Ecuador, 20 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Crónica a pie

Cuando la emergencia llama, el trabajo responde

Cuando la emergencia llama, el trabajo responde
Foto: Fernando Sandoval/ El Telégrafo
25 de agosto de 2016 - 00:00 - Marco Piza, periodista de Espectáculos

El sonido agudo de una sirena -que se abre paso en el tráfico habitual de la calle 18 de Septiembre -que a más de una persona pone en alerta- se entremezcla con la vocería de los comerciantes asentados en la acera. El reloj marca las 18:00.

Mientras en el interior de la Sala de Urgencias del Hospital Carlos Andrade Marín, médicos y enfermeras salvan vidas, afuera, los comerciantes intentan ‘salvar’ su día. El escenario es muy particular: en medio del trajín que implica para algunos aguardar, inquietos, por noticias buenas de un familiar enfermo, los comerciantes identifican una necesidad y convierten la acera en algo parecido a un ‘bufé gastronómico’. Esos micronegocios, al fin, son el sustento de más de una familia.

“¡Sequitos de pollo, guatita, bistec de carne...!” A gritos, una señora oferta sus productos que reposan en una canasta llena de tarrinas. Los clientes, entre apresurados y preocupados, ya sea porque deben comprar una medicina, o porque deben atender asuntos profesionales (administrativos o de salud) salen después de una larga jornada. Una reja negra metálica es la frontera de los dos escenarios.

En el interior, las personas esperan, con ansiedad o nervios, que su pariente recupere su salud. Afuera, ajenos a esa preocupación, están los comerciantes, la mayoría son parientes que “heredaron” el puesto. Casi todos conversan de manera abierta acerca de su actividad, mientras que otros desconfían quizás por los controles de los policías metropolitanos, quienes en más de una ocasión se les han llevado ‘todo’ con cualquier pretexto.

El clima frío de Quito aquí pasa desapercibido por el calor que emana la parrilla de uno de los negocios. Cada noche Wilman Chávez, de 34 años, enciende el carbón en una parrilla que traslada desde su casa en el barrio El Pintado (sur de Quito)  hasta los exteriores del hospital.  Es  su rutina desde hace 8 años, cuando se decidió por la venta del arroz con menestra y pollo, carne, o chuleta, que son asados al instante.  El horario siempre dependerá de la venta, pero generalmente va de 19:00 hasta la 01:00. “Hay días buenos, malos, como todos, pero mi señora me acompaña”, dijo sonriente.

A pocos metros el vapor del café caliente -con humitas  y quimbolitos- es la oferta de doña Gladys, quien sin duda es un rostro familiar para los que acuden a esa casa de salud, pues lleva 21 años ofreciendo sus productos. “Llegué en 1995, hay que trabajar por la familia”.  

El sitio es como la vitrina de un encuentro amistoso entre el comercio informal y el formal, pues ambos compiten sin problemas. Hay  varios locales de comida,  farmacias, cabinas telefónicas con copiadoras, y ropa (pijamas, bufandas, pantuflas). Y es la oferta de vestimenta, la que saca de apuro a las personas que,  sin imaginar, tuvieron que pasar una noche inesperada o varias en el hospital, para constatar el estado de salud de su pariente.

Marlene Manosalvas, con 14 años atendiendo en su farmacia, ya se acostumbró a escuchar los gritos de las personas, cuando les avisan que lamentablemente un familiar falleció. Pero hay una experiencia que la marcó.  

Nunca olvidará cuando una vez ingresaron por emergencia varias personas heridas a causa de una explosión registrada en el sur de Quito. “Fue hace 12 años y salimos de curiosos, pero fue impactante al ver las quemaduras de la piel. Me traumé, incluso mi cuñado tuvo que ser atendido en ese momento por el gran susto que tuvo”, recordó.  

El ‘servicio de seguridad’ a los autos también es habitual. En ese campo es Concepción del Rocío, la ‘wachiman’, o más bien la ‘wachiwoman’ de la zona. Con su carné  de ‘Vigilante Seguro’, todos  la conocen como ‘Rocío’,  aunque confiesa que sus ‘compañeros’ le pusieron ‘Botón de Pánico’ como sobrenombre.  ¿La razón?. Ella misma lo teatraliza con agrado: “Hot dogs…hot dogs!,  vengan, bien calientitos”, grita fuerte para ayudar a su esposo, quien la acompaña todas las noches, mientras atiende en su puesto. Y cuando un auto sale, expresa con voz aguda:  “Ya se va…ya se va…!!”, antes de cobrar la ‘voluntad’.  

‘Rocío’ admite que a veces prefiere no cobrar, pero solo cuando se percata en el rostro del conductor que su familiar falleció, o cuando se han quedado dormidos por horas en el auto. “Me gusta hacer el bien, sé que Diosito me dará más”, dijo.

De ese modo transcurre la jornada en los exteriores del hospital, que inicia en la tarde y que para unos termina en la noche, y para otros en la madrugada.

Otra vez el sonido de una sirena de ambulancia vuelve a escucharse. Para los comerciantes es como el timbre de su ingreso al trabajo, o de salida. (I)

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado