El gran sueño de las élites, así como de las clases medias, ha sido alcanzar la modernización de Ecuador. Varias han sido las vías: desde dictaduras nacionalistas hasta gobiernos de todo tipo que han buscado que el país salga del atolladero del subdesarrollo.
Dividir la historia de la nación entre premoderna y moderna fue otra de las vías para diferenciar el pasado pesado anquilosante y un futuro que nos embarque a todos en la senda del desarrollo industrial. Entre esos binarios siempre la sombra del fracaso. O Estado o Sociedad, fue el dilema general de querer quebrarlo todo y fundar de nuevo todo, porque como había estado organizada la sociedad parecía que era inviable cualquier otra vía. Estado contra sociedad. Sociedad contra Estado.
Y ninguna de esas vías le ha permitido a Ecuador un sólido pacto social a mediano y largo plazo. Economía versus sociedad. Burocracia versus ciudadanía. Bajo estas lógicas, lo que es predecible es que al final cada gobierno defiende, legítimamente, lo logrado. Las pérdidas al final las asumimos todos. Incluso la propia dinámica militante, ha Estado a merced del actor político fuerte: movimiento versus líder. La ciudadanía a veces parece que ha sido el pretexto para construir el gran cuento, ya no solo de la patria, sino de la nación. Héroes y antihéroes. Una fascinación por renovar el santuario de la patria.
Una socialización del Estado y una estatización de la sociedad. Otro dilema que retumba en el silencio de las mayorías a la hora de tomar partido. Una vergonzosa moralización de la política que no nos llevará a nada, venga de donde venga. Al moralizar la política todo queda en el rosario de los buenos versus los malos. Y un sinnúmero de creyentes con fe, pero sin santo. Un Estado con pocos ciudadanos. Una sociedad con clientes. Lo privado más que nunca a flor de piel a ver quién gana o pierde. Y una sociedad política despolitizada.
Mientras tanto, lo público, bajo el dilema de no saberse qué mismo es o puede ser en Ecuador. Al final somos una gran marcha de creyentes fervorosos por ver los milagros y los milagreros. ¿Y el Estado laico? Bien, gracias. (O)
