías Íntimas empieza en una semana. El encuentro internacional de danza contemporánea que plantea la bailarina y coreógrafa Nathalie Elghoul busca fijar en Guayaquil nuevas raíces para la escena dancística. Sabe bien que distintos procesos le han dado a la ciudad nuevas perspectivas frente a este género, fuera del costumbrismo de las formas clásicas, las interpretaciones líricas y el jazz que se enseña en las escuelas de la ciudad.

A contracorriente, agrupaciones como Sarao, Zona Escena y propuestas que en la actualidad se gestan desde pequeños espacios, crecen al margen de las escuelas de danza y activan la escena. Geografías Íntimas es una forma de contribuir a su crecimiento, desde la vinculación con un panorama internacional con el cual sea posible no solo ser espectador de sus propuestas, sino establecer un diálogo y nutrirse de él.

¿Cuál es la perspectiva de Geografías Íntimas?

Nace del deseo personal de ver aquí, cerca de nosotros, una programación que no solo nos salude y se vaya, sino que nos encuentre, nos informe, nutra, renueve. Realmente tengo la sensación de que es como si Guayaquil estuviera en una isla, pues a pesar de que puedes visualizar todo a través de la red, creo que los pasajes que ocurren en la ciudad son muy breves. Terminan siendo solo eventos. Me preguntaba cómo hacer que Guayaquil sea un punto de anclaje, de formación en Ecuador y que podamos descentralizar la mirada de la danza que está solo en Quito.

Tenemos festivales, pero son efímeros. Me parecía osado organizar 5 meses de encuentro, pero me arriesgué. Escribí un proyecto en el que basaba el trabajo de los coreógrafos en el convivir pedagógico. A través de ese intercambio íbamos a asimilar el trabajo del coreógrafo. No solo verlo y apreciarlo. En este proyecto cada participante se queda entre una y 3 semanas, impulsando el trabajo de creación con los bailarines. Entonces cada bailarín, cada coreógrafo hará un laboratorio y se presentará como parte de una muestra.

¿Esta dinámica se podría pensar como una carencia de la escena en la ciudad?

Uno cuando habla, a veces lo hace como si fuera un pionero y uno no es pionero realmente de nada, lo tengo clarísimo. Creo que ha habido en la ciudad un gran recorrido con la danza, solo que se sufre de amnesia cultural. Ha habido muchos brotes, muchas iniciativas y realmente no se sostienen como el teatro, donde sí hay una gran explosión y si bien ahora se están diversificando las propuestas en danza, realmente no se puede comparar. Desde esta amnesia cultural que vive la ciudad, donde los jóvenes no saben qué hubo antes, queremos dar una oferta pedagógica, coreográfica, donde puedan saber lo que es estar en un proceso coreográfico con diferentes técnicas y experiencias corporales, teóricas, etc. A la par hay una construcción en el público. Esa parte es difícil porque el público en Guayaquil ya se está acostumbrando a ir a ver teatro, le gusta, pero todavía no podemos mantener producciones constantes con la danza.

¿Por qué?

Creo que tiene que ver con esta falta de público y de producciones. Para un bailarín es más complicado ensayar. En el teatro puede ser más fácil. Para la danza se requiere un tipo de piso, mayor espacio, entrenamiento y como no hay esas estructuras que apoyen es más complejo. La exposición de la danza es más difícil. Su proceso conlleva otras preocupaciones.

La Fábrica tiene ya 6 años, ¿cómo se ve en este contexto en el que parecería sigue existiendo un centralismo de producción en Quito y en relación con la producción que existe en la ciudad?

Todo depende de quién la mira. Creo que saber que en Quito la respetan un poco, como un foco de interés. En las residencias siempre tengo gente de Quito que viene a sentir esa otra energía que puede existir en la ciudad. Cómo la ven en Guayaquil realmente no lo sé porque a veces son iniciativas un poco al aire, entonces uno siente que está haciendo cosas pero no sé realmente el impacto que pueda generar. He visto la transformación en ciertos grupos.

