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El Telégrafo
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Crónica a pie

Un cumpleaños rompe con la rutina del parque Samanes

Un cumpleaños rompe con la rutina del parque Samanes
Foto: El Telégrafo
05 de septiembre de 2016 - 00:00 - María Fernanda Arreaga

Krystel Cárdenas Quimí luce un vestido de princesa color lila y una trenza. Ella, junto con sus primas, corre por el césped del área de acampada del parque Samanes y cuando sube a una lomita se da trampolines.

A unos pasos de allí hay globos de colores colgados desde los extremos de unos árboles. Una torta y variados bocaditos decoran una mesa rodeada de varios parientes —entre tíos, primos y más familiares—.

La menor cumple 7 años y su familia lo celebra de esta manera. “¡Que viva mi nieta!”, grita Martha Ortiz, de 63 años, abuela de Krystel, mientras llegan los invitados cargados de regalos.

No hay sillas donde sentarse, para eso está el césped o la carpa que armaron para protegerse del intenso sol. Tampoco se escucha el estruendoso sonido del reguetón, que es común en las matinés, el único sonido son las carcajadas de los niños y los pitazos que provienen de la canchas del lugar.

Una de las tías, Johanna Quimí, relata que la idea de festejar el cumpleaños de su sobrina en el parque surgió tras acudir a la fiesta de la hija de una amiga suya. “Se lo propuse a mi hermana y pensé: ‘¿Por qué no se lo festejaba en el parque Samanes?’. Los niños podrían tener mucho más espacio para correr y divertirse”.

Y fue así que el cumpleaños de Krystel, ayer, irrumpió con la rutina de ejercicios que se practican todos los días en el gran espacio al aire libre, al norte de Guayaquil. Fue un domingo diferente en el que los niños convirtieron el lugar en un parque de diversiones.

Una de las áreas donde más se concentran las risas de los pequeños es el patio de comidas. Montados en un carrito de 4 ruedas parecido a los que se usan en las carreras de Fórmula 1, los pequeños pedalean a toda prisa por la pista del lugar, dan algunas vueltas, frenan bruscamente y repiten el recorrido por menos de media hora.

Vivir esa experiencia tiene un costo: $ 2 por los 15 minutos que dura el juego.

Pero eso no le importa a Jaqueline León, quien le pregunta a su nieta, Megan, si quiere hacerlo otra vez. —“¿No estás cansada?”. A lo que la menor contesta: —”No, abuelita”, y vuelve a pedalear por más tiempo.

En el parque hay otras actividades que no tienen costo como pasear en bicicleta. Por esa misma zona, desde las 08:30 hasta las 11:30, más de 30 bicicletas de color amarillo que tienen un logo que reza “vida saludable” están disponibles solo con presentar la cédula. Mayores y niños las usan el tiempo que quieran.

Cuando ya se aburren, los niños pasan al castillo inflable donde se dedican a saltar hasta cansarse para luego encontrar una nueva distracción. No transcurre mucho tiempo para que eso suceda, hasta que encuentran los botes como su nuevo pasatiempo. Los padres solo acceden. Ese es el caso de la familia Moncada que acude todos los domingos para disfrutar en familia de cada paseo.

Ellos esperan su turno para subir a uno de los botes y empezar a pedalear por la laguna. No importa el sol, ni el calor que haga, lo que sí interesa es que los niños sean felices. Como esta hay más de 15 familias pedaleando por toda el área de agua, de fondo los acompaña el merengue de Elvis Crespo o la bachata de Romeo Santos.

Al finalizar esta jornada todos están en busca de agua. Este líquido es el más consumido en el parque. Botellas de un litro acompañan a las familias que, dentro de la distracción, cumplen con ejercitarse por unas horas.

No hay excusas para no hacerlo. Al menos así pasa en las clases de bailoterapia donde Julio Domínguez, sin importar no tener ropa deportiva —tiene puesto unos blue jeans, camisa blanca larga y zapatos casuales— decidió seguirle los pasos al instructor de baile. Como él, más de 20 personas entre hombres y mujeres, se mueven de forma sincronizada. Otro que llama la atención del grupo es Jorge Magallanes, quien mientras cuida a su hija de 2 años —no despega su mirada del coche en que ella se encuentra— sigue los pasos del instructor que, al son de ‘La Mordidita’, de Ricky Martin, o del ‘Rompe’, de Daddy Yankee, pone a quemar las calorías de más que tenían.

Jorge llegó con su esposa y otros 2 amigos (Lismar Moncada y Josnell Gazzotti) que emigraron desde Venezuela. “Nosotros somos un grupo de instructores de baile y vemos como aquí cada vez aumenta el interés por ejercitarse y este es un lugar que tiene de todo tipo de canchas. Así que no hay excusar para no estar en forma”.

Ya es mediodía y pocas canchas están vacías de las 57 de fútbol, voleibol, básquet, tenis y balón mano. El juego en el gramado sintético continúa, no se sabe hasta qué hora y las personas siguen llegando a pasar el día. Ingresan por las 2 puertas habilitadas que tiene el parque donde las actividades no se detienen. (I)

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