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El Telégrafo
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Familias acogientes, listas en caso de una posible erupción

Ilustración: Patricio Mosquera
Ilustración: Patricio Mosquera
08 de noviembre de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Saben que deben mantener la calma, que con asustarse no ganan nada y que apenas suenen las alarmas deben tomar sus mochilas y abandonar la casa donde viven. Saben que mientras más rápido reaccionen, mejor y que la emergencia podría durar varias semanas. Para quienes viven en zonas de riesgo, el Cotopaxi no ha dejado de ser una amenaza, aunque parezca, a ratos, que ya se ha calmado.

Maritza Durán vive con sus 2 hijas, Hazel y Carol, en la casa de sus padres, situada en el sector de San Rafael, cerca del Colegio Farina.

En el barrio —comenta— nadie se ha organizado para apoyarse entre sí ante una eventual erupción. Ante la apatía de los vecinos, en su familia decidieron diseñar, por su cuenta, un plan de contingencia que pondrán en marcha si es que el volcán erupciona.

“Tenemos listas nuestras mochilas con todo lo necesario y también sabemos a dónde dirigirnos”, cuenta. En principio, acudirán a un albergue de religiosos, ubicado cerca del Puente 9, en una zona alta y segura.

De acuerdo con lo planeado, en este lugar permanecerán 1 o 2 días, porque si la emergencia se prolonga se trasladarán hacia la casa de un sobrino que vive en el sector de Conocoto, fuera de la zona de riesgo.

Martiza dice que el barrio donde vive carecía de una alarma, pero después de varias gestiones realizadas, ya la tiene y se activará en caso de emergencia. La ayuda de su sobrino —indica— será crucial, porque, además, de acogerlos en su casa, después de que acudan el primer día al albergue, él se encargará de recoger a sus hijas del colegio, ubicado en el norte de la capital.

Aunque esta madre de familia se esfuerza por ser optimista, cree que si el volcán llega a erupcionar, su vida y la de su familia cambiará. “No quiero pensar en eso, porque tenemos solo una casa, donde vivo con mis papis”.

Para Maritza, el problema con los albergues es que son impersonales y poco acogedores. Además, deberán convivir con personas que nunca antes han visto. Quizás por estas y otras razones no tiene previsto quedarse allí más de 2 días.

En su caso, su sobrino y la familia de este los acogerán en su vivienda. De igual forma, Verónica Quinatoa, de 30 años, y su esposo Carlos Cadena tienen previsto recibir a la familia de un excompañero de trabajo que habita en una zona de alto riesgo (Selva Alegre).

La idea de acogerlos en su hogar no le disgustó, por el contrario, ella y su familia pusieron a disposición de sus amigos toda su ayuda.

El hogar de Verónica y Carlos está fuera de la zona de riesgo; su casa está ubicada cerca del Instituto Rumiñahui, en Sangolquí. Aunque ella está embarazada y tiene un hijo pequeño, dice que está lista para atenderlos. Ella y su familia viven en la casa de sus abuelitos, donde hay un departamento libre que podrían ocupar los futuros huéspedes en caso de una emergencia.

Betty Tola, ministra de Inclusión Económica y Social (MIES), explica que es fundamental que cada familia diseñe su propio plan de emergencia. Con esta herramienta —precisa— la familia podrá determinar qué objetos deberán colocar en la mochila, cuáles son las personas de contacto a las cuáles referirse durante la emergencia y quiénes podrían recibirlos o convertirse en hogar acogiente.

“Puede ser un vecino, un familiar, un amigo, un hermano, un compadre o una comadre. Lo importante es que, desde que se concibe el plan de emergencia familiar, se defina el hogar al cual acudirán”, indica la Ministra.

Indica, además, que las familias acogientes deberían convertirse en la primera opción y los albergues en una segunda. “Insistimos en las familias acogientes, porque en ellas las personas que deben abandonar sus casas, pueden encontrar la calidez de un hogar”.

Desde hace más de un mes, el MIES, en coordinación con otras entidades, realizó un barrido, casa por casa, para trabajar en el plan de emergencia familiar. Es una tarea indispensable, porque a través de ella, les motivan a pensar en posibles familias acogientes.

“Hay familias con las que se puede mantener una relación de amistad de larga data y pueden recibirlas si es necesario. Las familias son insustituibles”, comenta.

Para apoyarlas en caso de emergencia, el MIES les entregará un kit de alimentación tanto para la familia que recibe como para la que busca acogida. Cada kit está concebido para 4 miembros.

“El objetivo es acompañarles en la responsabilidad que implica acoger a otras personas en su vivienda. Es un soporte, una expresión de solidaridad hacia su amigo o familiar el permitirle, precisamente, estar en su casa durante el momento más crítico”, precisa Tola.

Desde que el volcán Cotopaxi se reactivó, se activaron las alertas y se estableció una red de albergues, en diferentes cantones y provincias. Según los datos del MIES, alrededor del 60% de personas puede encontrar una familia acogiente.

