Me enteré apenado de la dimensión de un hecho que ocurre en Quito amerita una campaña de apoyo a los programas que hayan en la ciudad en busca de solucionarlo, comenzando por una sólida encuesta sobre las causas, que son varias, para poder ir a la raíz, a fin de ir más allá de la compasión y lograr su erradicación.
Me refiero a las personas que viven en la calle. Actualmente, en Quito se han identificado 4.694 y se han encontrado 9 puentes como albergues, donde se refugian muchos de ellos. “Quienes no tienen hogar ni empleo, encuentran uno en un rincón de algún intercambiador de la ciudad…. colocan una especie de carpa plástica a manera de pared para evitar que el viento entre a un recoveco bajo el paso desnivel”, escribe Evelyn Jácome, redactora. El Comercio, domingo 29 de octubre pasado.
Sí, es un fenómeno urbano mundial, que ocurre hasta en las grandes ciudades de los países más ricos, pero no lo tomemos como excusa para desentendernos y mirar para otra parte, haciendo victimarios, a quienes sufren las consecuencias, culpados y denigrados por vivir en la calle.
Involucrémonos en una solución a fondo para acabar con esta vergüenza, que no encaja en el contexto de una Revolución Ciudadana o como la quieran llamar ahora.
El alcalde Rodas tiene un gran reto; se espera de él algo ejemplar, para que no haya quién duerma a la intemperie en esta ciudad, aunque la atención a los más necesitados no parece ser su fuerte. Lo demostró en el plantón de los recicladores frente a sus oficinas en la Plaza Grande.
Reto para el mismo presidente Moreno, quien a cargo de la dirección de discapacidades, enfrentó la miseria en el país, con el apoyo decisivo y esencial de los médicos cubanos, así no se les diera el reconocimiento que merecían.
Una persona sin hogar está en el máximo nivel de exclusión social y de marginación. (O) et
