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Víctor Ugalde: "Ningún cine debe ser dominante"

Víctor Ugalde: "Ningún cine debe ser dominante"
21 de enero de 2014 - 00:00

La era digital se ha visto como una bendición para el cine independiente, usted afirma que no lo es tanto, ¿por qué?

Todavía no lo es del todo. Hay una batalla grande entre los gigantes de la comunicación, los productores de contenidos y los soportes que los difunden. En esa batalla las economías emergentes como las nuestras no figuramos mucho. De lo que se logre determinar ahí, habría una expansión en la libertad de los contenidos o una retracción. Hay que estar pendientes. Ahora, los grandes servidores no son tan generosos porque la población no está tan comunicada como parece, ni accede siempre igual a las nuevas tecnologías.

Por ejemplo, en Corea la banda ancha es gratis porque este tipo de mecanismos son factores de desarrollo. En cambio, en muchos de nuestros países es muy cara y muy lenta. En Finlandia es gratis, en Dinamarca también es factor de desarrollo. Todavía nos falta discutir mucho.

¿De dónde nace la dominación estructural de los productos cinematográficos angloamericanos?

En que los mercados fílmicos son acotados y fáciles de dominar. Imagínate que estás en una población pequeña de unos 20 mil habitantes: con tres salas de cine ya diste el servicio y puedes ser único dueño. Eso te pone en desventaja con las grandes ciudades; ha sido así históricamente. Por eso, en 1948, en Estados Unidos se aprobó una ley antimonopolio en la que acotaron a los productores norteamericanos que estaban aniquilando la competencia. En la mayoría de nuestros países también los acotaron. Nosotros (México) tuvimos una ley antimonopolio que funcionó bien hasta 1992, que fue cuando la eliminaron. También en Estados Unidos la eliminó; Ronald Reagan lo hizo, pero claro, él había sido un empleado (en referencia a que fue actor) así que te puedes dar cuenta de por qué lo hizo (risas).

Entonces, el problema es que este fácil dominio por parte de los estrenos obliga a la actuación de los gobiernos para tratar de encontrar posibilidades de equilibrio en la oferta. Pero, con un falso discurso de libre comercio, los norteamericanos dicen que no pueden meterse los gobiernos porque esto lo decide el público. Lo cual es perfectamente falso.

¿En qué sentido es falso?

En que el público decide sobre una libertad acotada. Hablaban que aquí en Ecuador se estrenaron 177 películas (nacionales y extranjeras), pero no tuvieron opción las 8 mil que existieron. Alguien te dijo “esta es la oferta y tú escoges”. Pero no es así.

Pero, ¿cuáles son las raíces de esta dominación cultural?

Los norteamericanos no disputan entre sí por el mercado mundial, sino que se organizan en forma de cartel. Los grandes estudios disputan por el mercado interno, pero cuando dan un paso fuera de la frontera actúan de forma ordenada y no compiten. La prueba más flagrante de esto es que nunca encontrarás un gran estreno disputándole el público a otro gran estreno norteamericano. Se organizan. En cambio a nosotros, a las cinematografías locales, nos dejan las peores fechas.

Entonces, ¿es un tema político?

Es un tema económico que los políticos no han querido tomar. Lo intentamos controlar con comisiones de competencia (de mercado). Pero no estamos capacitando (a los políticos) en temas como las industrias culturales, tampoco tenemos una comisión de investigación y, a veces, las leyes de competencia sirven poco. Lo demostró ayer (jueves pasado) el señor de la comisión de competencia (de Ecuador), que de repente dijo: ‘no tenemos datos’. ¿Cómo vamos a poder actuar y determinar si hay prácticas abusivas en contra de la libertad de comercio?

Entonces deberían tomar un curso rápido de las características de las industrias culturales porque tú, yo y la mayoría, nos hemos formado con una presencia dominante de la cultura norteamericana. La circulación del imaginario
mundial se ha reducido, antes en Ecuador se veían muchas películas mexicanas, pero, ¿cuál es la última que viste?

Pero me refería también en el sentido que la propagación de la cultura norteamericana es una estrategia de su política exterior…

Sí, claro. Un cineasta muy reconocido de mí país, Antonio Galindo, decía que detrás de cada película norteamericana venía inmediatamente la venta de todas las empresas de electrodomésticos, porque al mostrarte las facilidades y la buena vida de los norteamericanos lo primero que decía la gente es: “yo quiero una cosa como esa”. Tú y yo, lo más seguro, es que estemos utilizando usos y costumbres que sacamos de productos culturales estadounidenses.

En esta estrategia ¿qué rol juegan los tratados de libre comercio?

Tratan de evitar las leyes proteccionistas. Nosotros decimos que esas leyes son de desarrollo de mercado interno nacional, pero ellos dicen que es por la globalización de los contenidos culturales, cuando en realidad no es globalización, no circula el mundo, circula el producto norteamericano producido por las transnacionales. Tratan de poner orden en las medidas básicas para poder mover sus mercancías.

Ahora mismo, en Ginebra, se pelean la forma como se tratará la propiedad intelectual de las industrias culturales. Los países que han hecho reservas con todo gusto pueden normar sobre cómo impulsar sus industrias nacionales, los que no lo han hecho tienen que acatar las obligaciones que se imponen. Y son bastante lesivas, porque dicen: “tienes que darle trato nacional a las industrias culturales ajenas”. ¡Tienes que darles trato nacional a las norteamericanas!

Entonces, si tú hiciste la reserva dices “no”, pero si la firmaste, los apoyos de los que hablamos (del CNCine, por ejemplo) los tendrían que recibir los norteamericanos. En mi país pasó, solicitaban dinero para producir, y yo me atacaba de risa, ¡Ahora resulta que voy a subsidiar a los gringos!

Desde las políticas públicas nacionales ¿cómo se pueden contrarrestar estas dinámicas?

De entrada debemos tener muy claro que hay varias industrias culturales, y que aunque algunos de nuestros ministros de Cultura dicen que no ven la diferencia entre un zapato y un libro, espero que no lean el zapato (risas). Se pueden hacer políticas diferenciales, sobre las industrias culturales.

Usted dijo que el cine debe ser “complejo y plural”, ¿por qué?

Porque nuestras sociedades son complejas y plurales, y el cine está obligado a reflejarlas. Ningún cine debe ser dominante. Por eso el debate entre academia y cine popular, o cine arte contra el comercial, no deben existir, hay grandes públicos que se sienten representados por cada parte. Ambos son válidos, ninguno es mejor que el otro.

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