Cuando la gente realmente no tenga otra opción que buscar refugio en albergues deberá hacerlo, pero su permanencia en estos sitios no deberá prolongarse por más de 60 días. Se estima que cuando ha transcurrido este período, cada familia habrá evaluado su situación y quizás, en muchos casos, intentarán encontrar otro lugar para vivir si la ubicación de su casa continúa representando un riesgo.

Uno de los mayores problemas de los albergues es que acogen a personas de diferentes procedencias; algunas conocidas y otras desconocidas. Por eso —recalca Tola— se está trabajando mucho en el tema de la convivencia.

Por el momento, se han definido a los responsables de la administración de los albergues. Estas personas, que reciben entrenamiento, se forman sobre todo en el tema de atención a grupos prioritarios.

Incluso están capacitados para ayudar en el caso de posibles temas de violencia. Por otro lado, está previsto que quienes permanezcan en los albergues puedan recibir el acompañamiento psicológico necesario para sobrellevar su nueva situación. De hecho, hay muchas personas que demandan este tipo de ayuda, porque están sometidas a altas cargas de estrés y ansiedad.

Según la Ministra, un albergue se habilita únicamente en el momento en que “estamos ante un riesgo inminente”. Por ahora, se han calificado 248 albergues tanto en la provincia de Cotopaxi como en Pichincha. Además, se estima que tienen capacidad para albergar a 43.570 personas. Tola añade que se continuará motivando a las familias para que busquen un hogar que las acoja. El modelo de familias acogientes ya ha funcionado en otras regiones del país, en particular, cuando se han presentado inundaciones en la Costa.

“No es una iniciativa nueva, ya lo hemos probado y es ideal en situaciones de emergencia”, recalca.

Emergencia

En los albergues se instalará un kit que consta de una cocina industrial y ollas grandes. En los albergues está asegurada la alimentación.

El kit de alimentación creado para para 4 miembros de la familia consta de cereales, como arroz fideo, harina de maíz, plátano. También aceite, leguminosas, azúcar, cocoa y sal; atún, leche en polvo y sardinas.

Este kit de alimentación se entregará cada 15 días tanto a la familia acogiente como a la que es acogida.

Las familias acogientes deben estar registradas en el MIES para que esta entidad pueda ayudarlas.

Todos los materiales que se instalarán en los albergues están embodegados en sitios cercanos a estos.

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Testimonios

“En mi vivienda recibiremos a mis suegros”

Vivía con mi esposa y 2 hijos en un sector, ubicado entre San Pedro de Taboada y Sangolquí, en el Conjunto Terracota, ubicado en un área de riesgo. Desde que se reactivó el volcán, muchas familias se mudaron a otros sitios. Con mi esposa, también decidimos cambiarnos de casa hace 2 meses. Ahora estamos en un lugar seguro, localizado diagonal al Parque La Moya. Estamos más cerca de mi hijo que estudia en la Academia Militar El Valle. Ahora que vivimos en esta zona pensamos en recibir en la casa a mi suegro, porque él vive en un sitio que ha sido calificado como riesgoso.

Actualmente mi suegro vive a 3 o 4 cuadras de la Iglesia de Capelo, cercana al río San Pedro. Varios funcionarios municipales le han asegurado que su vivienda está situada en zona de peligro, así que en el momento en que se active la alerta naranja, él vendrá a nuestra casa. De esta manera, nosotros también nos convertimos en una familia acogiente. De hecho, la casa de mi suegro podría quedar aislada a consecuencia de los lahares (flujos de lodo y escombros).

En mi casa, en caso de emergencia, recibiremos a mi suegro, su esposa y su hija. Estamos listos para acogerlos el tiempo necesario.

Eduardo Xavier Villarreal

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“La actividad del volcán Cotopaxi nos dejó intranquilos”

Vivo en una zona considerada de riesgo, próximo al sector de Selva Alegre. Es una vivienda propia que adquirimos con mucho esfuerzo hace algunos años.

Vivimos con mis padres y hermanos en el valle de Los Chillos porque el clima es mejor que en Quito, menos contaminado y más caliente.

Desde que se colocó la alerta amarilla, por la reactivación del volcán Cotopaxi, perdimos la tranquilidad, porque sabemos que si llega a erupcionar, tendremos que dejar la casa y eso nos preocupa.

Intentamos ser optimistas y pensar que el volcán quizás no cause muchos daños si erupciona, pero con la naturaleza no se sabe. Confiamos en Dios y sabemos que si tenemos que salir, dejaremos nuestras pertenencias.

Por el momento, no tenemos una familia acogiente, pero quizás unos familiares que viven en Quito puedan recibirnos. Ellos ya han hablado con mis papis y no tienen problema de darnos un espacio en su casa mientras dura la emergencia. Ahora, lo más seguro es trasladarnos a un albergue y con el tiempo ver si vamos a la casa de esos parientes. En un albergue o en una casa, siempre será muy duro saber que no podremos regresar pronto a nuestro hogar.

Verónica Andrade

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