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Al césped del Atahualpa lo miman 2 veces por semana

Al césped del Atahualpa lo miman 2 veces por semana
FOTO: Alvaro Pérez / El Telégrafo
27 de octubre de 2016 - 00:00 - Andrés Granizo

El olor a césped recién cortado se esparce por toda la cancha del estadio Olímpico Atahualpa. La ‘alfombra’ del principal escenario capitalino luce tan verde como una mesa de billar y está listo para acoger otra ‘batalla’ futbolística, que tendrá como protagonistas a 22 futbolistas y 3 árbitros de la terna arbitral.

Pero otro intérprete, además de esos 25 que se juntan para cada partido, destaca para que el espectáculo fluya cada domingo. Eso sí, las luces no lo enfocan a él y prefiere estar prácticamente en el anonimato; solo cumple con su tarea de la mejor forma posible para trazar el corte perfecto del gramado del Olímpico.

El carchense Antonio Mavisoy es uno de los 3 encargados del mantenimiento de la cancha del escenario y aprendió el oficio hace 13 años, cuando llegó para trabajar en la Concentración Deportiva de Pichincha (CDP), dueña del estadio capitalino.

El corte del gramado se lo realiza 2 veces a la semana: lunes y viernes. El crecimiento se suele acelerar en invierno, con las lluvias constantes, y dependiendo de aquello se puede pasar la máquina hasta en 3 ocasiones. Mavisoy prepara la máquina, una cortadora de marca Toro, que ya cumplió 15 años, sin fiesta rosada. El diésel nutre las entrañas de la máquina, que funciona a la perfección y en los últimos 15 años no ha dado problemas a quienes la han ocupado. El rojo brillante del artilugio en sus años mozos, hoy tiene un tono opaco producto del sol que ha tenido que soportar en todos estos años. El verde-clorofila de la planta y que salpica cada vez, también se ha impregnado en las partes más cercanas a las cuchillas que dan vueltas sin cesar. Pero aún así se mantiene intacta en su funcionalidad; el resto son cicatrices de la batalla que afronta 2 veces por semana.

Mavisoy domina con destreza el aparato; lo enciende con un solo giro de la llave en el contacto y lo alinea para empezar con su labor. Reconoció que la primera vez que ocupó la máquina Toro por su cuenta no le fue tan bien, a pesar de que tenía muchas ansias por hacerlo. Las líneas sobre el gramado no eran rectas, sino en zig-zag y tardó más de lo previsto para culminar esa labor. Ni porque estaba protegido del sol del mediodía dejó de sudar, pero todo producto de los nervios de que su corte no sería preciso.
Pero así como en toda tarea la experiencia es la clave, el operario le tomó gusto a su tarea y en poco tiempo empezó una relación estable con el gran aparato. Ahora parece una extensión de su cuerpo, por la soltura con la que conduce y la precisión con la que ejecuta su obra sobre la hierba. Desde las alturas se puede apreciar el patrón del corte y se distinguen las líneas horizontales. El truco es sencillo: el operario va y viene con su máquina en sentido occidente-oriente y oriente-occidente para que la grama tome ese efecto de que es más verde y más opaco, según se mire.

El ritmo que impone Mavisoy es hipnótico. Pareciera que Antonio Valencia y Jefferson Montero, extremos de la selección nacional, cambian de frente constantemente y mueven el balón de un lado a otro. De esa forma se la pasa Mavisoy durante unas 3 horas, para dejar el gramado de 1 centímetro de alto, ideal para que los equipos puedan elaborar un fútbol rápido y con precisión sobre la planicie verde del Atahualpa.

En la época invernal, debajo de los molinetes que llevan las cuchillas, aparecen las primeras ‘víctimas’. La lluvia permite la proliferación de catzos (escarabajos), que se alojan en la superficie del verde y cuando pasa la máquina mueren al instante. Ellos no representan una amenaza para el crecimiento de la grama, pero sin esperárselo encuentran ahí su última morada, debajo de las cuchillas extremadamente afiladas para cortar con precisión el exceso de césped.

Ni Mavisoy ni sus compañeros necesitan una regla para medir si el ancho de las líneas es suficiente o no; ejecutan su trabajo con tal rigor que se nota que cada centímetro está cortado con la minuciosidad de un peluquero sobre la cabeza de un futbolista que se realiza diseños complicados.

Antes se hacían esos “diseños complicados” en el Atahualpa, pero ahora por un tema reglamentario, ya no se puede hacer formas distintas a las líneas horizontales. Más que nada para los partidos internacionales; pero antes sí se elaboraban círculos perfectos o rombos a lo largo de los 105x70 metros que mide el terreno de juego del Atahualpa.

Pasado el mediodía, el césped del Olímpico ya terminó de ponerse “guapo”. Ahora luce perfecto, pero sabe que dentro de poco sufrirá “lesiones” porque con seguridad la grama saldrá desprendida en alguna acción violenta de los jugadores. Sabe que está hecho para eso y lo disfruta. (I)

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