Yo he sentido desde que estamos en Guayaquil que ha habido más estrenos de danza. Cuando llegué, hace 8 años, no había estrenos de danza contemporánea y desde hace 4 años empiezo a ver que hay más. Creo que nos embarcamos en una energía vertiginosa de querer hacer lo que a veces no podemos abarcar al cien por ciento, pero con nuestro mejor intento creo que logramos ofrecer a los bailarines una programación interesante para su formación y una plataforma para que nos confrontemos con la escena, que es lo que nos hace falta: espacios donde los bailarines puedan mostrarse.

¿Cuál es tu búsqueda coreográfica?

Siento que tengo una ruptura como coreógrafa y como bailarina también, porque ya casi no estoy bailando. Como coreógrafa mi trabajo artístico se ha visto muy afectado con el vivir en la ciudad. Una de las preguntas que tengo es cuánto mi estética se está transformando desde que vivo en Guayaquil y cuánto debo dejar que se transforme por estar aquí o cuánto no. Realmente llevo un conflicto con la ciudad y eso ha hecho que genere obras un poco violentas, como Pura (estrenada en 2013) que nace desde una negación a lo que estoy viendo.

Si me preguntas cuál es mi lenguaje coreográfico yo diría que son varios, depende realmente de la obra que quiero trabajar, de hacia dónde me lleva el concepto de la obra. Yo fluyo mucho. Tengo imágenes que son puntos de partida pero realmente puedo dejarlo atrás sin tener tanto remordimiento, no me formateo. Veo que sí hay una gran búsqueda a liberarme del convencionalismo de la danza, de los fraseos típicos.

Estoy tratando de buscar un lenguaje que parta desde el gesto del cuerpo, desde lo cotidiano, desde cómo nos movemos, —de manera muy orgánica— y cómo nos movemos en Guayaquil, cómo funcionan los hombres. Analizo mucho a los hombres hablar con el pecho alzado y veo cómo cada vez más me alejo de la danza formal. Quiero hacer una nueva obra que hable del desarraigo.

¿Como El síndrome de Ulises (estrenada en 2015)?

Sí, pero esta vez quiero hacerlo con una persona que no es bailarina. Una musulmana. Quiero empezar a trabajar con personas que no son bailarines, eso no es raro, mucha gente lo hace, pero por ahí van mis nuevas construcciones.

¿Cuánto puede aportar una persona que no es bailarina a una propuesta coreográfica?

Es todo, como coreógrafa una tiene que estar dispuesta a desbaratarse. Es muy difícil, sobre todo cuando has pasado por la academia, donde el movimiento es rígido. Salir de allí es complicado.

¿Piensas esta estética como un diálogo con la ciudad?

Yo abrazo esa nueva estética, esos nuevos lenguajes, pienso que es realmente un diálogo con la ciudad, lo que está sucediendo con mi danza es un diálogo, un conflicto, que genera un nuevo querer decir.  Para mí la forma se adapta a lo que quiero decir, no es que yo quiera adaptarme a una forma.

Es verdad que hay una tendencia a lo que sucede en las escuelas, a lo lírico, al jazz, esto es un poco ajeno a lo que se presenta en espacios como La Fábrica. En las escuelas de danza aún están en búsqueda de lenguajes bonitos, de tal forma que cuando se encuentran con lenguajes más radicales es contradictorio.

Pero desde la Academia, con propuestas como la de la Universidad de las Artes, también se habla de descubrir un lenguaje personal y es contradictorio que esta formación de escuelas de danza y jazz no miren lenguajes más radicales, ¿no se sintonizan con la dinámica de la ciudad, no buscan un lenguaje propio?

Es una analogía. No queremos vernos en el espejo, quieres todo menos una ciudad que se parezca a tu ciudad. Lo mismo pasa con la danza, no quieres un lenguaje propio, quieres ver un lenguaje que te dijeron que era el que tenía que ser. El peor problema es cómo llegar a esos alumnos. Guayaquil aún tiene estos monopolios narcisistas que no quieren que sus alumnos vean el otro lado de la danza. Por eso Geografías Íntimas se subtitula “tu encuentro con la otra danza”. (I)

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