Miguel de Unamuno conjugó su actividad académica y literaria con una afición desmedida a la epístola: escribió miles de cartas que delatan el genio de su pensamiento, además de un exacerbado espíritu crítico como cuando se declaró antimilitarista y anticolonial en la crisis del 98.

Ambos rasgos constan en una veintena de misivas dirigidas a Francisco Fernández Villegas, director del diario La Época, incluidas en el primero de los ocho volúmenes, presentado en Salamanca (centro-oeste), del monumental epistolario catalogado durante los últimos años por la pareja de hispanistas y profesores franceses Colette y Jean-Claude Rabaté.

“Merecemos perder las colonias más que por crueles (que lo somos) por imbéciles y soberbios”, escribe Unamuno en 1895 a su amigo el filólogo Pedro Múgica en otro mensaje incluido en este volumen inaugural, comprendido entre 1880 y 1899, la etapa de formación y madurez intelectual del pensador.

Clarín, Galdós, Rubén Darío, Giner de los Ríos, Joaquín Costa y Ángel Ganivet son algunos de sus corresponsales en ese período, lo que da idea del espectro literario e intelectual en el que se movía el autor de San Manuel Bueno, mártir, desde literatos consagrados, hasta próceres del Regeneracionismo.

Más de mil páginas sitúan al lector ante el perfil del Unamuno pensador, político, enamorado y ciudadano. (I)