En el canon de la literatura occidental, quienes han escrito las más complejas obras teatrales sobre el mundo de las mujeres han sido, paradójicamente, los hombres. Desde la tragedia de Eurípides, Medea, pasando por La Celestina (atribuida a Fernando de Rojas), Casa de muñecas (de Henrik Ibsen), los personajes femeninos de Shakespeare (como Lady Macbeth o Julieta), hasta autores más contemporáneos como Tennessee Williams, Edward Albee,  Federico García Lorca o Pedro Almodóvar, han sido hombres quienes mayormente han auscultado el terreno de lo femenino.

Quizás, uno de los autores de quien más se ha hecho adaptaciones  actualmente es García Lorca, que escribió una trilogía dramática compuesta por Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.  A la par de que el poeta español escribía estas obras que abordaban temas como la maternidad, la impureza o el desencanto amoroso, también codirigió junto con  Eduardo Ugarte la compañía teatral de corte popular  La Barraca.

Así como García Lorca, el  dramaturgo estadounidense Edward Albee tuvo una fascinación por los avatares de las mujeres en el anterior siglo. Obras como La cabra o ¿quién es Sylvia?, ¿Quién teme a Virginia Woolf? o Tres mujeres altas ubicaron a Albee como uno de los autores más existencialistas y arriesgados de su época, de su entorno.

Siguiendo esta tradición dramatúrgica, el joven director ecuatoriano Sebastián Bravo Montenegro presenta en escena su primer trabajo profesional, titulado Uno más uno. La obra, que dura 70 minutos, tiene como protagonistas a dos mujeres que reflexionarán sobre su pasado y sus carencias presentes. 

Una mirada hacia la maternidad

Una mujer llega al escenario de un teatro arrastrando un pesado baúl de cuero que está cargado de sus memorias. Su nombre es Uno (interpretada por Diana Aboujian) y es una actriz de larga trayectoria que quiere montar un monólogo sobre la felicidad. Mientras ensaya y reflexiona sobre las cinco claves para ser felices, su baúl empieza a emitir ruidos, como si un animal salvaje habitara dentro de él, como si su cabeza estuviera gritando.

En 2015, Sebastián Bravo Montenegro se convierte en miembro del laboratorio internacional de dirección escénica del Lincoln Theatre Center, en Nueva York.       

En medio del monólogo, alguien golpea una puerta roja que compone el set del escenario. Se trata de Dos (interpretada por Alejandra Coral), una joven periodista que viene a entrevistar a Uno, pero, más que nada, quiere hallar coincidencias entre ambas. Luego de un extenso diálogo en el que cada una se irá sincerando de a poco, Uno y Dos descubren que así como pudieron haber sido complementarias (pues son madre e hija), también son números diferentes con vidas propias.

Uno más uno plantea una reflexión sobre la maternidad fallida, sin culpas, ni prejuicios, ni conclusiones morales. La madre es una mujer que decidió abandonar su hogar apenas nació su hija porque sabía que si se quedaba, las dos hubieran sido infelices. La obra le hace guiños explícitos e implícitos a Yerma, de Federico García Lorca, y a Tres mujeres altas, de Albee.

Este trabajo es una colaboración entre Artestudio Teatro (fundado  por Alejandra Coral y Valentina De Howitt) y Sebastián Bravo. La pieza escénica fue creada en cinco meses en base a conversaciones en la cocina del director, improvisaciones y un monólogo escrito en 2015.

La obra se presentará los jueves, viernes y sábado de octubre, en la Sala de Artes Escénicas El Triciclo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Luego, en noviembre, se pondrá en escena todos los miércoles de ese mes en la Casa Toledo. (I)