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Los artistas que formaron parte del grupo Publicaron libros y crearon pinturas y esculturas

Dadá: la rebeldía contra las convenciones cumple 100 años

El 5 de febrero de 1916 el Cabaret Voltaire abría por primera vez sus puertas.
El 5 de febrero de 1916 el Cabaret Voltaire abría por primera vez sus puertas.
http://www.cabaretvoltaire.ch/presse/pressebilder.html
29 de febrero de 2016 - 00:00 - Cristina Zueguer-Albuja. Especial para EL TELÉGRAFO

Febrero de 1916, Europa se desangraba en la Primera Guerra Mundial. A Zúrich llegó un grupo de indisciplinados artistas en busca de refugio. El poeta alemán Hugo Ball y su esposa Emmy Hennings fundaron el Cabaret Voltaire, la cuna del dadá.

Todo comenzó en el número uno de la Spiegelgasse, en el barrio zuriqués de Niederdorf. Ahí, a pocos metros de la casa de Lenin, el 5 de febrero de 1916 el Cabaret abría sus puertas. Era un espacio en el que se confabularon humor y escándalo para rebelarse contra las convenciones de la época.

Nada fue igual a partir del dadaísmo. Precursora del surrealismo, esta corriente basada en el desacato se hizo famosa por toda Europa y pronto se unieron al movimiento artistas dispuestos a saltarse las barreras de lo permitido. Entre ellos figuran Tristan Tzara, Jean Arp, Marcel Janco, Hans Richter o Richard Huelsenbeck. Colaboraron Picasso, Apollinaire, Marinetti, Kandisnky.
Publicaron libros y crearon pinturas y esculturas. Su actividad abarcaba múltiples manifestaciones artísticas: espectáculos de cabaret, protestas, declaraciones, confrontaciones, distribución de panfletos, revistas y periódicos. Acciones que hoy se conocen como “teatro guerrilla”. Los artistas que visitaban el Cabaret Voltaire no eran solo pintores, escritores, bailarines o músicos. La mayoría traspasaba las fronteras que separaban una disciplina de otra.

Como explica a EL TELÉGRAFO el artista conceptual Mark Divo, “el dadaísmo es mucho más que ‘Gadji Beri Bimba’, el famoso poema sonoro de su fundador, Hugo Ball. Tampoco es meramente un sinsentido, sino también lo aleatorio, lo que sucede, los collages, la tipografía, mientras no sean convencionales”. Divo destaca que dadá es el primer movimiento cultural que se definió a sí mismo. Y explica que “lo fascinante de la literatura dadaísta es que está muy ligada a la cultura alemana. Es imposible de traducir, pero aún así logró transmitir esa sonoridad subversiva”.

Como cuenta el periodista y poeta español Antonio Lucas, “Marcel Janco explicó en una entrevista, en los años setenta, que el nombre de Dadá lo encontró Tzara en el diccionario, un 8 de febrero de 1916 a las 6 de la tarde. Apareció la palabra Dadá que significaba caballito, nos pareció que expresaba de cierta manera nuestra concepción de regreso hacia la infancia, el primitivismo, una idea de renovación y de puridad”.

“Es un movimiento que debe ser entendido como una expresión de inmigrantes en Suiza. El punto de partida de Dadá fue el aburrimiento en Zúrich. No pasaba nada y ellos buscaron la forma de respirar y hacer algo divertido”, cuenta Divo. Hay que recordar que del grupo solo destaca una artista suiza: Sophie Teuber-Arp, esposa de Hans Arp, que además simboliza la idea del personaje polifacético —pintora, bailarina, escenógrafa, dibujante, diseñadora, dadaísta, arquitecta, profesora—.

Cien años más tarde, en febrero de 2016, Divo asiste a la reapertura del Cabaret Voltaire. Este espacio que él ayudó a ‘rescatar’ gracias a una acción en la que junto con una docena de personas ‘okuparon’ la casa en febrero de 2002.

“Al terminar la guerra, los artistas regresaron a sus países. Muchos fueron los usos que le dieron al Cabaret. Hasta pensaron en abrir oficinas. Pensamos que era necesario conservar ese espacio. Organizamos un concierto. Cuando la policía llegó les dijimos que habíamos heredado la casa, se pusieron felices. Se dieron cuenta de que se trataba de una ‘okupación’ días más tarde”, relata divertido este artista conceptual.

El Cabaret Voltaire apenas si ha cambiado a lo largo de este siglo: pinturas y collages cuelgan de las paredes como testimonios de las célebres jornadas dadaístas. En algún lugar hay un piano y al lado, fragmentos de viejos maniquíes.

En estos días vuelve a llenarse de gente, asistirán a lo largo de todo este año a una serie de manifestaciones y espectáculos, performances, cine, un poco de todo. “No fijamos directivas”, explica Divo, puesto que para él “el dadaísmo representa una ruptura lúdica de todo lo que es considerado como convencional”.

Aunque Mark Divo propone que para mantener el verdadero espíritu dadaísta se debería reunir a la gente donde la gente quiera hacer algo. “El Arte es muy democrático. Si logramos unir a las personas bajo la idea de crear algo juntos, llenar los espacios vacíos o abandonados. Crear un arte del que todos puedan disfrutar eso es muy dadaísta. Si creamos esos espacios de unión se producirían menos conflictos” y va más allá “las iglesias que están vacías se podrían utilizar para crear espacios de unión. Se me ocurre vender todas las obras de arte elitista que están colgadas en los museos y con ese dinero subvencionar espacios de arte comunitario, lúdico y de encuentro”, finaliza. (F)

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